/ viernes 5 de julio de 2024

Luz al final de un túnel en ciencia y medio ambiente

Entre los aspectos que llamaron la atención del Gobierno de México saliente está una inclinación a desdeñar al medio ambiente y la ciencia, en contraste con la bandera de progresismo con que se presentaba. No sólo por una toma de decisiones que frecuentemente tuvo más carga ideológica y política que de conocimiento, soporte de evidencia y razón, sino por la hostilidad contra ambientalistas y científicos críticos o que expresaron puntos de vista contrarios.

Hay esperanza de que esto cambie, como lo han declarado tanto organizaciones ambientalistas como la comunidad científica y académica a raíz de los primeros nombramientos del gabinete presidencial entrante, en concreto para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y por la creación de una de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.

La sustentabilidad debe ser prioridad estratégica transversal, y sobre todo, real, no sólo discurso. Cada vez es más evidente lo que estamos perdiendo y enfrentando, y lo que puede venir al no darle su lugar: crisis del agua, efectos del cambio climático, degradación de ecosistemas, contaminación en nuestras ciudades.

Aquí hay un gran reto para reconstruir un marco de confianza y colaboración con sectores de la sociedad involucrados, como las propias organizaciones de la sociedad civil dedicadas al medio ambiente, pero también con comunidades y empresas. Dar vuelta a la página de una inclinación a imponer, infringir obligaciones como las relacionadas con manifestaciones de impacto ambiental en obras públicas, antagonizar contra activistas ambientales, reducir presupuestos y erosionar el entramado institucional.

El nombramiento de la próxima secretaria del ramo, Alicia Bárcena, actual titular de Relaciones Exteriores, ha sido bien recibido por expertos y organizaciones medioambientales. Bióloga con posgrado en Ecología, cuenta con estudios en administración pública y amplia experiencia en programas de desarrollo económico, tanto como Secretaria Ejecutiva de la Cepal como en la diplomacia. Conocemos de su capacidad de trabajo y disposición para tender puentes.

Ya la Presidenta electa ha señalado la prioridad de un plan nacional de largo plazo para el desafío del agua. Como hemos dicho: más necesario y urgente, imposible. Del combate a la deforestación y la restauración de ecosistemas. Soluciones a la contaminación y a la degradación del patrimonio natural. Parar la pérdida de biodiversidad. Clave: cumplir los compromisos y las responsabilidades de México de reducción de emisiones de efecto invernadero, y prepararnos para lo que viene con el cambio climático. Mitigación y adaptación.

Junto con estos retos, es fundamental, trabajando con otras secretarías y dependencias, pero también con el sector privado, recuperar el impulso que México llegó a tener en energías renovables, para acelerar la transición energética. Encontrar un modelo idóneo que pueda poner en sintonía las líneas ideológicas gubernamentales con las necesidades reales de nuestra economía y de la sustentabilidad. Mejor aún, ir por un sólido plan nacional hacia una economía de cero neto de carbono, como se está haciendo en muchos países.

Con la Secretaría de Economía, insertar la sustentabilidad en la política industrial y de desarrollo económico. Con Hacienda, que ya ha estado trabajando en una estrategia de financiamiento verde de avanzada. Con empresas y universidades, generar sinergias, innovación y cambios en procesos de producción, consumo, reportes de resultados y rendición de cuentas. A nivel internacional, para que México se sitúe entre los países a la vanguardia en la materia.

En el mismo sentido, la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación luce como una gran promesa: dar a todo esto un rol estratégico en la planeación nacional y el lugar que debe tener en la gestión pública.

Algo como lo que hizo Chile en 2018 con el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para consolidar una política de años atrás de impulso a este factor clave para el desarrollo en la era de la economía del conocimiento, y con un enfoque de triple hélice, que esperemos también se cultive aquí: gobierno, academia, empresas.

Incluir las humanidades parece forzado. Va en línea con el cambio del Conacyt a Conahcyt, que, todo indica, se integraría a la nueva secretaría. Sobre todo, se necesita un enfoque de largo plazo, con la consistencia que se requiere en estas áreas para dar frutos. Alineación con objetivos del desarrollo nacional. Más ciencia y tecnología en la formación de niños y jóvenes. Más sinergias y colaboraciones a nivel nacional e internacional. Más recursos, con el conocido objetivo de destinar a esto, como país, el equivalente al 1% del PIB (hoy estamos en menos de 0.4%).

De entrada, la nueva secretaría tiene el reto de una reconciliación gubernamental con la comunidad científica, tras años de antagonismo, al grado de que se persiguió penalmente a científicos notables. Como ha dicho el reconocido científico Antonio Lazcano, una de las primeras cosas por hacer es cerrar esa fractura.

Añadamos que es fundamental parar el sesgo anticientífico promovido en este sexenio, el famoso rechazo “a la ciencia neoliberal”. Enfrente hay una legislación, en revisión en la Suprema Corte, vista por científicos como atentatoria de la independencia que requiere la investigación y la ciencia. Además, el legado de desaparición de fideicomisos y reducciones presupuestales.

Todo indica que la titular de la nueva secretaría, Rosaura Ruiz Gutiérrez, tiene el perfil idóneo para estos retos y oportunidades: bióloga, catedrática e investigadora, primera mujer en presidir la Academia Mexicana de Ciencias, y quien ha asegurado que se escuchará a los científicos, “incluso a los más críticos”. En buena medida, eso está en la base de la ciencia y del verdadero progresismo que sí necesita el país.


Entre los aspectos que llamaron la atención del Gobierno de México saliente está una inclinación a desdeñar al medio ambiente y la ciencia, en contraste con la bandera de progresismo con que se presentaba. No sólo por una toma de decisiones que frecuentemente tuvo más carga ideológica y política que de conocimiento, soporte de evidencia y razón, sino por la hostilidad contra ambientalistas y científicos críticos o que expresaron puntos de vista contrarios.

Hay esperanza de que esto cambie, como lo han declarado tanto organizaciones ambientalistas como la comunidad científica y académica a raíz de los primeros nombramientos del gabinete presidencial entrante, en concreto para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y por la creación de una de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.

La sustentabilidad debe ser prioridad estratégica transversal, y sobre todo, real, no sólo discurso. Cada vez es más evidente lo que estamos perdiendo y enfrentando, y lo que puede venir al no darle su lugar: crisis del agua, efectos del cambio climático, degradación de ecosistemas, contaminación en nuestras ciudades.

Aquí hay un gran reto para reconstruir un marco de confianza y colaboración con sectores de la sociedad involucrados, como las propias organizaciones de la sociedad civil dedicadas al medio ambiente, pero también con comunidades y empresas. Dar vuelta a la página de una inclinación a imponer, infringir obligaciones como las relacionadas con manifestaciones de impacto ambiental en obras públicas, antagonizar contra activistas ambientales, reducir presupuestos y erosionar el entramado institucional.

El nombramiento de la próxima secretaria del ramo, Alicia Bárcena, actual titular de Relaciones Exteriores, ha sido bien recibido por expertos y organizaciones medioambientales. Bióloga con posgrado en Ecología, cuenta con estudios en administración pública y amplia experiencia en programas de desarrollo económico, tanto como Secretaria Ejecutiva de la Cepal como en la diplomacia. Conocemos de su capacidad de trabajo y disposición para tender puentes.

Ya la Presidenta electa ha señalado la prioridad de un plan nacional de largo plazo para el desafío del agua. Como hemos dicho: más necesario y urgente, imposible. Del combate a la deforestación y la restauración de ecosistemas. Soluciones a la contaminación y a la degradación del patrimonio natural. Parar la pérdida de biodiversidad. Clave: cumplir los compromisos y las responsabilidades de México de reducción de emisiones de efecto invernadero, y prepararnos para lo que viene con el cambio climático. Mitigación y adaptación.

Junto con estos retos, es fundamental, trabajando con otras secretarías y dependencias, pero también con el sector privado, recuperar el impulso que México llegó a tener en energías renovables, para acelerar la transición energética. Encontrar un modelo idóneo que pueda poner en sintonía las líneas ideológicas gubernamentales con las necesidades reales de nuestra economía y de la sustentabilidad. Mejor aún, ir por un sólido plan nacional hacia una economía de cero neto de carbono, como se está haciendo en muchos países.

Con la Secretaría de Economía, insertar la sustentabilidad en la política industrial y de desarrollo económico. Con Hacienda, que ya ha estado trabajando en una estrategia de financiamiento verde de avanzada. Con empresas y universidades, generar sinergias, innovación y cambios en procesos de producción, consumo, reportes de resultados y rendición de cuentas. A nivel internacional, para que México se sitúe entre los países a la vanguardia en la materia.

En el mismo sentido, la creación de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación luce como una gran promesa: dar a todo esto un rol estratégico en la planeación nacional y el lugar que debe tener en la gestión pública.

Algo como lo que hizo Chile en 2018 con el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para consolidar una política de años atrás de impulso a este factor clave para el desarrollo en la era de la economía del conocimiento, y con un enfoque de triple hélice, que esperemos también se cultive aquí: gobierno, academia, empresas.

Incluir las humanidades parece forzado. Va en línea con el cambio del Conacyt a Conahcyt, que, todo indica, se integraría a la nueva secretaría. Sobre todo, se necesita un enfoque de largo plazo, con la consistencia que se requiere en estas áreas para dar frutos. Alineación con objetivos del desarrollo nacional. Más ciencia y tecnología en la formación de niños y jóvenes. Más sinergias y colaboraciones a nivel nacional e internacional. Más recursos, con el conocido objetivo de destinar a esto, como país, el equivalente al 1% del PIB (hoy estamos en menos de 0.4%).

De entrada, la nueva secretaría tiene el reto de una reconciliación gubernamental con la comunidad científica, tras años de antagonismo, al grado de que se persiguió penalmente a científicos notables. Como ha dicho el reconocido científico Antonio Lazcano, una de las primeras cosas por hacer es cerrar esa fractura.

Añadamos que es fundamental parar el sesgo anticientífico promovido en este sexenio, el famoso rechazo “a la ciencia neoliberal”. Enfrente hay una legislación, en revisión en la Suprema Corte, vista por científicos como atentatoria de la independencia que requiere la investigación y la ciencia. Además, el legado de desaparición de fideicomisos y reducciones presupuestales.

Todo indica que la titular de la nueva secretaría, Rosaura Ruiz Gutiérrez, tiene el perfil idóneo para estos retos y oportunidades: bióloga, catedrática e investigadora, primera mujer en presidir la Academia Mexicana de Ciencias, y quien ha asegurado que se escuchará a los científicos, “incluso a los más críticos”. En buena medida, eso está en la base de la ciencia y del verdadero progresismo que sí necesita el país.