/ martes 9 de julio de 2024

Blancos que se disfrazan de negros para denunciar el racismo

El periodista Sam Forster se hizo pasar por negro para poner sobre la mesa el polémico tema del racismo estadounidense, ¿pero el fin justifica sus métodos?

Desde mediados del siglo XX, varios periodistas blancos han intentado comprender la complejidad de la experiencia de los negros poniéndose un disfraz.

Uno de ellos fue el periodista canadiense-estadounidense Sam Forster, quien se puso una peluca afro y lentes marrones, se tiñó las cejas y se untó la cara con base líquida Maybelline oscura. Y aunque no logró una gran transformación se volvió, según él, “creíblemente negro”.

Durante dos semanas en septiembre de 2023, Forster fingió pedir ride en siete ciudades diferentes de Estados Unidos: Nashville, Tennessee; Atlanta; Birmingham, Alabama; Los Angeles; Las Vegas; Chicago y Detroit. El primer día en la ciudad, se paraba al costado de la carretera como su yo blanco, viendo quién se detenía. El segundo día, sacó el pulgar, pero con maquillaje oscuro.

El hombre fijó un límite de dos horas para sus experimentos. Durante sus siete días blancos, le ofrecieron siete viajes, pero no los aceptó. Durante los siete días negros siguientes, le ofrecieron un viaje, pero no aceptó. Y especuló que ese día fue una casualidad.

La ‘suplantación racial empática’ se da cuando los blancos se buscan empatizar con la experiencia negra por medio de estos métodos

Forster no es la primera persona blanca que se centra en el debate sobre el racismo estadounidense haciéndose pasar por negro.

Su deseo refleja el de los blancos que aparecen en mi libro de 2017, Negro por un día: fantasías blancas de raza y empatía, que cuenta la historia de lo que yo llamo “suplantación racial empática”, en la que los blancos se entregan a sus fantasías de ser negros con el pretexto de empatizar con la experiencia negra.

Para mí, esos esfuerzos son inútiles, pues terminan reforzando los estereotipos sin abordar el racismo sistémico, al tiempo que confieren un falso sentido de autoridad racial.


Encubierto en el Sur

La genealogía comienza a finales de la década de 1940 con el periodista ganador del Premio Pulitzer Ray Sprigle.

Sprigle, un reportero blanco del Pittsburgh Post-Gazette, decidió que quería experimentar el racismo de posguerra “convirtiéndose” en negro. Después de intentar sin éxito oscurecer su piel más allá del bronceado, Sprigle se afeitó la cabeza, se puso gafas gigantes y durante cuatro semanas navegó por el sur de Jim Crow como un hombre negro de piel clara llamado James Rayel Crawford.

Sprigle documentó cabañas de aparceros en ruinas, escuelas segregadas y mujeres enviudadas por linchamientos. Lo que presenció, pero no experimentó, influyó en su serie de 21 artículos de primera plana para el Post-Gazette. Siguió la serie con la publicación de unas memorias de 1949 ampliamente criticadas, “En la tierra de Jim Crow”. Sprigle nunca ganó ese segundo Pulitzer.

Disfrazarse de negro

El sucesor más famoso de Sprigle, John Howard Griffin, publicó sus memorias, Black Like Me, en 1961.

Al igual que Sprigle, exploró el sur como un hombre negro temporal, oscureciendo su piel con pastillas destinadas a tratar el vitíligo. También usó tintes para igualar el tono de su piel y pasó tiempo bajo una lámpara de bronceado.

Durante sus semanas como “Joseph Franklin”, Griffin se encontró con el racismo en varias ocasiones. Una vez que volvió a ser blanco y se conoció la noticia sobre su experimento racial, sus vecinos blancos de su ciudad natal en Mansfield, Texas, lo colgaron en efigie.

Por su trabajo, Griffin fue elogiado como un icono de la empatía. Dado que, a diferencia de Sprigle, experimentó incidentes racistas, Griffin mostró a los lectores blancos escépticos lo que se negaban a creer: el racismo era real. El libro se convirtió en un éxito de ventas y en una película, y todavía se incluye en los programas escolares.

La importancia de Griffin para esta genealogía se extiende hasta su sucesora y aprendiz, Grace Halsell, una periodista y ex redactora de la administración de Lyndon B. Johnson, quien decidió “convertirse” en una mujer negra, primero en el Harlem de Nueva York, y luego en Mississippi.

Sin consultar a ninguna mujer negra antes de hornear caramelo bajo el sol tropical y recurrir a los médicos de Griffin para que le administraran medicamentos correctivos para el vitíligo, Halsell inicialmente planeó “ser” negra durante un año. Pero después de alegar que alguien intentó agredirla sexualmente mientras trabajaba como empleada doméstica, terminó temprano su etapa como negra.

Aunque su experimento sólo duró seis meses, todavía afirmaba ser alguien que podía representar auténticamente a sus "hermanas más oscuras" en sus memorias de 1969, Soul Sister.

El cambio de fin de siglo

Forster escribe que sus memorias de 2024 son el “cuarto acto” –después de Sprigle, Griffin y Halsell– de lo que él llama “cara negra periodística”.

Sin embargo, no es, como afirma, “la primera persona que cruza seriamente la barrera del color en más de medio siglo”.

Creyendo que distraería la atención de los hallazgos de su experimento, Forster se niega a mostrar a los lectores su cara oscura.

Incluso después de confrontar evidencia que lo obligó a cuestionar la idoneidad de su proyecto, insiste en que sus conocimientos sobre el racismo estadounidense justifican sus métodos.

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La descripción del libro de Forster en Amazon promociona Seven Shoulders como "el libro más importante sobre las relaciones raciales estadounidenses que jamás se haya escrito".

Pero creer que la riqueza de la identidad negra puede entenderse a través de un disfraz, trivializa el trauma vitalicio del racismo y convierte la complejidad de la vida negra en un truco. Por lo tanto, es un importante recordatorio de que la liberación no puede no se puede comprar en la farmacia.


* La autora es académica de la Universidad Estatal de Florida. Traducción de El Sol de México.

Desde mediados del siglo XX, varios periodistas blancos han intentado comprender la complejidad de la experiencia de los negros poniéndose un disfraz.

Uno de ellos fue el periodista canadiense-estadounidense Sam Forster, quien se puso una peluca afro y lentes marrones, se tiñó las cejas y se untó la cara con base líquida Maybelline oscura. Y aunque no logró una gran transformación se volvió, según él, “creíblemente negro”.

Durante dos semanas en septiembre de 2023, Forster fingió pedir ride en siete ciudades diferentes de Estados Unidos: Nashville, Tennessee; Atlanta; Birmingham, Alabama; Los Angeles; Las Vegas; Chicago y Detroit. El primer día en la ciudad, se paraba al costado de la carretera como su yo blanco, viendo quién se detenía. El segundo día, sacó el pulgar, pero con maquillaje oscuro.

El hombre fijó un límite de dos horas para sus experimentos. Durante sus siete días blancos, le ofrecieron siete viajes, pero no los aceptó. Durante los siete días negros siguientes, le ofrecieron un viaje, pero no aceptó. Y especuló que ese día fue una casualidad.

La ‘suplantación racial empática’ se da cuando los blancos se buscan empatizar con la experiencia negra por medio de estos métodos

Forster no es la primera persona blanca que se centra en el debate sobre el racismo estadounidense haciéndose pasar por negro.

Su deseo refleja el de los blancos que aparecen en mi libro de 2017, Negro por un día: fantasías blancas de raza y empatía, que cuenta la historia de lo que yo llamo “suplantación racial empática”, en la que los blancos se entregan a sus fantasías de ser negros con el pretexto de empatizar con la experiencia negra.

Para mí, esos esfuerzos son inútiles, pues terminan reforzando los estereotipos sin abordar el racismo sistémico, al tiempo que confieren un falso sentido de autoridad racial.


Encubierto en el Sur

La genealogía comienza a finales de la década de 1940 con el periodista ganador del Premio Pulitzer Ray Sprigle.

Sprigle, un reportero blanco del Pittsburgh Post-Gazette, decidió que quería experimentar el racismo de posguerra “convirtiéndose” en negro. Después de intentar sin éxito oscurecer su piel más allá del bronceado, Sprigle se afeitó la cabeza, se puso gafas gigantes y durante cuatro semanas navegó por el sur de Jim Crow como un hombre negro de piel clara llamado James Rayel Crawford.

Sprigle documentó cabañas de aparceros en ruinas, escuelas segregadas y mujeres enviudadas por linchamientos. Lo que presenció, pero no experimentó, influyó en su serie de 21 artículos de primera plana para el Post-Gazette. Siguió la serie con la publicación de unas memorias de 1949 ampliamente criticadas, “En la tierra de Jim Crow”. Sprigle nunca ganó ese segundo Pulitzer.

Disfrazarse de negro

El sucesor más famoso de Sprigle, John Howard Griffin, publicó sus memorias, Black Like Me, en 1961.

Al igual que Sprigle, exploró el sur como un hombre negro temporal, oscureciendo su piel con pastillas destinadas a tratar el vitíligo. También usó tintes para igualar el tono de su piel y pasó tiempo bajo una lámpara de bronceado.

Durante sus semanas como “Joseph Franklin”, Griffin se encontró con el racismo en varias ocasiones. Una vez que volvió a ser blanco y se conoció la noticia sobre su experimento racial, sus vecinos blancos de su ciudad natal en Mansfield, Texas, lo colgaron en efigie.

Por su trabajo, Griffin fue elogiado como un icono de la empatía. Dado que, a diferencia de Sprigle, experimentó incidentes racistas, Griffin mostró a los lectores blancos escépticos lo que se negaban a creer: el racismo era real. El libro se convirtió en un éxito de ventas y en una película, y todavía se incluye en los programas escolares.

La importancia de Griffin para esta genealogía se extiende hasta su sucesora y aprendiz, Grace Halsell, una periodista y ex redactora de la administración de Lyndon B. Johnson, quien decidió “convertirse” en una mujer negra, primero en el Harlem de Nueva York, y luego en Mississippi.

Sin consultar a ninguna mujer negra antes de hornear caramelo bajo el sol tropical y recurrir a los médicos de Griffin para que le administraran medicamentos correctivos para el vitíligo, Halsell inicialmente planeó “ser” negra durante un año. Pero después de alegar que alguien intentó agredirla sexualmente mientras trabajaba como empleada doméstica, terminó temprano su etapa como negra.

Aunque su experimento sólo duró seis meses, todavía afirmaba ser alguien que podía representar auténticamente a sus "hermanas más oscuras" en sus memorias de 1969, Soul Sister.

El cambio de fin de siglo

Forster escribe que sus memorias de 2024 son el “cuarto acto” –después de Sprigle, Griffin y Halsell– de lo que él llama “cara negra periodística”.

Sin embargo, no es, como afirma, “la primera persona que cruza seriamente la barrera del color en más de medio siglo”.

Creyendo que distraería la atención de los hallazgos de su experimento, Forster se niega a mostrar a los lectores su cara oscura.

Incluso después de confrontar evidencia que lo obligó a cuestionar la idoneidad de su proyecto, insiste en que sus conocimientos sobre el racismo estadounidense justifican sus métodos.

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Pero creer que la riqueza de la identidad negra puede entenderse a través de un disfraz, trivializa el trauma vitalicio del racismo y convierte la complejidad de la vida negra en un truco. Por lo tanto, es un importante recordatorio de que la liberación no puede no se puede comprar en la farmacia.


* La autora es académica de la Universidad Estatal de Florida. Traducción de El Sol de México.

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