/ lunes 2 de septiembre de 2024

Las escritoras latinoamericanas han construido su nicho entre la ficción y el realismo sucio

Entre las escritoras contemporáneas de Latinoamérica se han formados dos grandes grupos según los temas de su obra: autoras de géneros de irrealidad y de realismos sucios

Si pudiéramos dividir en dos las diversas formas del ecosistema de escritoras latinoamericanas contemporáneas, se dibujarían dos grandes apartados: autoras de géneros de irrealidad y de realismos sucios, considera Alejandra Amatto, doctora en Literatura Hispánica y académica de la UNAM.

Sin embargo, todas inevitablemente han sido marcadas por los contextos particulares de cada país en el que habitan, como las dictaduras militares, la migración, la desaparición forzada, el narcotráfico y muchas otras formas de violencia, incluidas, las que se ejercen contra las mujeres.

“Hay en ellas una diversidad muy interesante que al final se van concentrando en ciertos modelos literarios. Si nosotros pensamos en la primera de las dos tendencias, las irrealidades suceden en los terrenos de la fantasía, la imaginación, la ciencia ficción y los mundos distópicos

Los realismos sucios, que son el otro extremo del péndulo, son aquellas que muestran de manera cruda la violencia, a través de un realismo apabullante”, puntualiza Amatto.

¿Quiénes son las escritoras exponentes de estos géneros?

La experta apunta hacia la argentina Mariana Enríquez como “máxima representante del terror”, y punta de lanza del derrotero de lo “irreal”, autora de reconocidos libros de cuentos, como Los peligros de fumar en la cama o la novela Nuestra parte de la noche.

La crítica también pone énfasis en el trabajo sobre ciencia ficción escrito por la boliviana Liliana Colanzi (1981), que responde a la preocupación de cómo el capitalismo “explota los recursos naturales y despoja a los propietarios originarios”, así como obras de la también argentina Samanta Schweblin (1978), que explora la rareza y lo perverso.

Mientras tanto, en el otro lado del péndulo, el del “realismo sucio”, podemos encontrar como parte de las más destacadas a la mexicana Fernanda Melchor (1982), cronista, y narradora, con la novela Temporada de Huracanes, libro que ocupa el número 82 en la lista del The New York Times que catalogó los 100 mejores libros de la historia traducidos al inglés y que llama la atención como otras obras suyas donde narra la realidad terriblemente violenta de Veracruz, su estado natal.

Fernanda Melchor. Ilustración: Daniel Rey

Aparte, de Melchor, en este duro apartado, Amatto, menciona a Claudia Salazar Jiménez, autora de la novela La sangre de la aurora, con la que pretendió describir el modo en que las mujeres ingresaron a conflictos armados como parte de la guerrilla en Perú a finales del siglo XX. Esta última es considerada por la BBC como una de las 10 obras recomendables.

En todos los casos, estas escritoras han ganado diversos premios, tanto en sus países de origen como en los que residen desde hace tiempo.

Amatto considera que también hay mucha mayor diversidad en los terrenos de la “autoficción” o de “las escrituras del yo”, del cual la también mexicana Cristina Rivera Garza es un importante representante, pues en sus publicaciones muestra sus dotes como investigadora de archivos, así como su capacidad literaria para narrarlo de una forma única.

Al rescate de archivos inéditos de autoras

En todo este gran auge de novedades editoriales hay otro hecho digno de ser estudiado, el cual consiste en un sinfín de trabajos de particulares e instituciones en la búsqueda de materiales perdidos u olvidados en los archivos de diferentes autoras.

Esto ha generado un fenómeno por partida doble “el rescate de obra invaluable para la literatura y la construcción de diferentes tradiciones, a través de autoras vivas que leen este tipo de publicaciones”, un hecho que no sólo se trata porque sean mujeres sino porque “es buena literatura”.

Sobre estos ejemplos, Alejandra Amatto menciona el caso del proyecto Vindictas, de la UNAM, que ha sacado del olvido a una significativa cantidad de mujeres autoras, en todos los géneros literarios donde figuran personajes como Asunción Izquierdo (1910-1978) y María Luisa Mendoza (1931-1908).

“Es muy importante que se sepa que la crítica y la teoría literaria que no se limita, como decimos coloquialmente, ‘a estudiar únicamente a viejos rancios’, sino a tratar de comprender de una manera útil y clara la obra feminista de nuestro tiempo”, asegura.

La tarea termina siendo un reto, sostiene la académica, pues en la actualidad la crítica enfrenta un reto sin precedentes debido a la cantidad de libros publicados por mujeres y la inmediatez con la que se viven las obras de autoras latinoamericanas alrededor del mundo.

Pero no sólo están estos ejemplos institucionales, también los hay a partir de investigaciones individuales, como la de la escritora y académica Diana del Ángel, quien logró convencer al hijo de la poeta guatemalteca Alaíde Foppa a abrir su archivo, el cual había permanecido cerrado por más de 40 años y ahora está en planes la publicación textos inéditos de esta autora pionera del feminismo en Latinoamérica.

La escritora mexicana Brenda Navarro. Ilustración: Daniel Rey


“Hay que pensar bien las tradiciones. Estas investigaciones ayudan a entender que la literatura latinoamericana empezó desde cero. A veces, en la actualidad, se cree que las autoras están descubriendo algo nuevo en su literatura, pero en realidad no es así y responde a esa generación de escritoras”, afirma la académica.

Las escritoras que vienen empujando

Pero, hablando de tradiciones, al ser 30 años un tiempo considerable para la formación de varias autoras, hoy en día empiezan a sonar nuevos nombres, como las novelistas Ave Barrera, Aura García-Junco, Valeria Luiselli, Socorro Venegas, o Brenda Navarro.

Sin embargo, Amatto considera que aún no hay una respuesta a la pregunta de si ya se puede hablar de generaciones de mujeres escritoras.

“Es complicado porque hoy más que nunca nos estamos enfrentando a algo que antes no sucedía como ahora: la inmediatez. Hoy con la gran facilidad de publicación en formatos digitales hay una gran cantidad de libros nuevos que a los académicos nos implica mucho esfuerzo intelectual para leer la mayoría y a parte analizar cada texto. La verdad, creo que esto es algo que, para entender bien y saber quién se queda y forma parte de la tradición, será interesante de comprender en 10 años, cuando menos”, apunta.

Un fenómeno global

A pesar de que hay un auge de escritoras latinoamericanas cada vez más presente, lo cierto es que no se trata de un fenómeno exclusivamente regional, sino que, como afirma Amatto, se está haciendo presente en todo el mundo.

La académica de la UNAM destaca también que este no es un fenómeno limitado a la literatura, se extiende a disciplinas como la arquitectura, la medicina o el derecho, y queda patente en las ganadoras de los premios más importantes de los últimos años.

Esto se puede comprobar al ver la lista de galardonados con el Premio Nobel de Literatura. Hasta de la década de los 50 a los 70 del siglo pasado sólo hubo una mujer galardonada. A partir de la década de los 90 se alcanzó un 30 por ciento, en los dos miles 40 por ciento; en 2010 de nuevo 30 por ciento y 50 por ciento en el actual decenio.

Sobre la presencia de cada vez mayor número de autoras en el mundo, la escritora Jennifer Clemment, quien fue presidenta del PEN Club Internacional, que es la más importante asociación de escritores del mundo, considera que, a pesar de que ha habido progresos significativos, aún se tiene que trabajar para alcanzar esa anhelada paridad de género.

“Cuando yo estuve al frente del PEN vimos que cada vez hay más mujeres que escriben y ganan premios, específicamente en inglés, casi a la par. Sin embargo, el 96 por ciento de las novelas que se escribían se hacían con hombres como protagonistas. Esto nos dice que aún favorecemos las historias de los hombres”, dice la escritora.

Clemment considera que para el canon de literatura anglosajona aún hay mucho que descubrir de lo proveniente de otras latitudes como la misma América Latina.

Sara Uribe. Ilustración: Daniel Rey


Se publica a escritoras, pero, ¿se leen?

En contraste con tan alentador momento para las letras escritas por mujeres latinoamericanas, las cuales han logrado conformar diversos grupos de públicos fieles y pendientes de cada una de sus publicaciones y movimientos en distintas partes del mundo, la realidad de su lectura, al menos en México, no es tan buena como se podría esperar.

Esto se puede ver en las últimas métricas publicadas por el Módulo sobre Lectura (MOLEC) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en las que se indica que en México sólo el 68.5 por ciento de la población alfabeta mayor de 18 años ha leído algún tipo de contenido en cualquier formato, ya sea impreso o digital (71.7 por ciento hombres y 65.7 por ceinto mujeres). Un resultado que representa, de hecho, un retroceso de 12.3 puntos porcentuales en comparación con 2016.

Giordana García Sojo. Ilustración: Daniel Rey

Por si fuera poco, de ese total de población lectora, sólo el 40.8 por ciento aseguró haber leído por lo menos un libro en los últimos doce meses; mientras que un 37.7 por ciento leyó en páginas de Internet, foros o blogs; un 23.6 por ciento dijo que leyó revistas; un 18.5 por ciento, periódicos, y 6.1 por ciento, historietas.

De todos los lectores encuestados el análisis hecho por INEGI arrojó que el promedio de libros que leyeron los mexicanos en 2023 es de 3.4, un retroceso de 0.5 por ciento en comparación con 2022.

De esos lectores, 44.6 por ciento aseguró leer por entretenimiento. En cuanto a motivos de lectura por trabajo o estudio y cultura general, el análisis encontró que leyeron más hombres que mujeres, con un 8.5 y 3.0 puntos porcentuales, respectivamente. Mientras que por motivos de religión y entretenimiento las mujeres resultaron mayoritarias con 5.9 y 5.4. Números que nos dicen que aún queda mucho por hacer para que las letras de las mujeres sean leídas por la mayoría de la población mexicana.

Si pudiéramos dividir en dos las diversas formas del ecosistema de escritoras latinoamericanas contemporáneas, se dibujarían dos grandes apartados: autoras de géneros de irrealidad y de realismos sucios, considera Alejandra Amatto, doctora en Literatura Hispánica y académica de la UNAM.

Sin embargo, todas inevitablemente han sido marcadas por los contextos particulares de cada país en el que habitan, como las dictaduras militares, la migración, la desaparición forzada, el narcotráfico y muchas otras formas de violencia, incluidas, las que se ejercen contra las mujeres.

“Hay en ellas una diversidad muy interesante que al final se van concentrando en ciertos modelos literarios. Si nosotros pensamos en la primera de las dos tendencias, las irrealidades suceden en los terrenos de la fantasía, la imaginación, la ciencia ficción y los mundos distópicos

Los realismos sucios, que son el otro extremo del péndulo, son aquellas que muestran de manera cruda la violencia, a través de un realismo apabullante”, puntualiza Amatto.

¿Quiénes son las escritoras exponentes de estos géneros?

La experta apunta hacia la argentina Mariana Enríquez como “máxima representante del terror”, y punta de lanza del derrotero de lo “irreal”, autora de reconocidos libros de cuentos, como Los peligros de fumar en la cama o la novela Nuestra parte de la noche.

La crítica también pone énfasis en el trabajo sobre ciencia ficción escrito por la boliviana Liliana Colanzi (1981), que responde a la preocupación de cómo el capitalismo “explota los recursos naturales y despoja a los propietarios originarios”, así como obras de la también argentina Samanta Schweblin (1978), que explora la rareza y lo perverso.

Mientras tanto, en el otro lado del péndulo, el del “realismo sucio”, podemos encontrar como parte de las más destacadas a la mexicana Fernanda Melchor (1982), cronista, y narradora, con la novela Temporada de Huracanes, libro que ocupa el número 82 en la lista del The New York Times que catalogó los 100 mejores libros de la historia traducidos al inglés y que llama la atención como otras obras suyas donde narra la realidad terriblemente violenta de Veracruz, su estado natal.

Fernanda Melchor. Ilustración: Daniel Rey

Aparte, de Melchor, en este duro apartado, Amatto, menciona a Claudia Salazar Jiménez, autora de la novela La sangre de la aurora, con la que pretendió describir el modo en que las mujeres ingresaron a conflictos armados como parte de la guerrilla en Perú a finales del siglo XX. Esta última es considerada por la BBC como una de las 10 obras recomendables.

En todos los casos, estas escritoras han ganado diversos premios, tanto en sus países de origen como en los que residen desde hace tiempo.

Amatto considera que también hay mucha mayor diversidad en los terrenos de la “autoficción” o de “las escrituras del yo”, del cual la también mexicana Cristina Rivera Garza es un importante representante, pues en sus publicaciones muestra sus dotes como investigadora de archivos, así como su capacidad literaria para narrarlo de una forma única.

Al rescate de archivos inéditos de autoras

En todo este gran auge de novedades editoriales hay otro hecho digno de ser estudiado, el cual consiste en un sinfín de trabajos de particulares e instituciones en la búsqueda de materiales perdidos u olvidados en los archivos de diferentes autoras.

Esto ha generado un fenómeno por partida doble “el rescate de obra invaluable para la literatura y la construcción de diferentes tradiciones, a través de autoras vivas que leen este tipo de publicaciones”, un hecho que no sólo se trata porque sean mujeres sino porque “es buena literatura”.

Sobre estos ejemplos, Alejandra Amatto menciona el caso del proyecto Vindictas, de la UNAM, que ha sacado del olvido a una significativa cantidad de mujeres autoras, en todos los géneros literarios donde figuran personajes como Asunción Izquierdo (1910-1978) y María Luisa Mendoza (1931-1908).

“Es muy importante que se sepa que la crítica y la teoría literaria que no se limita, como decimos coloquialmente, ‘a estudiar únicamente a viejos rancios’, sino a tratar de comprender de una manera útil y clara la obra feminista de nuestro tiempo”, asegura.

La tarea termina siendo un reto, sostiene la académica, pues en la actualidad la crítica enfrenta un reto sin precedentes debido a la cantidad de libros publicados por mujeres y la inmediatez con la que se viven las obras de autoras latinoamericanas alrededor del mundo.

Pero no sólo están estos ejemplos institucionales, también los hay a partir de investigaciones individuales, como la de la escritora y académica Diana del Ángel, quien logró convencer al hijo de la poeta guatemalteca Alaíde Foppa a abrir su archivo, el cual había permanecido cerrado por más de 40 años y ahora está en planes la publicación textos inéditos de esta autora pionera del feminismo en Latinoamérica.

La escritora mexicana Brenda Navarro. Ilustración: Daniel Rey


“Hay que pensar bien las tradiciones. Estas investigaciones ayudan a entender que la literatura latinoamericana empezó desde cero. A veces, en la actualidad, se cree que las autoras están descubriendo algo nuevo en su literatura, pero en realidad no es así y responde a esa generación de escritoras”, afirma la académica.

Las escritoras que vienen empujando

Pero, hablando de tradiciones, al ser 30 años un tiempo considerable para la formación de varias autoras, hoy en día empiezan a sonar nuevos nombres, como las novelistas Ave Barrera, Aura García-Junco, Valeria Luiselli, Socorro Venegas, o Brenda Navarro.

Sin embargo, Amatto considera que aún no hay una respuesta a la pregunta de si ya se puede hablar de generaciones de mujeres escritoras.

“Es complicado porque hoy más que nunca nos estamos enfrentando a algo que antes no sucedía como ahora: la inmediatez. Hoy con la gran facilidad de publicación en formatos digitales hay una gran cantidad de libros nuevos que a los académicos nos implica mucho esfuerzo intelectual para leer la mayoría y a parte analizar cada texto. La verdad, creo que esto es algo que, para entender bien y saber quién se queda y forma parte de la tradición, será interesante de comprender en 10 años, cuando menos”, apunta.

Un fenómeno global

A pesar de que hay un auge de escritoras latinoamericanas cada vez más presente, lo cierto es que no se trata de un fenómeno exclusivamente regional, sino que, como afirma Amatto, se está haciendo presente en todo el mundo.

La académica de la UNAM destaca también que este no es un fenómeno limitado a la literatura, se extiende a disciplinas como la arquitectura, la medicina o el derecho, y queda patente en las ganadoras de los premios más importantes de los últimos años.

Esto se puede comprobar al ver la lista de galardonados con el Premio Nobel de Literatura. Hasta de la década de los 50 a los 70 del siglo pasado sólo hubo una mujer galardonada. A partir de la década de los 90 se alcanzó un 30 por ciento, en los dos miles 40 por ciento; en 2010 de nuevo 30 por ciento y 50 por ciento en el actual decenio.

Sobre la presencia de cada vez mayor número de autoras en el mundo, la escritora Jennifer Clemment, quien fue presidenta del PEN Club Internacional, que es la más importante asociación de escritores del mundo, considera que, a pesar de que ha habido progresos significativos, aún se tiene que trabajar para alcanzar esa anhelada paridad de género.

“Cuando yo estuve al frente del PEN vimos que cada vez hay más mujeres que escriben y ganan premios, específicamente en inglés, casi a la par. Sin embargo, el 96 por ciento de las novelas que se escribían se hacían con hombres como protagonistas. Esto nos dice que aún favorecemos las historias de los hombres”, dice la escritora.

Clemment considera que para el canon de literatura anglosajona aún hay mucho que descubrir de lo proveniente de otras latitudes como la misma América Latina.

Sara Uribe. Ilustración: Daniel Rey


Se publica a escritoras, pero, ¿se leen?

En contraste con tan alentador momento para las letras escritas por mujeres latinoamericanas, las cuales han logrado conformar diversos grupos de públicos fieles y pendientes de cada una de sus publicaciones y movimientos en distintas partes del mundo, la realidad de su lectura, al menos en México, no es tan buena como se podría esperar.

Esto se puede ver en las últimas métricas publicadas por el Módulo sobre Lectura (MOLEC) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en las que se indica que en México sólo el 68.5 por ciento de la población alfabeta mayor de 18 años ha leído algún tipo de contenido en cualquier formato, ya sea impreso o digital (71.7 por ciento hombres y 65.7 por ceinto mujeres). Un resultado que representa, de hecho, un retroceso de 12.3 puntos porcentuales en comparación con 2016.

Giordana García Sojo. Ilustración: Daniel Rey

Por si fuera poco, de ese total de población lectora, sólo el 40.8 por ciento aseguró haber leído por lo menos un libro en los últimos doce meses; mientras que un 37.7 por ciento leyó en páginas de Internet, foros o blogs; un 23.6 por ciento dijo que leyó revistas; un 18.5 por ciento, periódicos, y 6.1 por ciento, historietas.

De todos los lectores encuestados el análisis hecho por INEGI arrojó que el promedio de libros que leyeron los mexicanos en 2023 es de 3.4, un retroceso de 0.5 por ciento en comparación con 2022.

De esos lectores, 44.6 por ciento aseguró leer por entretenimiento. En cuanto a motivos de lectura por trabajo o estudio y cultura general, el análisis encontró que leyeron más hombres que mujeres, con un 8.5 y 3.0 puntos porcentuales, respectivamente. Mientras que por motivos de religión y entretenimiento las mujeres resultaron mayoritarias con 5.9 y 5.4. Números que nos dicen que aún queda mucho por hacer para que las letras de las mujeres sean leídas por la mayoría de la población mexicana.

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