Se ha filtrado o divulgado información secreta o confidencial de la Casa Blanca sobre una conversación que tuvieron los presidentes Peña Nieto y Trump el pasado 27 de enero, misma que fue publicada por The Washington Post.
Lo que llama la atención al respecto es que la crítica de esto se ha dirigido más al hecho de divulgarla que a la revelación indebida de algo “privado”, en especial por el tono grosero, indirecto e incluso injurioso, impropio de la diplomacia, que empleó Trump en sus palabras. Si nos atenemos a tal divulgación no hay duda de que Trump ofendió a Peña Nieto, “jugueteó” con él. A lo que voy es a lo siguiente. Divulgada dicha conversación se ponen de manifiesto términos inaceptables en un diálogo telefónico de excepcional importancia política, por lo que no haber reaccionado al agravio es prácticamente aceptarlo.
Trump no maltrató o menoscabó a Enrique Peña Nieto, sino al presidente de México, al que con palabras nada coloquiales sino incorrectas llamaba con frecuencia “Enrique”. No estaban en una mesa de café sino en una conversación entre dos jefes de Estado. La prueba es que Peña Nieto siempre le dijo al otro “señor Presidente”. Desde luego él puso en claro que México no pagaría por el muro fronterizo aunque “pidiendo” que Trump considerara y respetara la postura mexicana, a lo que éste respondió amenazantemente que él proponía “una solución más simple”, o sea, poner aranceles en la frontera. Peña a su vez repuso: “Le pido, señor Presidente, que nos conceda (sic) un espacio para buscar una nueva solución entre nuestros dos países”. A mi juicio ese no debió ser el tono, por supuesto que tampoco exigir pero sí por ejemplo espetarle una expresión como “debemos acordar”. Lo contrario revela, diplomática y políticamente, algo distinto a la prudencia y que corresponde a debilidad, a falta de vigor, a carencia de energía. Peña Nieto hablaba, y no hay que perderlo de vista, como el representante de un país soberano. ¿Así habla un país soberano con dignidad y decoro, honor y respeto?
Ahora bien, en lo concerniente al narcotráfico, a las drogas, Trump le achacó todo a México, es decir, la responsabilidad incluso del consumo desenfrenado que millones de norteamericanos hacen de aquéllas, constituyendo un mercado sucio, criminal y deprimente; y mucho antes de que Calderón con una política fuera de cálculo y previsión destapara la cloaca. Esto último se le tuvo que expresar a Trump de manera rotunda y categórica, lo que no se hizo; por lo que él volvió a las andadas con palabras de una retórica barata y hasta insultante, al referirse despectivamente a nuestro ejército y a los “hombres muy rudos” con los que Peña Nieto necesita “ayuda”. Luego aludió a que el Presidente mexicano “no ha hecho un buen trabajo en su combate con el narcotráfico”. “Estamos dispuestos –manifestó Trump- a ayudarte con eso a lo grande, tal vez tu milicia les teme, te ayudaremos con eso porque está completamente fuera de control”. Más claro ni el agua, siendo que han sido débiles las respuestas a su agresión verbal, de poca fuerza y resistencia. Por mi parte me parece muy claro que en esa interlocución telefónica no sólo participó Enrique Pena Nieto sino el Presidente, insisto, de un país soberano. En consecuencia hablaba México. ¿Así hablamos con un agresor verbal de ímpetu desmedido? ¿Y nuestra tradición histórica, nuestros principios republicanos, a dónde fueron a dar? Trump de plano nos despreció, nos desestimó y desairó. ¿Qué queda frente a él? ¿La diplomacia esquiva que se retrae, que se retira y que casi se excusa? ¡Ese no es México!
@RaulCarranca
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