/ domingo 17 de noviembre de 2024

Adaptaciones litúrgicas indígenas

MIRAR.- Por fin, el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con la autoridad del Papa, con fecha 8 de noviembre de este año, ha concedido la esperada recognitio de algunas adaptaciones litúrgicas para la celebración de la santa Misa en las etnias tseltal, tsotsil, ch’ol, tojolabal y zoque de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas.

Es el reconocimiento oficial de la Iglesia por el que esas adaptaciones se aprueban como válidas y legítimas; son liturgia de la Iglesia, y no sólo usos y costumbres que se vean con desconfianza. Esto es muy significativo, pues es el segundo caso en toda la historia postconciliar en que se aprueban adaptaciones litúrgicas; el otro fue para las diócesis del Zaire, en Africa. Estos ritos son una forma de encarnación de la fe en expresiones muy propias de estas culturas. No los inventamos nosotros, sino que asumimos lo que ellos viven y que es conforme al rito romano. Si en algunas costumbres indígenas hay desviaciones, podemos ayudarles a llegar a su plenitud en Cristo y en su Iglesia.

Se aprobaron danzas rituales en el ofertorio, en la oración de los fieles o en la acción de gracias después de la comunión. No son folclor, sino movimientos sencillos de toda la asamblea, monótonos, contemplativos, acompañados de música tradicional, y que expresan lo mismo que el rito romano, pero en otra forma cultural. No se cambia el contenido de la Misa, sino la forma de expresarlo.

Se aprobó que sean mujeres, una, dos o tres, las que ejerzan el ministerio de incensadoras en la Misa, en vez del sacerdote. Una vez que éste impone y bendice el incienso, ella o ellas inciensan el altar, las imágenes, el evangeliario, a los ministros y a la asamblea. Lo hacen no con el incensario común, sino con un sahumerio propio de la cultura. Esto no es una reivindicación feminista, sino algo tradicional en estos pueblos originarios; son ellas quienes inciensan en las oraciones tradicionales.

Se aprobó también que un laico, hombre o mujer, en algunas regiones conocidos como principal o principala, que son personas de reconocida relevancia moral, dirijan ciertas partes de la oración comunitaria, sea al principio de la Misa, para iniciar a la comunidad en la celebración, para nombrar las intenciones y para pedir perdón, sea en la oración de los fieles, después de que el sacerdote hace la invitación inicial y cierra con la oración conclusiva, sea después de la comunión como acción de gracias, que el sacerdote concluye con la oración postcomunión. Esto no es quitar al sacerdote su servicio como presidente de la asamblea, pues es él quien está al frente de la celebración. Ese laico promueve y guía la oración de todos. Es otra forma de que la asamblea participe; no se cambia el contenido del rito romano, sino su expresión cultural.

DISCERNIR

Ya el Concilio Vaticano II dijo: “La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos”.

ACTUAR

Que esta aprobación anime el proceso para promover adaptaciones semejantes en otros grupos indígenas. Para ello, esperamos que los obispos y agentes de pastoral tengan interés en dar valor litúrgico a muchas expresiones católicas de nuestros grupos originarios, y no los vean como simple folclore o reductos de tiempos pasados, ni los desprecien o condenen como sincretismo y paganismo.


Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

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