Al igual que en el antiguo tango, el PAN podría cantar con desaliento la triste realidad que vive, ya perdida su identidad: “Ahora, cuesta abajo en mi rodada, las ilusiones pasadas yo no las puedo arrancar. Sueño con el pasado que añoro y el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá.”
El pasado que sueñan y añoran, y el tiempo viejo que lloran la mayoría de los militantes del Partido Acción Nacional, es el de las duras épocas en que cumplía su histórico papel en la oposición frente al hegemónico y autoritario Partido Revolucionario Institucional, cuando los panistas estaban empeñados en lo que Manuel Gómez Morín, el fundador, definió así: “No olvidemos que nuestro deber es permanente, no lucha de un día, sino brega de eternidad.”
Fue lento el ascenso del PAN en la vida pública del país a partir de septiembre de 1939 en que se constituyó como partido. Tan lento, que su destino manifiesto parecía retenerlo en la oposición y obstaculizar su acceso al poder. El propio fundador reconocía esa situación: “No hemos tenido mucha ansiedad de llegar a los puestos de gobierno. Reconocemos inclusive que si mañana, por uno de esos trastornos políticos a fondo, Acción Nacional tuviera que hacerse cargo del gobierno, tendría que hacer un esfuerzo intenso para formar un equipo.”
¡Y no se equivocó Gómez Morin! Cuando en el 2000 el PAN llegó a Los Pinos gracias a la valiosa intervención de Ernesto Zedillo, el presidente Vicente Fox tuvo que echar mano de los “head hunters” para formar su gabinete.
Fue al comenzar la década de los años noventa, durante el régimen de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuando el PAN inició su ascenso al poder y, simultáneamente, el descenso en sus principios fundacionales. La caída imparable —la rodada— comenzó con el pragmatismo político que empujó a sus líderes a abandonar las tesis de Manuel Gómez Morín, quien había definido al partido como: “Una asociación de ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos. Asociación de ciudadanos, no de políticos. Qué bueno que haya entre nosotros personas dedicadas a la política. Ojalá que sean las mejores, pero ésta no es una asociación de profesionales de la política.”
A pesar de los buenos deseos de Gómez Morín, los profesionales de la política marginaron a los ciudadanos y se hicieron del control del PAN; llegaron a la Presidencia de la República con Vicente Fox y repitieron el triunfo con Felipe Calderón. Y hasta ahí llegaron esos políticos supuestamente profesionales, porque demostraron que no eran —no son— los mejores. Tal vez tampoco son los peores, pero no forman aquella gómezmorinista “asociación de ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos”.
Los panistas profesionales fueron echados de la residencia oficial de Los Pinos el 1 de diciembre de 2012. Desde entonces empezaron a destrozarse en batallas campales internas que ha convertido a su partido en sombra de lo que fue. Hoy, con 85 años de vida, vive la peor etapa de su existencia y no hay en el horizonte cercano nada que permita suponer una mejoría, aunque sea leve, en la grave enfermedad de guerra por el poder y por el dinero que amenaza la estabilidad interna de ese organismo político.
@LuisSotoAgenda