Por Oscar Ocampo
El conflicto en Ucrania ha puesto a Occidente —y especialmente a Europa— frente al espejo. Los valores de la democracia liberal han demostrado ser más resilientes de lo que hubiera parecido hace menos de una década. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha mostrado un sentido de aglutinamiento no visto desde inicios de siglo. Al mismo tiempo, la Unión Europea —y el Reino Unido— avanzan gradualmente hacia una menor dependencia de Estados Unidos en materia de seguridad y defensa. Esta es la Europa que la Francia de Emmanuel Macron aspira a liderar mientras que Alemania sigue sin encontrar su lugar en el continente. La indefinición alemana es, quizá, el principal obstáculo para que la Unión Europea avance hacia una integración que le permita responder de forma más ágil y eficiente a las amenazas de seguridad y defensa en sus fronteras.
Esta situación no es nueva. Ha sido la constante del país a lo largo de su historia. La posición geográfica de Alemania anclada en Europa Central, sumada a su fuerza económica y política —que no militar—, hacen del país el actor clave para desenredar el nudo gordiano que son las relaciones con los países del antiguo bloque socialista.
Hoy el gobierno socialdemócrata del canciller Olaf Scholz enfrenta el reto triple de balancear la reticencia de su país a tomar un papel central en los asuntos exteriores —especialmente en cuestiones militares, pero también comerciales—, la cercanía histórica de su país y especialmente de su partico con Rusia, así como el cierre de las centrales nucleares en Alemania y la dependencia del gas ruso.
Después de 16 años al frente del gobierno, la administración de Angela Merkel se caracterizó por su liderazgo renuente durante las crisis que le tocó enfrentar a nivel internacional. De forma contraintuitiva, sus mayores éxitos en política exterior se dieron cuando su gobierno se vio obligado a asumir un liderazgo asertivo en la crisis del euro, el rescate a Grecia y, más importante, la decisión de abrir las fronteras en 2015 para recibir más de un millón de refugiados, en su mayoría sirios, pero también de otros lugares de Medio Oriente y África del Norte.
El partido de Scholz, los socialdemócratas (SPD), han tenido una cercanía histórica con Moscú, desde la Ostpolitik (la política de acercamiento a los países del otro lado de la cortina de hierro) del canciller Willy Brandt en los sesenta y setenta hasta la amistad a nivel jefes de gobierno entre el canciller Gerhard Schröder y Vladimir Putin en los dos mil. Cabe destacar que el alemán fungió como consejero de la gasera rusa Gazprom hasta el inicio del conflicto en Ucrania.
El principal error del gobierno Merkel en la parte geopolítica fue ceder ante la presión del Partido Verde alemán después del incidente nuclear de Fukushima en 2011 y eliminar paulatinamente la energía nuclear de la matriz energética del país, incrementando el peso del gas proveniente de Rusia. Importar insumos básicos no tiene por qué ser una mala noticia, siempre y cuando los países proveedores sean aliados, de lo contrario el riesgo de seguridad energética es elevado. Este ha sido el caso del país que, a pesar de ser punta de lanza en la transición energética, ha tenido que reactivar centrales carboeléctricas para reducir su dependencia de Rusia.
Un primer paso para una agenda alemana hacia Europa es aprovechar la coyuntura para estrechar la colaboración con el gobierno de Macron dentro de la Unión Europea y con el de Rishi Sunak en el Reino Unido para impulsar una estrategia europea de seguridad y defensa que incluya a las islas británicas. En segundo lugar, Alemania —la potencia exportadora de Europa— debe reforzar su liderazgo a partir de una política comercial ambiciosa, abierta, que promueva tratados comerciales de última generación con el resto del mundo, incluida la ratificación de la modernización del Acuerdo Global con México. Tercero, reconsiderar un retorno de la energía nuclear a la matriz de generación eléctrica para acelerar la transición energética, basados en tecnología punta de lanza que minimice riesgos. Finalmente, promover una reforma al Parlamento Europeo para dar mayor representatividad al ciudadano europeo, no a los gobiernos nacionales en turno y reducir el déficit democrático del organismo supranacional. El compromiso alemán con la idea de Europa es indispensable para avanzar hacia una mayor integración en las áreas críticas para garantizar la seguridad el continente en el siglo XXI.
*Oscar Ocampo es integrante de la Unidad de Estudio y Reflexión de Europa+ del COMEXI. Es coordinador de Energía en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)). Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la posición institucional.