/ miércoles 11 de mayo de 2022

América Latina: crecimiento, seguridad y geopolítica 

Para mi abuela Raquel, que descanse en paz


En días recientes, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), anunció una reducción en las expectativas de crecimiento de México para el 2022. De acuerdo con este organismo de la ONU que bastante ha contribuido a la región, nuestro país tendría una tasa de crecimiento de 1.7%, algo que contrasta con la estimación de 2.5% anunciada por el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público el pasado miércoles.

Independientemente de las diferencias en las estimaciones para México, la reducción en la expectativa de crecimiento fue generalizada a nivel regional. Específicamente, se prevé que para este año, América Latina y el Caribe tenga una tasa de crecimiento de 1.8%. De modo que tenemos países como Colombia cuya tasa de crecimiento se redujo a 4.8% o la de Panamá a 6.3%, mientras que Brasil y Paraguay registrarían un crecimiento de 0.4% y 0.7%, respectivamente.

Es importante señalar dos variables geopolíticas a nivel global que han influido en estas nuevas estimaciones de crecimiento para la región en su conjunto. Por una parte, conviene recordar que seguimos inmersos en un escenario post-pandemia, en una de las regiones más afectadas por la Covid-19. La propia CEPAL estimó en su momento un retraso de dos años en la recuperación económica a nivel regional, como consecuencia de la severidad de la pandemia y un acceso insuficiente a vacunas.

Segundo, y lo más vigente, las implicaciones económicas que ha tenido la invasión rusa a Ucrania –algo que, dicho sea de paso, no se vislumbra un final pronto sino al contrario. Concretamente, el conflicto bélico en Ucrania ha agudizado la inflación en la región de América Latina y el Caribe por dos motivos principales. Primero, la guerra ha trastocado nuevamente las cadenas de suministro globales y, por lo tanto, la disminución del comercio mundial. Segundo, ha provocado un aumento en el precio de las materias primas –o commodities– asociadas a los hidrocarburos (particularmente el precio del petróleo), algunos metales (como el oro pero también el níquel, esencial en las industrias del acero y autos), alimentos (principalmente el trigo) y fertilizantes.

Ahora bien, eventos como la pandemia y, más recientemente, la guerra en Europa del Este dan testimonio de cómo un evento geopolítico –ya sea de carácter sanitario o diplomático-militar– tiene ramificaciones económicos que, a su vez, alimentan otras dinámicas geopolíticas o de riesgo político. Señalo algunas y con esto concluyo.

Para México, por ejemplo, la inflación ocasionada por un evento tan lejano –en apariencia– como la guerra en Ucrania, puede ser un factor que afecte al partido en el gobierno camino al proceso electoral de junio próximo. Por otra parte, la falta de crecimiento en la región intensificaría los flujos migratorios hacia Estados Unidos, algo que será un tema de política exterior para México y, seguramente, también de política interior.

Para América Latina y el Caribe, una reducción en el crecimiento aumentaría el grado de conflictividad social en la región, sobre todo si consideramos que se han visto repetidas manifestaciones, incluso violentas, en países como Bolivia, Colombia o Perú. Otra implicación para la región derivada de un crecimiento económico insuficiente, es el creciente traslado de la competencia global por el poder al Hemisferio Occidental. Específicamente, será de interés analizar la creciente presencia de China en el Hemisferio, sobre todo a través de cooperación económica a países latinoamericanos.