/ miércoles 10 de junio de 2020

Austeridad y pandemia hunden al sector cultural

Por: Eduardo Cruz Vázquez

¿Hubo épocas felices del gasto público en cultura? En un primer reflejo, se puede señalar la etapa que va de 1930 y 1970. Las instituciones culturales nacen y se expanden en el territorio bajo la férula del priismo, le acompañan en sus tareas el surgimiento de numerosas universidades públicas y privadas, se incorpora una intención filantrópica, así como la acción de la sociedad civil, a través de las facilidades fiscales. Los negocios al amparo de las industrias culturales generan una amplia base trabajadora vinculada a los procesos creativos. La cooperación internacional goza de dinamismo y las empresas transnacionales, sobre todo estadounidenses, ven en nuestro mercado un sensacional afluente.

En un segundo reflejo, diremos que al finalizar los años 60, México tiene un sector cultural robusto. Pese a las crisis económicas de la década de los 70, el bastión de los bienes y servicios culturales se sostiene. Sin embargo, el gasto público sufre un importante atorón en la debacle económica del sexenio de Miguel de la Madrid. La solución al desgaste histórico del aparato gubernamental fue el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, las instancias creadas bajo la administración de Carlos Salinas de Gortari.

En un tercer reflejo diremos que en ese sexenio los recursos públicos fluyen abundantemente; la diversificación sectorial, bajo el influjo de la apertura comercial y las privatizaciones, cambia la dinámica del sector, no sin desproteger muchos intereses de la política cultural. El presidente Ernesto Zedillo así lo asumió, aunque la crisis del “error de diciembre” de 1994, le obligara a acotar los flujos de dinero al enorme, gigantesco, aparato cultural mexicano, entendido en tres grandes dimensiones: lo vinculado a los distintos niveles de gobierno, lo que atañe a la participación de las organizaciones no gubernamentales y las instituciones de educación superior, y la intervención empresarial en el mercado.

Alternancia, continuidad y debacle

En la década de los 90 inicia un camino que permitirá, muchos años después de la mano del INEGI, contar con cifras confiables del comportamiento del sector cultural en la economía nacional. Aunado a ello, la instalación de la transparencia del gasto en el tránsito de la alternancia política. Más allá de si fue convencimiento o mera inercia, un cuarto reflejo indica que los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, siguieron la saga priista, con sus toques panistas, a lo que la Cámara de Diputados sumó un periodo de bonanza con los llamados “recursos etiquetados”. Convencido de toda esa escuela, Enrique Peña Nieto confirma la especie con la designación de Rafael Tovar en el Conaculta y favoreciendo la creación de la Secretaría de Cultura. Por contradictorio que suene, esto ocurrió en un sexenio marcado por la notable reducción del presupuesto en todos los ámbitos, algo que lo distinguirá de todas las anteriores administraciones.

Quinto y último reflejo: si bien la Cuenta Satélite de Cultura elaborada por el INEGI, se anunció en 2014, su registro marcó inicio en 2008. Los datos son reveladores, más no por ello suficientemente valorados. Por estas cuentas sabemos que el componente más importante del sector cultural es el mercado y la menor aportación al PIB cultural es el gasto público. Mientras éste se mantiene en un 0.2 por ciento entre 2008 y 2018, en el mismo periodo el mercado promedia 2.7 por ciento en su aporte. En 2018, el PIB cultural fue de 3.2 por ciento, correspondiendo el 2.4 por ciento al mercado, 0.6 a la producción cultural de los hogares y el 0.2 al gasto público.

Con ese país cultural a cuestas, el nuevo régimen vino a profundizar el deterioro de la participación del dinero público en cultura. En 2019 la llamada 4T cortó de tajo numerosos apoyos que sobrevivían, sobre todo a través de la Cámara de Diputados. El año pasado el proceso recesivo generó diversidad de conflictos laborales, ocasionó despidos y mermó la institucionalidad cultural en todos los estados de la república.

Aunque hasta noviembre sabremos la actualización de la Cuenta Satélite de Cultura a 2019, datos gruesos del INEGI señalan, además de la drástica caída del gasto público, el saldo negativo en numerosas actividades del sector cultural, como las agrupadas en el sector 71 Servicios de esparcimientos culturales y deportivos, y otros servicios recreativos de (-)1.1 por ciento.

Y para mayores indicios de lo que será 2020, la actualización del PIB al primer trimestre, indica una caída tan solo del mismo Sector 71, de un ¡(-) 14.1 por ciento! Es decir, el registro más alto de toda la economía; por arriba del conjunto de las industrias manufactureras y del turismo. Así de contundente. La salvedad es el Sector 51 Información en medios masivos, donde se ubican, además de negocios de la industria cultural, la llamada cultura digital, sector que tuvo un positivo de 4.7 por ciento.

Entre la austeridad y la emergencia sanitaria por el coronavirus, este año será de una profunda crisis del sector cultural. El último trimestre lanzará señales sobre si el 2021 puede ser medianamente esperanzador.


Coordinador del Grecu y editor de pasolibre.grecu.mx