/ viernes 18 de octubre de 2024

Bien común o beneficio propio

por Fernando de la Parra.

A veces menospreciamos el poder que tenemos como individuos. Estamos tan acostumbrados a pensar que son muy pocas las personas o instituciones que tienen la capacidad de transformar la realidad de una sociedad, que se nos olvida el poder que tenemos. No quiero caer en discursos aspiracionales y motivacionales, más bien quiero situarme en una realidad política y socioeconómica de este país.

A pesar de lo que dice la narrativa individualista que predomina hoy en día, nosotros como humanos vivimos y florecemos a través de la vida en comunidad, del progreso colectivo y de las experiencias compartidas y solo a través de la acción y la palabra es como podemos conectar con los demás, con nuestra comunidad humana y transicionar hacia un futuro más pacífico.

Hannah Arendt define el poder como la capacidad humana de actuar. No solo individualmente, sino la capacidad humana de actuar en concierto. Arendt argumenta que el poder nunca es propiedad de “un particular” sino que pertenece a un grupo y permanece en existencia sólo en la medida en la que el grupo se mantenga unido.

Es importante reconocer el poder que tenemos y que, con él, actuemos para mejorar las condiciones materiales en las que vivimos. Es muy bonito el concepto que explora Arendt ya que aleja el poder de los márgenes de las élites políticas y económicas y lo sitúa en el centro. Propone que lo político es el medio para alcanzar la paz, que pluralizando o diversificando el poder es como podemos transformar nuestra realidad; ofrece una manera de romper con las violencias estructurales y el eterno círculo vicioso de desigualdad y violencia. Presenta una manera de construir paz desde cada acción individual que hacemos.

Tomemos este poder y transformemos nuestras comunidades y nuestra realidad. Las acciones que emprendamos en lo local tienen un efecto dominó en las personas que convivimos y con quienes nos comunicamos, alejémonos de este individualismo apático y caminemos juntos hacía un progreso colectivo basado en el amor y la empatía. Si ves corrupción; exige transparencia. Si no te gusta el concreto; propón áreas verdes. Si ves abuso de poder; demanda justicia. Si sientes apatía; contesta con amor. Si ves individualismo; actúa colectivamente. Desde la perspectiva de Arendt, la manera en la que ejercemos nuestro poder sí tiene un efecto en nuestra realidad política.

No se trata de solo poner un granito de arena, sino de trabajar para que la playa que nazca de esos granitos exista para siempre.


por Fernando de la Parra.

A veces menospreciamos el poder que tenemos como individuos. Estamos tan acostumbrados a pensar que son muy pocas las personas o instituciones que tienen la capacidad de transformar la realidad de una sociedad, que se nos olvida el poder que tenemos. No quiero caer en discursos aspiracionales y motivacionales, más bien quiero situarme en una realidad política y socioeconómica de este país.

A pesar de lo que dice la narrativa individualista que predomina hoy en día, nosotros como humanos vivimos y florecemos a través de la vida en comunidad, del progreso colectivo y de las experiencias compartidas y solo a través de la acción y la palabra es como podemos conectar con los demás, con nuestra comunidad humana y transicionar hacia un futuro más pacífico.

Hannah Arendt define el poder como la capacidad humana de actuar. No solo individualmente, sino la capacidad humana de actuar en concierto. Arendt argumenta que el poder nunca es propiedad de “un particular” sino que pertenece a un grupo y permanece en existencia sólo en la medida en la que el grupo se mantenga unido.

Es importante reconocer el poder que tenemos y que, con él, actuemos para mejorar las condiciones materiales en las que vivimos. Es muy bonito el concepto que explora Arendt ya que aleja el poder de los márgenes de las élites políticas y económicas y lo sitúa en el centro. Propone que lo político es el medio para alcanzar la paz, que pluralizando o diversificando el poder es como podemos transformar nuestra realidad; ofrece una manera de romper con las violencias estructurales y el eterno círculo vicioso de desigualdad y violencia. Presenta una manera de construir paz desde cada acción individual que hacemos.

Tomemos este poder y transformemos nuestras comunidades y nuestra realidad. Las acciones que emprendamos en lo local tienen un efecto dominó en las personas que convivimos y con quienes nos comunicamos, alejémonos de este individualismo apático y caminemos juntos hacía un progreso colectivo basado en el amor y la empatía. Si ves corrupción; exige transparencia. Si no te gusta el concreto; propón áreas verdes. Si ves abuso de poder; demanda justicia. Si sientes apatía; contesta con amor. Si ves individualismo; actúa colectivamente. Desde la perspectiva de Arendt, la manera en la que ejercemos nuestro poder sí tiene un efecto en nuestra realidad política.

No se trata de solo poner un granito de arena, sino de trabajar para que la playa que nazca de esos granitos exista para siempre.