El día de ayer se anunció que México y su gobierno demandaron en una corte federal de Boston, en el estado de Massachusetts a diversos fabricantes de armas de fuego, debido a que, según esta lógica, no tuvieron el control y cuidado suficientes para que las armas que vendieron no acabaran en manos de criminales y por ende, causando una ola de violencia en nuestro país. Sin duda que la medida es ciertamente atípica y no tiene muchos precedentes; inclusive la Secretaría de Relaciones Exteriores y su titular aclararon que la demanda no es contra el gobierno de Estados Unidos, por lo que descarta cualquier tipo de conflicto diplomático derivado de ello.
Ahora bien, en términos concretos y muy prácticos, el eje de la relación entre México y Estados Unidos será precisamente el relacionado con el tema de la violencia, el control que ejerce el crimen organizado en diversas regiones del país y cómo ello se ha ido desbordando en los últimos lustros y por ende, continúa siendo un tema álgido y de preocupación para nuestros vecinos del norte. Además, todos sabemos que resultaría casi imposible que exista un tópico único en la relación entre ambas naciones debido a la complejidad y naturaleza de la relación, sin embargo, es cierto también que la realidad se ha impuesto de tal forma que el asunto de la seguridad hemisférica ha tomado su lugar al frente de las interacciones de ambos lados del Río Bravo.
Pero Estados Unidos no está en una posición sencilla porque el nivel de colaboración entre ambos países se ha visto deteriorado en los últimos años por diversos asuntos. La llegada de Donald Trump centró la conversación en la manera en que los mexicanos éramos vistos en su país y la percepción negativa que se tenía de nosotros; el interés de dicha administración fue cerrar la frontera a los migrantes que provenían de Centroamérica, fungiendo México como una especie de muro de contención (para usar el término favorito del mandatario). Sin embargo, no se hizo más para garantizar que México tuviera las herramientas – y los incentivos – adecuados para establecer un perímetro de seguridad hemisférico más amplio (todo ello en vista del interés que tiene Estados Unidos en la materia y que también conviene a México). Esto entonces se traduce en una serie de fallas en la relación actual de ambos países bajo nuevos supuestos.
Estados Unidos y México tienen que encontrar incentivos de cooperación, porque la relación actual no está basada sino en una idea obsoleta. Tendremos que ser más pragmáticos (ambos) para entender que encontrar el balance entre ambos países será en beneficio mutuo – y quizá muchos no lo vean así – pero se debe reexaminar cómo es que México y Estados Unidos pueden tener intereses en común y trabajar con un fin en mente que sirva a ambos. Si Estados Unidos presiona a México solamente, logrará lo contrario. Lo mismo ocurre en sentido inverso. La clave es saber hasta donde presionar y hasta donde conceder, pero debemos estar listos para la nueva realidad que viene: la seguridad como eje central de todo.