/ jueves 19 de enero de 2023

Cable Diplomático | Prioridades definidas 

Empieza el año 2023 con enorme intensidad y gran actividad en la relación bilateral entre México y Estados Unidos. La semana pasada apenas concluyó la cumbre entre los mandatarios de América del Norte y tenemos algunas lecciones muy claras al respecto, mismas que hemos venido mencionando desde hace algunos meses. En otras palabras, tenemos prioridades sumamente claras y definidas para lo que resta de la administración en México, pero también en Washington y tal como lo analizamos, las metas y objetivos para cada uno de los gobiernos.

En resumidas cuentas, podríamos sintetizar el encuentro de la siguiente forma: los objetivos de México están fuertemente ligados a una agenda de política interior que la Casa Blanca respetará, y a cambio de ello, México no alterará de forma drástica su política migratoria y fronteriza, resolviendo un problema mayúsculo para la Unión Americana. ¿Es una solución y un análisis simplista? Quizá lo sea, pero también es realista y pragmático, como suele ser la interacción entre ambos (más ahora).

¿Cuáles son los pros y contras de esta aproximación conceptual de la relación bilateral? Los beneficios inmediatos es que sabemos exactamente qué esperar de nuestra contraparte. Un análisis transaccional de política exterior puede arrojar mucha luz sobre el camino para transitar, garantizando que las cosas que son importantes para nuestro país se mantengan (política interna y la propia agenda del gobierno nacional). Permite además avanzar los puntos de interés de forma más eficiente en el corto plazo, haciendo la relación más fluida y menos “compleja”. No obstante lo anterior, precisamente la sobre-simplificación de la relación entre nuestros países es justamente el lado contrario de esta aproximación: somos naciones, economías y culturas complementarias que no pueden reducirse a temas solitarios y específicos de cooperación y alianza. Esta simplificación, en el largo plazo, puede acarrear problemas de mayor índole que, si bien no saldrán a la luz en los próximos años, la realidad es que pueden causar contratiempos más adelante (específicamente en materia comercial o de seguridad).

Sin embargo, en ambos países, los mandatarios enfrentan una terrible polarización interna (algo que comparten más que nunca) y por ende, necesitan esta visión más simplificada de cooperación para tener ganancias políticas más inmediatas y réditos en la cooperación binacional. Ninguno de los dos, desafortunadamente, se puede dar el lujo de lanzar grandes proyectos de largo plazo, porque quizá no tengan tiempo de completarlos antes de terminar sus respectivos mandatos. Luego entonces, lo que habremos de ver durante los próximos dos años (dado que ambos gobiernos terminarán al mismo tiempo aproximadamente) será una mayor priorización de estos objetivos de cortísimo plazo: más controles migratorios por parte de México para la frontera norte y apoyos más concretos para la agenda interna en México durante los próximos 18 meses desde Washington. Solo el tiempo nos dirá si la apuesta fue la correcta y cuáles son los resultados de esta. Lo que es verdad en ambos casos es que las consecuencias (buenas y malas) de esta conceptualización habrá de ser asumida por los sucesores en ambos gobiernos (y ese es el gran dilema de ambos, igualmente: la sucesión).

Empieza el año 2023 con enorme intensidad y gran actividad en la relación bilateral entre México y Estados Unidos. La semana pasada apenas concluyó la cumbre entre los mandatarios de América del Norte y tenemos algunas lecciones muy claras al respecto, mismas que hemos venido mencionando desde hace algunos meses. En otras palabras, tenemos prioridades sumamente claras y definidas para lo que resta de la administración en México, pero también en Washington y tal como lo analizamos, las metas y objetivos para cada uno de los gobiernos.

En resumidas cuentas, podríamos sintetizar el encuentro de la siguiente forma: los objetivos de México están fuertemente ligados a una agenda de política interior que la Casa Blanca respetará, y a cambio de ello, México no alterará de forma drástica su política migratoria y fronteriza, resolviendo un problema mayúsculo para la Unión Americana. ¿Es una solución y un análisis simplista? Quizá lo sea, pero también es realista y pragmático, como suele ser la interacción entre ambos (más ahora).

¿Cuáles son los pros y contras de esta aproximación conceptual de la relación bilateral? Los beneficios inmediatos es que sabemos exactamente qué esperar de nuestra contraparte. Un análisis transaccional de política exterior puede arrojar mucha luz sobre el camino para transitar, garantizando que las cosas que son importantes para nuestro país se mantengan (política interna y la propia agenda del gobierno nacional). Permite además avanzar los puntos de interés de forma más eficiente en el corto plazo, haciendo la relación más fluida y menos “compleja”. No obstante lo anterior, precisamente la sobre-simplificación de la relación entre nuestros países es justamente el lado contrario de esta aproximación: somos naciones, economías y culturas complementarias que no pueden reducirse a temas solitarios y específicos de cooperación y alianza. Esta simplificación, en el largo plazo, puede acarrear problemas de mayor índole que, si bien no saldrán a la luz en los próximos años, la realidad es que pueden causar contratiempos más adelante (específicamente en materia comercial o de seguridad).

Sin embargo, en ambos países, los mandatarios enfrentan una terrible polarización interna (algo que comparten más que nunca) y por ende, necesitan esta visión más simplificada de cooperación para tener ganancias políticas más inmediatas y réditos en la cooperación binacional. Ninguno de los dos, desafortunadamente, se puede dar el lujo de lanzar grandes proyectos de largo plazo, porque quizá no tengan tiempo de completarlos antes de terminar sus respectivos mandatos. Luego entonces, lo que habremos de ver durante los próximos dos años (dado que ambos gobiernos terminarán al mismo tiempo aproximadamente) será una mayor priorización de estos objetivos de cortísimo plazo: más controles migratorios por parte de México para la frontera norte y apoyos más concretos para la agenda interna en México durante los próximos 18 meses desde Washington. Solo el tiempo nos dirá si la apuesta fue la correcta y cuáles son los resultados de esta. Lo que es verdad en ambos casos es que las consecuencias (buenas y malas) de esta conceptualización habrá de ser asumida por los sucesores en ambos gobiernos (y ese es el gran dilema de ambos, igualmente: la sucesión).