Marco Reyes (UAM-I/COMEXI). @reyeslugardo
Pese a lo que se afirma de manera muy presentista, la historia de China en el continente es más añeja de lo que parece. Sin obviar los intercambios entre África y Oriente gestados a través de la Ruta de la Seda, se pueden también mencionar las muy criticadas escuadras de navegación de Zheng He (1371-1433) cuyos aportes cartográficos confirman la presencia de China en la costa oriental del continente africano, estrategias de navegación que se replegaron unos siglos más tarde ante el así denominado ensimismamiento chino. Una vez concluida la era imperial e instalada la república (1912), la influencia china en África se reactivó. Así, a mediados del siglo XX, cuando los movimientos africanos de liberación nacional adquirieron momentum, China les brindó gran respaldo solidario y logístico.
Hacia finales del siglo XX, cuando una gran parte de los países africanos padecía las consecuencias de las políticas de ajuste estructural promovidas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, China comenzó a conceder préstamos bajo el rubro de ayuda intergubernamental. En ese contexto, varios gobiernos africanos interpretaron los créditos chinos como una acción o iniciativa de carácter anti-occidental que traían consigo una bocanada de aire para las exhaustas economías africanas. Eric Toussaint, sostiene que durante el periodo 1980-2000, los países en vías de desarrollo se endeudaron cuatro veces más de lo que estaban al inicio de dichos años. En la aurora del siglo XXI, la geopolítica africana de China ha hecho cambios de fuste: a través del Partido Comunista Chino (PCC), el gobierno chino ha desplegado una fuerte actividad en materia de construcción de escuelas que buscan promover y delinear modelos de gobernanza alternativos, una sinización de los también ya desgastados think tanks occidentales.
Kenya es uno de los países en los cuales se han puesto en marcha de manera más fuerte estas acciones. La Alianza Democrática Unida (UDA por sus siglas en inglés) se ha convertido en uno de los principales partidos políticos africanos beneficiados por las propuestas de la geoestrategia china. Durante el mes de mayo del presente año, líderes de la UDA realizaron una visita a China como reciprocidad al viaje celebrado por oficiales chinos a suelo keniano a inicios del año. Los gobiernos de Burundi, República Democrática del Congo, Marruecos y Uganda han manifestado ya también su interés en las iniciativas de educación chinas que subrayan un modelo de gobernanza basado en el unipartidismo y los contactos entres sistemas políticos del mismo perfil.
Vale decir que los modelos de partidos únicos o de Estado fueron muy recurrentes durante las décadas posteriores a las luchas de liberación nacional africanas dado que se argumentó su necesidad en función de la diversidad o “fragmentación étnica” del continente, una especie de bálsamo para las fuerzas centrífugas socioculturales que socavaban el funcionamiento ideal de los sistemas multipartidistas.
Pese a lo anterior, en la actualidad, de acuerdo con el Afrobarómetro, más de un 70% de la población africana rechaza los unipartidismos puesto que les relaciona con un periodo histórico protagonizado por gobiernos corruptos o cleptocráticos. Más aún, para los tambores africanos, las democracias multipartidistas de corte liberal-occidental sustentadas en el principio de la “buena gobernanza” (Good Governance y “una persona un voto”) se han también desprestigiado en las tres pasadas décadas, sobre todo cuando sus resultados son revisados mediante variables o beneficios económicos (satisfacción con la democracia). La “buena” gobernanza se halla entonces interrogada al igual que los viejos unipartidismos que, a menudo con la complicidad occidental, desembocaron en regímenes africanos plagados de corruptelas. ¿Puede la gobernanza china erigida sobre los cimientos del unipartidismo y meritocracia (ascenso basado en méritos y antigüedad al interior del PCC) solventar tanto las fobias de lo(a)s gobernado(a)s hacia partidos de Estado corruptos como los desencantos de la “buena gobernanza” que traen consigo mucho multipartidismo pero escaso dinero en los bolsillos africanos? ¿Puede la geoestrategia educativa china reconciliar las críticas tanto a las viejas políticas neopatrimoniales de los añejados partidos únicos africanos como aquellas otras que se interrogan sobre la anemia económica de los sistemas multipartidistas que dejan irresuelto el tema de si acaso una población puede alimentarse de mera democracia?