Hace casi un año, el 13 de octubre de 2023, escribí para este periódico en los primeros días tras los ataques del 7 de octubre. Reflexioné entonces sobre los actores que perpetúan la violencia y el sufrimiento en esta región. Hoy, un año después, tras semanas de reflexión interna, destaco la más importante:
Estamos perdiendo nuestra humanidad.
Durante este año hemos sido testigos de una avalancha de noticias impactantes: imágenes gráficas y relatos deshumanizantes que muestran una espiral de violencia. Lo más preocupante es que la muerte parece haberse convertido en motivo de celebración. La tragedia humana se exalta sin importar quién sea la víctima. Escuchamos llamados a la violencia desde todos los frentes: “Muerte a los judíos”, “Muerte a los palestinos”, “Muerte al Estado sionista”.
¿Dónde quedó el intento por la paz? ¿Qué ha sucedido con los esfuerzos de reconciliación entre palestinos e israelíes, por encontrar un punto de coexistencia? Este conflicto tiene raíces culturales y religiosas que afectan a tres grandes religiones. En lugar de valorar ese patrimonio compartido, lo hemos transformado en motivo de violencia.
Esta semana vi un video perturbador: un misil mató a un civil palestino que caminaba por Cisjordania. Más impactante fue la celebración de este hecho en redes sociales. En otro incidente, dos terroristas abrieron fuego contra civiles israelíes en un tren, y las reacciones en línea fueron de júbilo.
Es desolador ver cómo la pérdida de vidas humanas, especialmente de civiles, se convierte en motivo de celebración. Es crucial aclarar que los ataques terroristas, como los perpetrados por Hamás o Hezbollah, son inaceptables y deben ser condenados sin matices. Del otro lado, la muerte de civiles palestinos es igualmente condenable y debería ser motivo de duelo, no de celebración.
Es urgente cambiar la narrativa que nos rodea. La deshumanización de “el otro” perpetúa la violencia, y esto afecta tanto a israelíes como a palestinos. Mientras celebremos la muerte y justifiquemos el sufrimiento, nos alejamos de cualquier solución pacífica.
Hezbollah y Hamás juegan un papel central en perpetuar el conflicto con sus ataques, que no solo impactan a Israel, sino también a las comunidades palestinas y libanesas. Sin embargo, es importante recordar que sus acciones no representan a toda la población palestina ni libanesa, del mismo modo que las acciones de ciertos sectores israelíes no representan a los judíos.
Debemos reconocer que la paz no llegará con armas ni deshumanización. Tanto Israel como Palestina deben encontrar una forma de coexistir, respetando sus diferencias, pero priorizando la vida y la dignidad ante todo.
Es momento de cambiar la narrativa: dejar de glorificar la muerte y empezar a glorificar la vida y la paz.
Por: Cynthia Sacal