Quién iba a pensar que en marzo de este año un virus cambiaría la vida en el mundo. Hoy el coronavirus es el protagonista de la actualidad y está poniendo en jaque a la economía mundial. Es el enemigo común a batir.
Paradójicamente, la globalización se ha convertido en el mejor aliado del coronavirus. El coronavirus destaca por la velocidad de propagación, impulsado por la sociedad global actual que está funcionando como un acelerador para su rápida distribución. El aumento en la movilidad de las personas que tantas bondades ha supuesto para la sociedad y la economía en las últimas décadas, se ha convertido en el mejor aliado del virus.
De ahí que la principal medida que han tomado las autoridades de los países infectados para ralentizar su propagación es aislar las zonas contaminadas, crear cortafuegos para evitar una pandemia mundial. Asistimos a dos grandes crisis igualmente importantes, que chocan entre sí en la toma de decisiones para buscar una solución global: la crisis sanitaria y la gran crisis económica derivada de la primera que se exacerba por los efectos de la globalización.
Las primeras decisiones han sido la cancelación de rutas comerciales, eventos internacionales, el confinamiento de millones de personas en sus casas. Básicamente restringir la libre circulación de las personas. Medidas extremas para tiempos excepcionales. El gran confinamiento -the great lockdown- era impensable al ritmo de la globalización. En países como México, estas medidas de confinamiento resultan en extremo complicadas, cuando un alto porcentaje de la población vive o sobrevive a la pobreza. Si no los mata el virus, los mata el hambre.
La pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia la delgada línea que existe entre las dinámicas globales y sus consecuencias individuales. En la necesidad de encontrar una urgente solución a la magnitud de la crisis, resurge el poder del Estado, como garante de la seguridad de sus ciudadanos. Las economías buscan repliegue definitivo de lo global y supranacional y piensan en el proteccionismo como la solución.
Este virus ha resaltado la vulnerabilidad de la humanidad. Vulnerabilidad en los servicios de salud, rebasados en su capacidad de atención; vulnerabilidad en la tecnología que si bien nos conecta y acerca también nos enfrenta a un mundo de información o desinformación cayendo en una infodemia; vulnerabilidad en el comercio global, alterando su equilibrio con el cierre de fronteras y la disrupción en las cadenas globales de valor, el mundo se paró, dejó de producir, de intercambiar; vulnerabilidad en los organismos internacionales y regionales incapaces de encontrar respuestas multilaterales eficaces a la histórica crisis global. A setenta y cinco años de su creación el Sistema de las Naciones Unidas sigue siendo cuestionado sobre su capacidad en la toma de decisiones y la necesidad de seguir trabajando arduamente por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
Asimismo la próxima elección del Director General de la Organización Mundial de Comercio evidencia la necesidad de encontrar esquemas representativos y eficaces basados en un verdadero multilateralismo. La interconexión global no trae por sí sola la solidaridad o la humanidad. La velocidad con la que ocurren los eventos a nivel global y la rapidez en la que llegan los efectos a otras partes del mundo es impresionante. Las redes sociales se han convertido en un catalizador y en un medio por el cual la sociedad, harta del actual sistema, se hace oir y reclama un cambio.
El escenario de tensión que ya existía entre China y Estados Unidos se ha ido recrudeciendo con la pandemia. En lugar de pensar en unir esfuerzos conjuntos en bien de futuro global, ambos gigantes llevan a cabo su propia estrategia para combatir al otro. La confrontación se presenta desde el escenario comercial hasta el tecnológico donde en tiempos digitales TikTok se convirtió en el epicentro de la tensión entre ambos. Asistimos a una segunda guerra fría entre ambas potencias, donde la diplomacia ha tomado preponderancia en otras vertientes diferentes a las tradicionales, como son la médica, la digital y la innovación científica.
Son diversos los sectores que han sufrido los efectos de la pandemia como el turismo, el transporte aéreo, el entretenimiento y la movilidad. Pero otros han visibilizado la oportunidad, finalmente la riqueza sólo ha cambiado de lugar. Sin duda, industrias como la farmacéutica, alimentos, comercio electrónico y entretenimiento en el hogar llegan a suplir las necesidades de un consumidor confinado cada vez más nervioso. El futuro es incierto, de nosotros y de los esfuerzos conjuntos de la humanidad existe la oportunidad de convertirlo en una tragedia o en una oportunidad para construir una economía que preserve nuestra permanencia y la salud del planeta.
Asociada COMEXI
@molaborda