/ miércoles 8 de marzo de 2023

Cuchillito de palo | Mujeres: Batalla sin tregua

El feminismo como la democracia se ejercen. No se trata de vivir en competencia con el hombre, en un debate estéril sobre quién es más valioso o competente. Se trata de alcanzar esa igualdad que, por siglos se le ha negado a la mujer, en todos los ámbitos de su vida pública y privada.

Que ha habido logros, ni duda cabe, pero siguen siendo por completo insuficientes para alcanzar el objetivo de ser y tener un trato parejo. En México, el machismo sigue teniendo plena vigencia -como en muchos lugares del mundo- y, a pesar de que se ha abierto brecha en el campo legislativo y hay conquistas que ya resultan irrenunciables, la misoginia y el desprecio al considerado “género débil” son cotidianos.

La administración en turno, en particular, está presidida por un personaje que destaca en las lides del más abyecto y ancestral machismo y que confirma su odio a las mujeres -así sólo sea inconsciente-, con absoluta frecuencia. Se podría decir que no hay día que no agreda, minimice o sobaje a alguna, aunque después a la herida le quiera poner una gasa -para que se cierre. Los ataques a periodistas, como Denise Dresser, rebasan lo más encarnizado de las muestras del odio y el rechazo hacia una persona, sobre todo si se tiene en cuenta que provienen nada menos que del presidente de una república.

Con la valentía que la caracteriza, la comunicadora y académica ha pedido un amparo en contra de su agresor. Contabilizó 87 menciones negativas, desde las mañaneras, en las que la atacó como acostumbra, sin fundamento y escupiendo veneno. Lo peor es que el susodicho actúa de forma tan violenta, que contagia a sus lacayos y ciegos seguidores, quienes en una manifestación atacaron verbalmente a la Dresser, obligándola a salir del zócalo. Del dicho al hecho hay un corto trecho y debería ser materia de acusaciones penales el que, un ejecutivo federal azuce a la población en contra de un ciudadano, porque ¡lo critican! Habrá que ver si el amparo prospera o se queda durmiendo el sueño de los injustos, en el escritorio de cualquier servil a la 4T.

Otra mujer en la mira de sus revanchas enfermizas, es la ministra Norma Lucía Piña Hernández, actual presidenta de la Suprema Corte de Justicia. Del poder autónomo e independiente, ha dicho tal cantidad de barrabasadas, que pintan de cuerpo entero su rechazo a la Constitución y al Estado de Derecho. Insiste en que, de los cuatro ministros que él nombró, dos le han fallado, porque no han obedecido su línea. Solo Loretta Ortíz y la indeseable de Yasmín Esquivel, lo han obedecido. Es decir, la división de poderes es inexistente y el tiene derecho de controlarlos y avasallarlos. ¡De no dar crédito!

A la ministra Piña la trae entre ceja y ceja por no doblegarse a su mandato y dejarle en claro que, como cabeza del Judicial tiene el mismo peso que la cabeza del ejecutivo o el legislativo. Al fin desapareció del panorama de la corte el lacayuno Arturo Zaldívar, vergüenza de incondicionalidad a un tlatoani que lo trataba como a su perro faldero.

Tenía que ser una mujer, con la impecable trayectoria de Piña, la que pudiera volver a poner en alto el nombre de la Suprema Corte y devolverle su sentido. La división de poderes es nuestra última esperanza, frente al autoritarismo del dictadorzuelo misógino.

Es el diario batallar de las mujeres que empiezan a conseguir el verdadero cambio. Un frente de guerra que tiene que estar siempre activo.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

El feminismo como la democracia se ejercen. No se trata de vivir en competencia con el hombre, en un debate estéril sobre quién es más valioso o competente. Se trata de alcanzar esa igualdad que, por siglos se le ha negado a la mujer, en todos los ámbitos de su vida pública y privada.

Que ha habido logros, ni duda cabe, pero siguen siendo por completo insuficientes para alcanzar el objetivo de ser y tener un trato parejo. En México, el machismo sigue teniendo plena vigencia -como en muchos lugares del mundo- y, a pesar de que se ha abierto brecha en el campo legislativo y hay conquistas que ya resultan irrenunciables, la misoginia y el desprecio al considerado “género débil” son cotidianos.

La administración en turno, en particular, está presidida por un personaje que destaca en las lides del más abyecto y ancestral machismo y que confirma su odio a las mujeres -así sólo sea inconsciente-, con absoluta frecuencia. Se podría decir que no hay día que no agreda, minimice o sobaje a alguna, aunque después a la herida le quiera poner una gasa -para que se cierre. Los ataques a periodistas, como Denise Dresser, rebasan lo más encarnizado de las muestras del odio y el rechazo hacia una persona, sobre todo si se tiene en cuenta que provienen nada menos que del presidente de una república.

Con la valentía que la caracteriza, la comunicadora y académica ha pedido un amparo en contra de su agresor. Contabilizó 87 menciones negativas, desde las mañaneras, en las que la atacó como acostumbra, sin fundamento y escupiendo veneno. Lo peor es que el susodicho actúa de forma tan violenta, que contagia a sus lacayos y ciegos seguidores, quienes en una manifestación atacaron verbalmente a la Dresser, obligándola a salir del zócalo. Del dicho al hecho hay un corto trecho y debería ser materia de acusaciones penales el que, un ejecutivo federal azuce a la población en contra de un ciudadano, porque ¡lo critican! Habrá que ver si el amparo prospera o se queda durmiendo el sueño de los injustos, en el escritorio de cualquier servil a la 4T.

Otra mujer en la mira de sus revanchas enfermizas, es la ministra Norma Lucía Piña Hernández, actual presidenta de la Suprema Corte de Justicia. Del poder autónomo e independiente, ha dicho tal cantidad de barrabasadas, que pintan de cuerpo entero su rechazo a la Constitución y al Estado de Derecho. Insiste en que, de los cuatro ministros que él nombró, dos le han fallado, porque no han obedecido su línea. Solo Loretta Ortíz y la indeseable de Yasmín Esquivel, lo han obedecido. Es decir, la división de poderes es inexistente y el tiene derecho de controlarlos y avasallarlos. ¡De no dar crédito!

A la ministra Piña la trae entre ceja y ceja por no doblegarse a su mandato y dejarle en claro que, como cabeza del Judicial tiene el mismo peso que la cabeza del ejecutivo o el legislativo. Al fin desapareció del panorama de la corte el lacayuno Arturo Zaldívar, vergüenza de incondicionalidad a un tlatoani que lo trataba como a su perro faldero.

Tenía que ser una mujer, con la impecable trayectoria de Piña, la que pudiera volver a poner en alto el nombre de la Suprema Corte y devolverle su sentido. La división de poderes es nuestra última esperanza, frente al autoritarismo del dictadorzuelo misógino.

Es el diario batallar de las mujeres que empiezan a conseguir el verdadero cambio. Un frente de guerra que tiene que estar siempre activo.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq