A muy pocos les importó. En páginas interiores se dio a conocer la “elección” de Claudia Ruíz Massieu, a la dirigencia nacional del PRI. Se queda en el cargo –si la rebatinga se lo permite- hasta agosto del 2019, cuando concluirá el periodo deManlio Fabio Beltrones.
Beltrones, como el sabio político que es, renunció a la cúpula tras las derrotas electorales intermedias. De entonces a la fecha, el Tricolor ha seguido de rodada en su caída.
Imposible remontar el descrédito al que lo llevó este régimen. El rechazo a Peña Nieto los rebasó, además de la imposición de Enrique Ochoa, bisoño, ignorante de las tripas de la “Dictablanda”. Un tecnócrata imposibilitado para acordar con las distintas corrientes, con los militantes de base, con los “brujos” que por décadas supieron mover el menjurje de la caldera.
El caldo de cultivo, que aderezó la oposición, acabó de desgarrar las entrañas mismas y logró convencer a una sociedad irritada hasta el tuétano, de que todos sus males le venían por la corruptela de la administración en turno y su cuna “ideológica”.
En la debacle se perdió hasta la camiseta. Se les encogieron las gubernaturas, los legisladores, las presidencias municipales y, ahora, mermados hasta el raquitismo, llegan al cónclave para nominar a su presidente.
Ciertas facciones, opuestas a que Peña siga mangoneando a la institución, trataron de tumbar a la sobrina del innombrable (Carlos Salinas de Gortari), pero se les atajó sin miramientos. Estaba decidido y se consumó su permanencia.
De tonta no tiene un pelo. Hija de quien fue uno de sus destacados ideólogos –José Francisco Ruíz Massieu-, es una mujer educada en la política, con preparación, aunque tiene el lastre del “tío”. Se comenta que será él quien maneje el destino del ruinoso edificio.
Se lanzó con un discurso fuerte, en el que culpó a los propios priístas de la derrota. Habló de una reforma de fondo y forma, estrategia urgente, antes de que siga el éxodo a Morena.
Importante su mención de la negligencia para crear nuevos cuadros y del alejamiento de las bases. Criticó a sus predecesores, omisos en denunciar la corrupción y permitir que “cínicos y abusivos mancharan al partido”. Hizo hincapié en que se dejaron “seducir por el poder”.
Le va a costar trabajo. Los de viejo cuño desconfían de alguien a la que consideran sin experiencia. Jóvenes, cada vez hay menos. ¿Y la población en general? Será difícil que modifique la imagen que circula, a tambor batiente, de que son una punta de ladrones.
La copia fiel del Tricolor, el Partido Colorado de Paraguay, vivió una odisea semejante. Tras entronizar a una serie de dictadorzuelos, acabó en el mayor descrédito. Empezó de nuevo, desde abajo y en la actualidad volvió a gobernar al país sudamericano.
Los partidos han perdido identidad e ideología. Olvidaron principios y plataformas y se mimetizaron unos y otros, con un pragmatismo ramplón. Su objetivo, el Poder y el dinero, lo que despertó ambiciones desbocadas.
Morena arranca con la ancestral estrategia priísta, que lo convirtió en hegemónico. Instruye a sus miembros, para lo que cuenta con “maestros” surgidos de sus fundadores, quienes se ocupan de encauzar y adoctrinar, a quienes son semilla de la nueva fuerza.
Veremos si el PRI puede refundarse, aunque en realidad no se va. Lo más granado de los PRInosaurios llega a Morena y al nuevo gobierno. Sólo hay, en pocas palabras, un cambio de domicilio.
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