/ domingo 6 de octubre de 2024

Cultura a la mexicana

Consummatum est…

O lo que es lo mismo, para la administración del ejecutivo federal 2018-2024, en nuestras palabras, “este arroz ya se coció” pues según el mandato constitucional, para bien o para mal esta llegó a su fin, cuando menos formalmente, aunque algunas voces afirman que en los hechos será lo contrario.

El caso es que desde el primer minuto muchos ya lo viven con la nostalgia que les provoca solo pensar que no contarán más con la presencia diaria y a toda hora del presidente más carismático de México y otros con el beneplácito; que da la conclusión de un periodo de desencanto ante una oportunidad que consideraron perdida para hacer de México una democracia más plural y transparente que a su entender, ya se venía construyendo con el surgimiento de los pesos y contrapesos representados por los órganos autónomos en desarrollo; y la esperanza de que con el cambio de persona en la presidencia regrese la cordura a las acciones de gobierno en la atención de los problemas nacionales que nos aquejan.

No hay duda, la enorme inversión del presupuesto gubernamental en los programas sociales fue un rotundo éxito que se vio reflejado con fidelidad en las urnas de las pasadas elecciones, pues gracias a ello millones de ciudadanos fueron visibilizados y se sintieron atendidos por el gobierno en turno, lo cual fue correspondido con la suscripción de una carta en blanco extendida especialmente para el que consideran su benefactor y uno de ellos, que en su cartera portaba solo un billete de 200 pesos y una estampita con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús para protegerse de la pandemia que en esos momentos hacía estragos catastróficos en la humanidad entera. Tal situación no podía ser distinta, si consideramos que los anteriores administradores del país desatendieron a la mayor parte de sus gobernados y nada hicieron por combatir seriamente su pobreza o si lo llegaron a hacer esta no fue continuada ni significativa.

Con tan indiscutible espaldarazo, el apoyo incondicional del poder legislativo y sin una oposición significativa, la implementación de las reformas gubernamentales a nuestra Carta Magna no se hizo esperar, y con ello, la demolición de los órganos autónomos, el abandono inmediato y formal de la seguridad pública en manos del ejército y el desmantelamiento del poder judicial tal y como lo conocimos. Sin embargo, también es innegable la debilidad de los argumentos esgrimidos para fundamentar la conveniencia de su consumación, lo que hace presagiar una transición con muchos obstáculos a los nuevos modelos ya establecidos, empezando con los procesos mismos que les dieron origen que están plagados vicios legales que están dando lugar a una buena cantidad de recursos interpuestos por ciudadanos inconformes, asociaciones civiles y los pocos legisladores opositores.

La administración de la doctora Sheinbaum, que recién inicia, además, se enfrentará a los problemas que no fueron resueltos por el gobierno del presidente López Obrador durante su mandato, algunos evidentemente agravados, así como los que tuvieron su origen durante el mismo, baste decir respecto lo primero: la corrupción, la violencia, la impunidad y la desigualdad, y en relación con lo segundo: la deuda pública, la conclusión, viabilidad y puesta en operación de las obras emblemáticas de su antecesor así como la reconfiguración de un sistema de salud que no se parezca al de Dinamarca.

¿Borrón y cuenta…nueva?


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