/ sábado 16 de noviembre de 2024

De la pluma de Miguel Reyes Razo / Denegri y Mejido, dos periodistas de cuidado

“Periodismo - definió Manuel Mejido- es ir al mundo. Recorrerlo; narrar conflictos, miserias. Vivir su pulso. Observar, hacer hablar a los que lo guían y conducen. Y también a sus explotadores. Existir a toda prisa. Urgencia inaplazable ver el rostro de los dominados y la expresión de su ira. Describir guerras, estrategias, armamentos. Fui a la “Guerra de los Seis Días” en 1967. Moshe Dayan anulaba los ejércitos de la República Árabe Unida del egipcio Gamaliel Abdul Nasser. Me dirigía hacia el frente y mi guía exclamó: “Está en las Escrituras”. Y viví el “Golpe” de Pinochet y la caída del presidente Salvador Allende…”

Nos mantenía boquiabiertos, deslumbrados, maravillados quienes lo escuchábamos ya en la redacción de El Universal, en una mesa del “Grill del Prado” o en la calidez del restaurante “Hórreo” de la calle Doctor Mora, frente a la Alameda Central. Plática ágil -como el propio Manuel Mejido- que se movía a su arbitrio. Y así :

“No fui, no existía una escuela de periodismo. No la había creado todavía la Universidad. Ni los mejores colegios particulares. Yo hice la preparatoria en el Cristóbal Colón –donde compartí salones de clases con Miguel de la Madrid y traté a Porfirio Muñoz Ledo-- y me hice Químico Metalurgista. Pero mi vocación era escribir, contar, decir…”

Don Eulalio Ferrer fue un publicista muy inteligente. Estudioso de nuestra lengua consiguió ser miembro de Número de la Academia. A mediados de los años 50 adquirió el periódico Claridades. Publicación dominical, vespertina, que salía a la calle apenas era “apuntillado” el último toro de la tarde. Doblaba el bicho y se aceleraba la rotativa para dar crónica de la lidia y la suerte del matador. Claridades competía –a esa hora de la tarde dominical-- con El Redondel, que dirigió el reportero/escritor/director de cine Luis Spota.

“Yo no sabía nada de novilleros, ni ganaderías, ni de tientas. A preguntar. Claridades publicaba estrenos de películas y obras de teatro, con los programas del “Follies”, el “Iris”. Entrevistas con actores y empresarios. Las artistas de moda. Los chistes de Manuel Medel. Los del “Panzón” Roberto Soto. Periodismo frívolo, ligero, que se vendía muy bien en pocas horas. Aprendí lo elemental. Quizá más porque formaba y cabeceaba con habilidad e ingenio.

“Me la pasaba en cafés que eran refugio de periodistas . “Lobos esteparios” –plural del libro de Herman Hesse– llamaban entonces en el medio a jóvenes que luego brillarían como Luis Spota, Rodolfo Mendiola, José Natividad Rosales y Renato Leduc. Se fraguaban destinos. Se ensayaban estilos, se intercambiaban libros. Había tiempo libre. Amistad y aspiraciones.

Manuel Mejido era en 1977 Subdirector de El Universal. Meses antes había dejado atrás años de prestigio y éxitos al salir –inesperadamente– de Excélsior.

“¿Cómo se subdirige, Manuel?”, lo punzaba alguno.

Paciente, imperturbable, Mejido proseguía. Su fama lo ligaba a personajes como don Rodrigo de Llano –recordado director de Excélsior y a Carlos Denegri. Deslumbraba ese nombre.

Apenas llegado al periodismo en 1967, el Jefe de Información de El Heraldo de México, don Mario Santoscoy me contó:

“Carlos Denegri es una verdadera fiera del periodismo. Un infatigable capaz de trabajar 24 horas seguidas. Es hombre de gran cultura. Habla varios idiomas. Viaja cargado de enciclopedias y biografías. Lector voraz. Personajazo.

“En su periódico elige a reporteros que lo acompañen y redondeen la información. Unos cubren la información general. Otros entrevistan a los personajes. Él se reserva la crónica y la entrevista más importante. Denegri tiene “derecho de picaporte” con secretarios de Estado. El Presidente de la República lo convida a sus giras internacionales. Domina el lenguaje. Gana mucho dinero. Se viste de lujo. Lo malo es que bebe y pierde la cabeza. Bronquea y reta e insulta al más pintado. Escandaliza. ¡Lástima!

“Excélsior lo hace brillar –añadía Don Mario Santoscoy--. Ese periódico tiene una Mesa de Redacción que al más ignorante de sus reporteros lo pone como Hemingway. Mi amigo Jorge Villa Alcalá –que dirige la Primera Edición de Últimas Noticias-- es un Jefe de Información inflexible. No permite que le “metan un gol”. Trae a todos sus reporteros “cortitos”. Mire Reyes Razo son legión los reporteros que aspiran llegar a Excélsior”.

Cada domingo la televisión presentaba “Carlos Denegri, el Reportero de la República”. Patrocinio Lotería Nacional. En primer plano, tras su escritorio, una imagen de la Virgen de Guadalupe. Una bandera nacional y su presencia. El Reportero de la República.

En la charla con reporteros de El Universal Mejido alguna vez comentó:

“Me harte de mi periodismo dominical. Me propuse ser reportero de fama, alcanzar renombre, recorrer mundo, ir a lugares exóticos…Me di a la tarea de indagar quién era el mejor reportero, periodista de nuestro país. Y un amigo me dijo: es Carlos Denegri. Escribe en Excélsior. Búscalo, Manuel .

Y con mi tarjeta de Jefe de Información de Claridades me le presente. Pensó que me interesaba entrevistarlo y me dio un trato amable que desapareció cuando le dije: “Dicen que usted es el mejor reportero de México. Yo quiero que usted me enseñe. Deme trabajo, señor Denegri. Quiero ser reportero…

“--Vuelva en dos días, lo pensaré”

Y regresé. Remataba muy alegre Manuel Mejido . El Reportero.

“Periodismo - definió Manuel Mejido- es ir al mundo. Recorrerlo; narrar conflictos, miserias. Vivir su pulso. Observar, hacer hablar a los que lo guían y conducen. Y también a sus explotadores. Existir a toda prisa. Urgencia inaplazable ver el rostro de los dominados y la expresión de su ira. Describir guerras, estrategias, armamentos. Fui a la “Guerra de los Seis Días” en 1967. Moshe Dayan anulaba los ejércitos de la República Árabe Unida del egipcio Gamaliel Abdul Nasser. Me dirigía hacia el frente y mi guía exclamó: “Está en las Escrituras”. Y viví el “Golpe” de Pinochet y la caída del presidente Salvador Allende…”

Nos mantenía boquiabiertos, deslumbrados, maravillados quienes lo escuchábamos ya en la redacción de El Universal, en una mesa del “Grill del Prado” o en la calidez del restaurante “Hórreo” de la calle Doctor Mora, frente a la Alameda Central. Plática ágil -como el propio Manuel Mejido- que se movía a su arbitrio. Y así :

“No fui, no existía una escuela de periodismo. No la había creado todavía la Universidad. Ni los mejores colegios particulares. Yo hice la preparatoria en el Cristóbal Colón –donde compartí salones de clases con Miguel de la Madrid y traté a Porfirio Muñoz Ledo-- y me hice Químico Metalurgista. Pero mi vocación era escribir, contar, decir…”

Don Eulalio Ferrer fue un publicista muy inteligente. Estudioso de nuestra lengua consiguió ser miembro de Número de la Academia. A mediados de los años 50 adquirió el periódico Claridades. Publicación dominical, vespertina, que salía a la calle apenas era “apuntillado” el último toro de la tarde. Doblaba el bicho y se aceleraba la rotativa para dar crónica de la lidia y la suerte del matador. Claridades competía –a esa hora de la tarde dominical-- con El Redondel, que dirigió el reportero/escritor/director de cine Luis Spota.

“Yo no sabía nada de novilleros, ni ganaderías, ni de tientas. A preguntar. Claridades publicaba estrenos de películas y obras de teatro, con los programas del “Follies”, el “Iris”. Entrevistas con actores y empresarios. Las artistas de moda. Los chistes de Manuel Medel. Los del “Panzón” Roberto Soto. Periodismo frívolo, ligero, que se vendía muy bien en pocas horas. Aprendí lo elemental. Quizá más porque formaba y cabeceaba con habilidad e ingenio.

“Me la pasaba en cafés que eran refugio de periodistas . “Lobos esteparios” –plural del libro de Herman Hesse– llamaban entonces en el medio a jóvenes que luego brillarían como Luis Spota, Rodolfo Mendiola, José Natividad Rosales y Renato Leduc. Se fraguaban destinos. Se ensayaban estilos, se intercambiaban libros. Había tiempo libre. Amistad y aspiraciones.

Manuel Mejido era en 1977 Subdirector de El Universal. Meses antes había dejado atrás años de prestigio y éxitos al salir –inesperadamente– de Excélsior.

“¿Cómo se subdirige, Manuel?”, lo punzaba alguno.

Paciente, imperturbable, Mejido proseguía. Su fama lo ligaba a personajes como don Rodrigo de Llano –recordado director de Excélsior y a Carlos Denegri. Deslumbraba ese nombre.

Apenas llegado al periodismo en 1967, el Jefe de Información de El Heraldo de México, don Mario Santoscoy me contó:

“Carlos Denegri es una verdadera fiera del periodismo. Un infatigable capaz de trabajar 24 horas seguidas. Es hombre de gran cultura. Habla varios idiomas. Viaja cargado de enciclopedias y biografías. Lector voraz. Personajazo.

“En su periódico elige a reporteros que lo acompañen y redondeen la información. Unos cubren la información general. Otros entrevistan a los personajes. Él se reserva la crónica y la entrevista más importante. Denegri tiene “derecho de picaporte” con secretarios de Estado. El Presidente de la República lo convida a sus giras internacionales. Domina el lenguaje. Gana mucho dinero. Se viste de lujo. Lo malo es que bebe y pierde la cabeza. Bronquea y reta e insulta al más pintado. Escandaliza. ¡Lástima!

“Excélsior lo hace brillar –añadía Don Mario Santoscoy--. Ese periódico tiene una Mesa de Redacción que al más ignorante de sus reporteros lo pone como Hemingway. Mi amigo Jorge Villa Alcalá –que dirige la Primera Edición de Últimas Noticias-- es un Jefe de Información inflexible. No permite que le “metan un gol”. Trae a todos sus reporteros “cortitos”. Mire Reyes Razo son legión los reporteros que aspiran llegar a Excélsior”.

Cada domingo la televisión presentaba “Carlos Denegri, el Reportero de la República”. Patrocinio Lotería Nacional. En primer plano, tras su escritorio, una imagen de la Virgen de Guadalupe. Una bandera nacional y su presencia. El Reportero de la República.

En la charla con reporteros de El Universal Mejido alguna vez comentó:

“Me harte de mi periodismo dominical. Me propuse ser reportero de fama, alcanzar renombre, recorrer mundo, ir a lugares exóticos…Me di a la tarea de indagar quién era el mejor reportero, periodista de nuestro país. Y un amigo me dijo: es Carlos Denegri. Escribe en Excélsior. Búscalo, Manuel .

Y con mi tarjeta de Jefe de Información de Claridades me le presente. Pensó que me interesaba entrevistarlo y me dio un trato amable que desapareció cuando le dije: “Dicen que usted es el mejor reportero de México. Yo quiero que usted me enseñe. Deme trabajo, señor Denegri. Quiero ser reportero…

“--Vuelva en dos días, lo pensaré”

Y regresé. Remataba muy alegre Manuel Mejido . El Reportero.