/ sábado 28 de septiembre de 2024

De la pluma de Miguel Reyes Razo / Poniatowska, Leñero y Spota

“¿Cómo ve usted, “maestrazo” --exploró don Armando Ayala Anguiano, director de la muy acreditada revista “Contenido” y del magazine “Vida Capitalina” dirigiéndose así a su amigo, consejero, jefe de redacción de esas publicaciones don Javier Ramos Malzarraga, quien lo miró fijamente-- si le pedimos a Reyes Razo busque y nos traiga una buena entrevista con la escritora Elena Poniatowska?”

“Hombre, Armando -comenzó a responder con intenso parpadeo, como si viviera inesperado instante don Javier Ramos Malzarraga, exreportero, hombre de confianza y cronista de cabecera del intelectual poblano Vicente Lombardo Toledano desde la fundación del diario “El Popular”-- me parece magnífica idea. Reyes Razo hará un magnífico trabajo.

“¡Punto! –exclamó con gesto triunfal Ayala Anguiano. Apresaba entre el cordial y el índice de su mano derecha su apagado puro. Un “Ornelas”. ¡Punto! –repitió. Aquellos dos hombres se aprobaban mutuamente. Exhibían acuerdos y opiniones y gustos algo simplones para su edad pero que, hacían creer, apenas descubrían. Las excelencias de un automóvil Renault-R4. El aroma de un tabaco para pipa. Los utensilios para mantener bien “curadas” una media docena de pipas. La bondad del bicarbonato para favorecer funciones estomacales. A los reporteros de esas redacciones nos producía curiosidad, fresca risa y buen humor el comportamiento del binomio Ayala-Ramos Malzarraga.

“¿Sabías que la actriz española Ofelia Guilmáin se enamoró locamente del “maestrazo” Ramos Malzarraga ?

“Ramos Malzarraga es de una honradez que ni te imaginas. Ya era cuarentón cuando estrenó su primer carro. Se lo dieron en el Complejo de Ciudad Sahagún. En Irolo, Hidalgo. Allá lo llevó José Rogelio Álvarez, director general de aquel complejo estatal. Con la productora de carros de ferrocarril. Una empresa del Estado mexicano que producía ganancias al gobierno, hacía realidad la industrialización de México. Hasta tractores producía. De un día para otro cerraron Ciudad Sahagún. Se prefirió ceder el mercado a empresas extranjeras. Poco a poco, sucesivos gobiernos se desentendieron de su importancia. Desapareció…

Estábamos en la calle de Morelos número 16. Estación de radio, la XEX. Revista femenina “Claudia”, que dirigía Vicente Leñero. Revistas del Grupo MEXABRIL. La Asociación de capitales y marcas de inversionistas mexicanos y argentinos. Vogue, en manos de Hildita O’Farrill. Nick Petri, seudónimo de Pedro San Nicolas, su fotógrafo consentido. Ahí, con Ayala Anguiano y Javier Ramos Malzarraga un argentino llamado José Pichel. En esos días se casaba con la actriz Magda Donato.

“ ¿Entrevistará a Elena Poniatowska? - me preguntaron ambos.

“ Supe - -ayudó Ayala Anguiano-- que prepara un novedoso libro. “Hasta no verte Jesús mío”. Usted ya sabe. Le tenemos mucha confianza. Eso sí, recuerde, urge.

Me di a buscar a la famosa periodista/escritora. Era 1970. Trabajaba en aquellos días como poseído. Iba de un lado a otro. Tenía empleo en AMEX, Agencia Mexicana de Noticias, en Paseo de la Reforma número 107. Edificio de unos 12 pisos que un tiempo ocupó la empresa Teléfonos de México, cuando era propiedad de inversionistas suecos. Reportero del departamento de Espectáculos, seguía indicaciones de la señora Lya Engel. Mujer judía crítica teatral, casada con un educadísimo y paciente periodista español llamado Francisco Fe Álvarez. La Guerra Civil –1936-1939-- lo empujó, con familia y hermanos, a este país. Aquí dirigió una agencia de noticias europea. Adquirió gran renombre y prestigio. Todo mundo quería a Don Paco Fe. En ese tiempo dirigía AMEX.

Conseguí la cita. Elena Poniatowska me concedería la entrevista pedida. Me recibiría en su casa de Coyoacán. ¿La Taxqueña? .¿Miguel Ángel de Quevedo? Salió a recibirme.

“ ¿Cómo me dijiste que te llamas?” - me preguntó mientras avanzábamos al interior de su residencia.

“ Soy Reyes Razo, señora” -respondí

“Estás en mi libro” - me contó. Es sobre Tlatelolco. El 2 de Octubre.

De golpe se me vino el recuerdo de aquel día, de aquella tarde, de la noche. Tenía todo en la memoria. La tensión, el miedo de aquellos días. Las exigencias del periódico. Las horas pasadas día tras día en la Ciudad Universitaria. Las vividas en palabras con Pablo Marentes, Jefe de Prensa de la UNAM con el Rector Barros Sierra y el Secretario General, Fernando Solana.

Días, tiempo veloz. Pocos meses atrás, en octubre de 1967 escribí un relato breve. Con esas cuartillas en el bolsillo perseguí al escritor Luis Spota. Seguía con admiración su carrera periodística. Lo leí de un tirón.

En 1959 “Casi el Paraíso”. Y luego “Las horas violentas”, “La Estrella Vacía”, “Más cornadas da el hambre”, “Las Grandes Aguas”, “El Tiempo de la Ira”… Seguía su programa semanal “Metrópoli”. En XEW Canal 2. Asedié su oficina

“ ¿Qué quieres, maestro? –me pregunto impaciente

“ Escribir. Ser reportero. Yo lo admiro mucho, señor…

“ ¿Has escrito algo?

“ Aquí. Un relato.. ¿Sabe? Me parece formidable el personaje de Darío…

“… Yo lo escribí, maestro. Dame tu relato. Ven. Aquí mi secretaria, Dora Magda te atenderá…

“ Deme su nombre. Ajá. Su teléfono, por favor

“ Es el 16 15 93…

“.¿De su casa ?

“ No. De “La Guerrerense”. Una miscelánea. De ahí me llaman…

Tres, cuatro días después un chiquillo echó abajo la puerta de mi casa:

“Le hablan por teléfono a Miguel.

“Soy Spota, maestro. Es muy bueno tu relato. Tráeme más. Vente para el periódico.

Spota publicó en el Suplemento Cultural de “El Heraldo de México” aquel relato.

“Leí un relato tuyo con Spota. Me gustó. Soy Vicente Leñero. Ven a verme. Dirijo “Claudia”. Te invito a trabajar conmigo. Como reportero.

“Empezarás –me instruyó Luis Spota-- como corrector de estilo ¿Le sabes? Es fácil. Cosa de leer rápido y bien. ¿Tienes buena ortografía? Son mil ochocientos al mes. De siete y media de la tarde a las dos, dos y media de la madrugada. ¿Le entras?

“Como reportero de “Claudia” llegarás aquí a las diez de la mañana. A las tres a comer. Regresas a las cinco. Te vas a las siete. Son tres mil al mes. ¿Aceptas? Y Vicente Leñero me tendió la mano.

Caminaba ya a la noche de Tlatelolco.

“¿Cómo ve usted, “maestrazo” --exploró don Armando Ayala Anguiano, director de la muy acreditada revista “Contenido” y del magazine “Vida Capitalina” dirigiéndose así a su amigo, consejero, jefe de redacción de esas publicaciones don Javier Ramos Malzarraga, quien lo miró fijamente-- si le pedimos a Reyes Razo busque y nos traiga una buena entrevista con la escritora Elena Poniatowska?”

“Hombre, Armando -comenzó a responder con intenso parpadeo, como si viviera inesperado instante don Javier Ramos Malzarraga, exreportero, hombre de confianza y cronista de cabecera del intelectual poblano Vicente Lombardo Toledano desde la fundación del diario “El Popular”-- me parece magnífica idea. Reyes Razo hará un magnífico trabajo.

“¡Punto! –exclamó con gesto triunfal Ayala Anguiano. Apresaba entre el cordial y el índice de su mano derecha su apagado puro. Un “Ornelas”. ¡Punto! –repitió. Aquellos dos hombres se aprobaban mutuamente. Exhibían acuerdos y opiniones y gustos algo simplones para su edad pero que, hacían creer, apenas descubrían. Las excelencias de un automóvil Renault-R4. El aroma de un tabaco para pipa. Los utensilios para mantener bien “curadas” una media docena de pipas. La bondad del bicarbonato para favorecer funciones estomacales. A los reporteros de esas redacciones nos producía curiosidad, fresca risa y buen humor el comportamiento del binomio Ayala-Ramos Malzarraga.

“¿Sabías que la actriz española Ofelia Guilmáin se enamoró locamente del “maestrazo” Ramos Malzarraga ?

“Ramos Malzarraga es de una honradez que ni te imaginas. Ya era cuarentón cuando estrenó su primer carro. Se lo dieron en el Complejo de Ciudad Sahagún. En Irolo, Hidalgo. Allá lo llevó José Rogelio Álvarez, director general de aquel complejo estatal. Con la productora de carros de ferrocarril. Una empresa del Estado mexicano que producía ganancias al gobierno, hacía realidad la industrialización de México. Hasta tractores producía. De un día para otro cerraron Ciudad Sahagún. Se prefirió ceder el mercado a empresas extranjeras. Poco a poco, sucesivos gobiernos se desentendieron de su importancia. Desapareció…

Estábamos en la calle de Morelos número 16. Estación de radio, la XEX. Revista femenina “Claudia”, que dirigía Vicente Leñero. Revistas del Grupo MEXABRIL. La Asociación de capitales y marcas de inversionistas mexicanos y argentinos. Vogue, en manos de Hildita O’Farrill. Nick Petri, seudónimo de Pedro San Nicolas, su fotógrafo consentido. Ahí, con Ayala Anguiano y Javier Ramos Malzarraga un argentino llamado José Pichel. En esos días se casaba con la actriz Magda Donato.

“ ¿Entrevistará a Elena Poniatowska? - me preguntaron ambos.

“ Supe - -ayudó Ayala Anguiano-- que prepara un novedoso libro. “Hasta no verte Jesús mío”. Usted ya sabe. Le tenemos mucha confianza. Eso sí, recuerde, urge.

Me di a buscar a la famosa periodista/escritora. Era 1970. Trabajaba en aquellos días como poseído. Iba de un lado a otro. Tenía empleo en AMEX, Agencia Mexicana de Noticias, en Paseo de la Reforma número 107. Edificio de unos 12 pisos que un tiempo ocupó la empresa Teléfonos de México, cuando era propiedad de inversionistas suecos. Reportero del departamento de Espectáculos, seguía indicaciones de la señora Lya Engel. Mujer judía crítica teatral, casada con un educadísimo y paciente periodista español llamado Francisco Fe Álvarez. La Guerra Civil –1936-1939-- lo empujó, con familia y hermanos, a este país. Aquí dirigió una agencia de noticias europea. Adquirió gran renombre y prestigio. Todo mundo quería a Don Paco Fe. En ese tiempo dirigía AMEX.

Conseguí la cita. Elena Poniatowska me concedería la entrevista pedida. Me recibiría en su casa de Coyoacán. ¿La Taxqueña? .¿Miguel Ángel de Quevedo? Salió a recibirme.

“ ¿Cómo me dijiste que te llamas?” - me preguntó mientras avanzábamos al interior de su residencia.

“ Soy Reyes Razo, señora” -respondí

“Estás en mi libro” - me contó. Es sobre Tlatelolco. El 2 de Octubre.

De golpe se me vino el recuerdo de aquel día, de aquella tarde, de la noche. Tenía todo en la memoria. La tensión, el miedo de aquellos días. Las exigencias del periódico. Las horas pasadas día tras día en la Ciudad Universitaria. Las vividas en palabras con Pablo Marentes, Jefe de Prensa de la UNAM con el Rector Barros Sierra y el Secretario General, Fernando Solana.

Días, tiempo veloz. Pocos meses atrás, en octubre de 1967 escribí un relato breve. Con esas cuartillas en el bolsillo perseguí al escritor Luis Spota. Seguía con admiración su carrera periodística. Lo leí de un tirón.

En 1959 “Casi el Paraíso”. Y luego “Las horas violentas”, “La Estrella Vacía”, “Más cornadas da el hambre”, “Las Grandes Aguas”, “El Tiempo de la Ira”… Seguía su programa semanal “Metrópoli”. En XEW Canal 2. Asedié su oficina

“ ¿Qué quieres, maestro? –me pregunto impaciente

“ Escribir. Ser reportero. Yo lo admiro mucho, señor…

“ ¿Has escrito algo?

“ Aquí. Un relato.. ¿Sabe? Me parece formidable el personaje de Darío…

“… Yo lo escribí, maestro. Dame tu relato. Ven. Aquí mi secretaria, Dora Magda te atenderá…

“ Deme su nombre. Ajá. Su teléfono, por favor

“ Es el 16 15 93…

“.¿De su casa ?

“ No. De “La Guerrerense”. Una miscelánea. De ahí me llaman…

Tres, cuatro días después un chiquillo echó abajo la puerta de mi casa:

“Le hablan por teléfono a Miguel.

“Soy Spota, maestro. Es muy bueno tu relato. Tráeme más. Vente para el periódico.

Spota publicó en el Suplemento Cultural de “El Heraldo de México” aquel relato.

“Leí un relato tuyo con Spota. Me gustó. Soy Vicente Leñero. Ven a verme. Dirijo “Claudia”. Te invito a trabajar conmigo. Como reportero.

“Empezarás –me instruyó Luis Spota-- como corrector de estilo ¿Le sabes? Es fácil. Cosa de leer rápido y bien. ¿Tienes buena ortografía? Son mil ochocientos al mes. De siete y media de la tarde a las dos, dos y media de la madrugada. ¿Le entras?

“Como reportero de “Claudia” llegarás aquí a las diez de la mañana. A las tres a comer. Regresas a las cinco. Te vas a las siete. Son tres mil al mes. ¿Aceptas? Y Vicente Leñero me tendió la mano.

Caminaba ya a la noche de Tlatelolco.