/ viernes 12 de julio de 2024

De la urna al celular: el rol de los votantes en la era digital

Por: Natalia M. Pérez.

Mucho se ha hablado desde el comienzo del año que procesos electorales marcarían el 2024 y, claro, de la importancia de la participación ciudadana. Pero, en la época actual, marcada por la inmediatez y la omnipresencia de las redes sociales, el rol de los votantes ha cambiado, y hoy más que nunca, estamos en el centro de la conversación.

Está claro, los medios de comunicación son la principal arena en donde se desarrolla la contienda. Pero en esta arena, los candidatos no son los principales contrincantes, es la gente. En la arena de las redes sociales, todas las opiniones son válidas, y todas las personas quieren participar en la conversación: se amplifican los discursos y crecen las tensiones.

Lo hemos vivido de primera mano en las elecciones de México. Desde años antes permeaban discursos de rompimiento, de odio. Las personas portaban la playera de su candidata o candidato con orgullo a las batallas que se lucharían en la arena de las redes sociales: sentados detrás de su celular, contestaban cada tweet, como si en sus manos estuviera defender a sus contendientes. Pero no solo es eso, con su playera puesta, como una armadura, también se sentían con el poder de criticar y hacer menos a quienes no piensan como ellos.

Y del otro lado del atlántico la situación no es muy diferente y los resultados lo confirman:

El caos que se desenvolvió con la victoria de la derecha en el Parlamento Europeo pareció tomar por sorpresa a muchos. Pero la tendencia conservadora, con un discurso teñido de racismo, islamofobia y machismo, ha estado siempre presente en las redes. No obstante, su consecuencia directa, las elecciones de Francia, tuvo resultados ambivalentes: la extrema derecha ganó la mayoría de los escaños. No, perdón, que al final fue la alianza de izquierdas. ¿Y el partido centrista?

Pareciera que cada país vive sus propias batallas internas, reflejando una división que trasciende fronteras. Prueba de ello ha sido los videos que llenan nuestras pantallas, mostrando a personas llorando ante el prospecto que el partido rival ganase; respuesta a un miedo infringido en las redes, donde han escuchado por personas con ideales afines diciendo que este será el final de su vida como la conocen. Ven los resultados, y les viene a la mente la palabra que se les ha repetido una y otra vez: “comunismo, comunismo”, o “fascismo, fascismo”.

Y en ningún lado está más claro que en nuestro vecino del norte. Faltan meses para las elecciones en Estados Unidos y el debate es más álgido que nunca. Las opciones disponibles son criticadas con vehemencia, y la polarización se acentúa día a día. Parece que en la actualidad todo el mundo hace de la frase “el que no está conmigo está contra mí” su motor de vida.

Claro, podemos hablar de una crisis de la democracia, pero indudablemente, como sociedad civil no estamos haciendo nada de nuestra parte para evitarlo. De nada sirve que la población esté dividida; así que seamos la solución, no perpetuemos el problema: reconozcamos a los candidatos por sus cualidades y propuestas, no por sus discursos divisorios. Practiquemos la escucha activa. Exijamos más, exijamos mejor.


Por: Natalia M. Pérez.

Mucho se ha hablado desde el comienzo del año que procesos electorales marcarían el 2024 y, claro, de la importancia de la participación ciudadana. Pero, en la época actual, marcada por la inmediatez y la omnipresencia de las redes sociales, el rol de los votantes ha cambiado, y hoy más que nunca, estamos en el centro de la conversación.

Está claro, los medios de comunicación son la principal arena en donde se desarrolla la contienda. Pero en esta arena, los candidatos no son los principales contrincantes, es la gente. En la arena de las redes sociales, todas las opiniones son válidas, y todas las personas quieren participar en la conversación: se amplifican los discursos y crecen las tensiones.

Lo hemos vivido de primera mano en las elecciones de México. Desde años antes permeaban discursos de rompimiento, de odio. Las personas portaban la playera de su candidata o candidato con orgullo a las batallas que se lucharían en la arena de las redes sociales: sentados detrás de su celular, contestaban cada tweet, como si en sus manos estuviera defender a sus contendientes. Pero no solo es eso, con su playera puesta, como una armadura, también se sentían con el poder de criticar y hacer menos a quienes no piensan como ellos.

Y del otro lado del atlántico la situación no es muy diferente y los resultados lo confirman:

El caos que se desenvolvió con la victoria de la derecha en el Parlamento Europeo pareció tomar por sorpresa a muchos. Pero la tendencia conservadora, con un discurso teñido de racismo, islamofobia y machismo, ha estado siempre presente en las redes. No obstante, su consecuencia directa, las elecciones de Francia, tuvo resultados ambivalentes: la extrema derecha ganó la mayoría de los escaños. No, perdón, que al final fue la alianza de izquierdas. ¿Y el partido centrista?

Pareciera que cada país vive sus propias batallas internas, reflejando una división que trasciende fronteras. Prueba de ello ha sido los videos que llenan nuestras pantallas, mostrando a personas llorando ante el prospecto que el partido rival ganase; respuesta a un miedo infringido en las redes, donde han escuchado por personas con ideales afines diciendo que este será el final de su vida como la conocen. Ven los resultados, y les viene a la mente la palabra que se les ha repetido una y otra vez: “comunismo, comunismo”, o “fascismo, fascismo”.

Y en ningún lado está más claro que en nuestro vecino del norte. Faltan meses para las elecciones en Estados Unidos y el debate es más álgido que nunca. Las opciones disponibles son criticadas con vehemencia, y la polarización se acentúa día a día. Parece que en la actualidad todo el mundo hace de la frase “el que no está conmigo está contra mí” su motor de vida.

Claro, podemos hablar de una crisis de la democracia, pero indudablemente, como sociedad civil no estamos haciendo nada de nuestra parte para evitarlo. De nada sirve que la población esté dividida; así que seamos la solución, no perpetuemos el problema: reconozcamos a los candidatos por sus cualidades y propuestas, no por sus discursos divisorios. Practiquemos la escucha activa. Exijamos más, exijamos mejor.