Por Gerardo Traslosheros
Asociado COMEXI
En Latinoamérica frecuentemente llegan al poder por la vía democrática líderes carismáticos intolerantes que se presumen redentores del pueblo contra élites dominantes presuntamente explotadoras. Esto sucedió en México con la llamada Cuarta Transformación. La pretendida transformación actual parece ser una regresión al pasado nacionalista autoritario, buscando dar un giro hacia la izquierda radical pro Cuba. Existen fuerzas poderosas que dificultan ese regreso y vuelco, como los tratados comerciales suscritos en los últimos 30 años y la vecindad con el aún país más poderoso del mundo. La frustración de AMLO con la derrota de Trump frente a Biden, radica en que con Trump coincidía en una política energética contraria al medio ambiente y en un desprecio por las instituciones democráticas, dos aspectos que entran en colisión con la nueva administración estadounidense. La alianza Trump-AMLO recuerda alianzas contra natura del pasado como la de Ribbentrop-Molotov.
La 4T está marcada por simbolismos que acercan de manera íntima al Presidente con el “pueblo bueno” mexicano, lo que le da gran fuerza política. Su referencia recurrente a Benito Juárez, el indígena zapoteca que llegó a ser Presidente, su partido MORENA, cuyo nombre se vincula con la Virgen (morena) de Guadalupe en un pueblo profundamente creyente y supersticioso, y la vuelta al petróleo como símbolo de la propiedad del pueblo de los recursos naturales. Tal vez AMLO espera un gigantesco hallazgo que le permita financiar sus programas sin caer en un exceso de gasto y deuda, lo que llevó a la ruina a los gobiernos estatistas de Echeverría y López Portillo y a la adopción del modelo de libre mercado neoliberal a partir de los años 80.
El desafecto por lo neoliberal de AMLO viene de la derrota del pasado nacionalista y de su postura ideológica, que admira a Ernesto Che Guevara y a Jesús de Nazareth. Se siente cercano a la izquierda bolivariana pro Cuba, a la que defiende en la OEA, y comulga con grupos conservadores evangélicos, como el PES. La síntesis del marxismo y cristianismo la encontramos en la teología de la liberación de los años 60, en plena guerra fría, que justificaba las revoluciones marxistas para lograr la justicia incluyendo la abolición de la propiedad privada (lo que ha demostrado ser la ruina económica de los países de manera reiterada).
Existe en general en AMLO un rechazo a la iniciativa privada, lo que se demuestra con su contrarreforma eléctrica, la cancelación del NAICM y la ausencia de apoyo a empresas formales para enfrentar la pandemia. Se dedican recursos para construir una refinería innecesaria, mantener una empresa petrolera técnicamente quebrada, construir un tren que atenta contra el medio ambiente, y construir un aeropuerto sin viabilidad de navegación, en vez de destinar esos recursos a apoyar a empresas productivas, promover la salud (en medio de la pandemia) o favorecer la ciencia, la tecnología y la educación.
El discurso populista de la izquierda radical se apoya en la exaltación del conflicto social. Se trata de explotar el resentimiento de las mayorías ante promesas incumplidas de una mayor igualdad, la eliminación de la corrupción y el fin de la violencia del crimen, entre otros. AMLO es producto de las fallas del pasado. En el México profundo existe rencor por la discriminación de los descendientes de españoles y europeos contra lo indígena. El México mayoritariamente mestizo no deja de reconocerse más en el pasado indígena que en el pasado español o europeo, lo que AMLO explota.
Cuba ha logrado sobrevivir gracias al apoyo de los gobiernos radicales latinoamericanos que comparten su visión e ideales. Se mantiene un espejismo idealizado de Cuba sin admitir que se trata de una dictadura que se escuda en el embargo americano para perpetuarse y no permitir libertades políticas ni económicas. Dicha izquierda radical sigue esperando que el fenómeno de Cuba se repita con diferentes matices en América Latina.
En su camino a la presidencia, AMLO ofreció apoyo a las causas de distintos grupos de izquierda, incluyendo a grupos socialdemócratas, feministas y ambientalistas, entre otros, que se sienten abandonados y se han vuelto sus activos opositores. La apuesta de AMLO en la lealtad del “pueblo bueno” a su causa sigue ahí, apoyado en el uso selectivo de la justicia para lograr lealtades y popularidad, a pesar de las deserciones de grupos de intelectuales y científicos que también se sienten traicionados. Son inúmeras las medias verdades o mentiras que se escuchan a diario, con un ejército que se ha llenado de obras y funciones públicas, una vez más rompiendo promesas. En las elecciones del próximo junio veremos si la transformación regresiva que busca AMLO y su grupo de radicales se detiene por la vía democrática, o si el país se aproxima cada vez más al precipicio autoritario y al desastre económico.
Te recomendamos el podcast ⬇️