Conforme pasan las horas y los días, se van revelando situaciones de auténtico dramatismo. Por principio de cuentas y como lo más importante, está la pérdida de vida humanas. El número de decesos, demuestra la fuerza devastadora de la naturaleza cuando las medidas de prevención no son ni oportunas ni suficientes.
Es una polémica de fondo referirse a si hubo o no la necesaria anticipación de las autoridades, sobre todo locales. Más aún, en una geografía caracterizada por sismos, deslaves y por supuesto, huracanes. La fuerza de “Otis”, quedará en mal momento, en nuestra memoria, como uno de los referentes del cambio climático así como una de las peores experiencias colectivas del siglo XXI.
La ciencia aeroespacial, las ingenierías del procesamiento, organización e interpretación de la información, son recursos determinantes para en estos casos, salvar vidas y aplicar medidas paliativas ante el desastre. Sea en Japón, el sur de Italia o las costas del Océano Pacífico de México, los sistemas satelitales, las referencias estadísticas y sobre todo, la valoración y criterio de los especialistas, son recursos de un valor sustancial –no cuantificable, para la prevención de afectaciones que sin duda, cambian para siempre el estilo de vida de miles, millones de personas.
Los desastres naturales, tengamos presente, por ejemplo, los recientes e impresionantes incendios forestales en Canadá, Alemania, Estados Unidos, España y Portugal, en donde si bien las actuaciones de los cuerpos de Seguridad y rescate actuaron a tiempo, eso no impidió que extensas superficies fueran muy afectadas y con ello, los ecosistemas.
En ese sentido, lo que estamos padeciendo en Acapulco y otras partes aledañas en el estado de Guerrero son un muy serio recordatorio de que las condiciones de deterioro del medio ambiente a nivel mundial, pero también, respecto de cómo se deben y tienen que procesar y administrar las tragedias colectivas.
Desde luego, y lo podemos observar en la historia reciente, un desastre natural y ambiental, puede derivar en desestabilización social y por lo tanto, en una crisis política y de legitimidad para las autoridades.
Sin importar la procedencia política o ideológica que tengan, la prueba de su eficacia, determinación, pero sobre todo de organización para atender las urgentes necesidades de la población, implica y pone de por medio, la continuidad de la vida cotidiana en las zonas afectadas.
Son inútiles las descalificaciones o las muestras de simpatía acrítica, sin ambas no van acompañadas por evidencias; superando las animosidades, que en nada contribuyen a atender la dramática condiciones de sobrevivencia de la población afectada.
En ese sentido, la mala gestión o administración para atender los desastres naturales, desde luego que propician crisis políticas y de legitimidad. De allí, que a propios y extraños, convenga que la atención a la población sea oportuna y suficiente.
No tiene ningún valor ni utilidad práctica, denostar o simplemente señalar errores o magnificar obvias responsabilidades. Es momento de actuar en conjunto y en una sola dirección para el apoyo al restablecimiento de las condiciones de vida. Sin excepción, debemos contribuir y organizar.
@JOPso