El presidente de Francia, Emmanuel Macron, hombre sensato, manifestó su oposición a la prohibición de las corridas de toros en su tierra, la de las cosas maravillosas como la gastronomía, vinicultura, el ocio, entre otras.
Como anunció el pasado invierno la prestigiada EFE: La proposición de ley para abolir las corridas de toros en Francia fue retirada por falta de apoyo parlamentario a petición de su promotor el diputado de izquierda, Aymeric Caron. “No es posible abolir las corridas en Francia”, lamentó en la Asamblea Nacional Caron.
La iniciativa que ya había sido rechazada en la comisión legislativa de la Asamblea, ha creado un intenso debate público en Francia con manifestaciones en contra y a favor de las corridas de toros. Casi 500 enmiendas, de ellas la mayor parte, las había redactado la ultraderechista Agrupación Nacional de Marine Le Pen.
A través de la Secretaria de Estado de la Ruralidad, representada por Dominique Faure, el gobierno de Emmanuel Macron manifestó su oposición a la prohibición de las corridas . “Es una cultura ancestral anclada territorialmente, una tradición que pasa de generación a generación. Hay que respetar esa libertad de ver las corridas, igual que hay que respetar los sentimientos de los que se sienten heridos por el sufrimiento del animal”, anotó Faure.
La secretaria de estado también defendió su mantenimiento por su impacto económico en las zonas en las que están permitidas, 71 años de tauromaquia en el sur de Francia, donde es fundamental el desarrollo económico en la región: Las regiones de Nueva Aquitania, Occitania y Provenza, Alpes, Costa Azul, todas ellas en el sur del país y próximas a España, cuentan con una derogación especial a la normativa del maltrato animal que permite su celebración.
Las corridas de toros en Francia tuvieron altas y bajas en su historia. Durante parte del siglo XIX estuvieron prohibidas hasta que a mediados de ese siglo fueron reintroducidas por la llegada de la española Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Prohibidas nueve años más tarde. Se volvieron a autorizar a partir de 1951 y son una gran industria de Francia.
Seria gravísima la abolición respecto a la destrucción de empleos y patrimonio cultural que implica este espectáculo que alegra a miles de familias que dependen de ello como la alegría de los aficionados a la fiesta más bella. Como aseguraba mi amigo Pierrre du Martin, diplomático que estuvo en México, director de Prensa de la Embajada de Francia cuando fue embajador Bruno Delaye, irredento taurino apoyando el intercambio de toreros franceses como Pierre no faltaba a su barrera en La México y conquistó la amistad de ganaderos, empresarios y a toda la familia taurina. También me dieron a conocer el tema de las Corridas en la Camarga una región del sur allá donde saltan y concursan para quitar un listón de la frente entre dos cuernos impactantes y saltar sobre esos bravos toros. Algo como lo que ejecutan en España pero solamente brincando y haciendo acrobacias. Solo me queda añadir que enhorabuena para la fiesta brava, las corridas de toros y a los aficionados franceses por un presidente que apoya los gustos, tradiciones y economía de todos sus ciudadanos como los turistas que disfrutamos al máximo las Corridas en Nimes y otras plaza de Francia en sus ferias. Plazas que en su mayoría, fueron circos romanos y es emocionante ver las faenas y triunfos de las figuras mundiales .,NOS VEREMOS MAS TARDE…QUE EL CIELO LOS JUZGUE…