/ jueves 24 de octubre de 2024

Desinstitucionalización y empobrecimiento

Este año, el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia, el Nobel de Economía, fue otorgado en reconocimiento a “estudios de cómo se forman las instituciones y afectan la prosperidad”. De referencia en el análisis de por qué unos países progresan rápidamente y otros fracasan o se rezagan, como México, que como en casi toda Latinoamérica, no logramos despegar de la promesa como “país del futuro”, con la recurrente experiencia de dar un paso adelante para luego retroceder uno, dos o tres.

Como parece hoy ocurrirnos nuevamente, y de ahí la pertinencia de la reflexión a partir del trabajo de los profesores, del MIT y la Universidad de Chicago, Daron Acemoglu, Simón Johnson y James A. Robinson, este último, coautor, con Acemoglu, del bestseller “Por qué fracasan los países”, que expone al público en general sus hallazgos y teorías, a la luz de lo cual podemos entender una de las causas profundas –si no es que la mayor– de nuestro desarrollo insuficiente, lento, interrumpido una y otra vez, y en todo caso, sub óptimo.

La reflexión es tanto más relevante por el radical socavamiento institucional que hemos vivido en los últimos años, y que lamentablemente, prosigue, con más instituciones del Estado mexicano amenazadas, en seguimiento a la extinción o destrucción de tantas en el sexenio que acaba de terminar, ya sea por ley o de facto. Con el Poder Judicial ante un escenario de rápida desintegración y varios organismos constitucionalmente autónomos en riesgo de ser eliminados.

Con la misma división de poderes y, por tanto, la democracia, en disolución. Cuando, de acuerdo con el trabajo de estos economistas, se requiere no menos, sino más democracia para afrontar no sólo los problemas políticos que hoy aquejan a México y al mundo, sino también los económicos.

En un amplio estudio al respecto, con análisis de 175 países de 1960 a 2010 (“Democracy Does Cause Growth”, Universidad de Chicago), Acemoglu, Robinson y otros colegas muestran que los países que se han democratizado han visto incrementos del PIB per cápita de 20 por ciento.

La Academia Sueca es insistente en cuanto a que los galardonados han aportado conocimientos sobre por qué algunos países se enriquecen mientras otros se empobrecen o, aunque algo avancen, no consiguen acortar la brecha. Por qué el 20% más rico de las naciones hoy es 30 veces más rico que el 20% más pobre, con pruebas convincentes y un enfoque empírico innovador.

Por un lado, instituciones sociales orientadas al establecimiento de derechos y libertades fundamentales, con un Estado de derecho. Por otro, aquellas que son creadas o capturadas para extraer rentas y/o concentrar poderes, y tendientes a la arbitrariedad, sean de izquierda o de derecha. Difícil tener una economía moderna con instituciones pre-modernas.

Peor aún, cuando no hay instituciones o se están desintegrando, lo que, por ausencia, puede derivar en lo que vemos en muchas zonas de México: en el mundo de los criminales, la ley y las instituciones son suplantadas por la corrupción y la violencia.

En el propio paquete de divulgación del anuncio del Nobel se aborda el caso de la “historia de dos ciudades”: el estudio de caso de “los dos Nogales”, abordado por los laureados. ¿Por qué dos mitades de una misma ciudad, entre Arizona y Sonora, tienen condiciones de vida tan diferentes? Si el clima y la naturaleza son idénticos, y se comparten ancestros y rasgos culturales esenciales.

En las ciudades situadas al norte de la frontera no se padecen directamente fenómenos como los que refleja cotidianamente la prensa sobre las del sur, que exponen de cuerpo entero el inmenso desafío institucional en México y los efectos previsibles para la actividad económica. Como grupos criminales que pretenden cobrar su “arancel” por toda mercancía que entra al país, tal como cobran derecho de piso a comerciantes y todo tipo de empresas.

Esto último no sólo ocurre en la frontera, sino en muchas ciudades, mientras en el campo se extorsiona a productores. Una economía de rentas criminales que inclusive llegan a incidir en la inflación. En el sexenio pasado, la extorsión creció casi 37 por ciento. Todo esto refleja un agudo deterioro institucional.

Como refiere un análisis de Citibanamex a propósito del Nobel, hay indicadores de gobernanza, como los del Banco Mundial, que permiten evaluar la calidad de las instituciones en México y el mundo y sus efectos. Tienen que ver con el proceso para seleccionar gobiernos, supervisarlos y reemplazarlos; con participación ciudadana y estabilidad política; eficiencia gubernamental y calidad regulatoria; respeto de los ciudadanos y del Estado a las instituciones que rigen las interacciones económicas y sociales.

Claramente, no vamos por el camino correcto. Pasamos de ocupar lugares entre 70 y 150 en 1996, dependiendo del indicador, a entre 114 y 176 en 2022.

Tuvimos dos períodos relevantes de avance, como expone el análisis: el de la evolución de un régimen de partido dominante en la postrevolución y la transición democrática acelerada en los años 90. Es lo que estamos perdiendo, aceleradamente, desde el 2018, cuando entró en funciones un gobierno cuyo liderazgo ya había perfilado un claro desprecio por las instituciones.

En el sexenio pasado se liquidaron muchas instituciones: Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, Consejo de Promoción Turística, ProMéxico, Seguro Popular que cambió al INSABI, que también se canceló. 10 subsecretarías. 14 encuestas del Inegi. 390 fideicomisos de distinta índole.

INAI, Cofece, IFT, Coneval, CRE, CNH están ahora bajo amenaza.

El debilitamiento de las instituciones democráticas ha concentrado el poder político, pero, si las conclusiones de Acemoglu, Johnson y Robinson son correctas, el entorno y la perspectiva institucional no nos colocan en trayectoria de prosperidad.

Por lo pronto, la pasada administración, que figura por el desmantelamiento de instituciones, tuvo el peor desempeño en crecimiento del PIB en seis sexenios, con el ingreso per cápita estancado.

Debemos tomar conciencia de ello, como nación.

Este año, el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia, el Nobel de Economía, fue otorgado en reconocimiento a “estudios de cómo se forman las instituciones y afectan la prosperidad”. De referencia en el análisis de por qué unos países progresan rápidamente y otros fracasan o se rezagan, como México, que como en casi toda Latinoamérica, no logramos despegar de la promesa como “país del futuro”, con la recurrente experiencia de dar un paso adelante para luego retroceder uno, dos o tres.

Como parece hoy ocurrirnos nuevamente, y de ahí la pertinencia de la reflexión a partir del trabajo de los profesores, del MIT y la Universidad de Chicago, Daron Acemoglu, Simón Johnson y James A. Robinson, este último, coautor, con Acemoglu, del bestseller “Por qué fracasan los países”, que expone al público en general sus hallazgos y teorías, a la luz de lo cual podemos entender una de las causas profundas –si no es que la mayor– de nuestro desarrollo insuficiente, lento, interrumpido una y otra vez, y en todo caso, sub óptimo.

La reflexión es tanto más relevante por el radical socavamiento institucional que hemos vivido en los últimos años, y que lamentablemente, prosigue, con más instituciones del Estado mexicano amenazadas, en seguimiento a la extinción o destrucción de tantas en el sexenio que acaba de terminar, ya sea por ley o de facto. Con el Poder Judicial ante un escenario de rápida desintegración y varios organismos constitucionalmente autónomos en riesgo de ser eliminados.

Con la misma división de poderes y, por tanto, la democracia, en disolución. Cuando, de acuerdo con el trabajo de estos economistas, se requiere no menos, sino más democracia para afrontar no sólo los problemas políticos que hoy aquejan a México y al mundo, sino también los económicos.

En un amplio estudio al respecto, con análisis de 175 países de 1960 a 2010 (“Democracy Does Cause Growth”, Universidad de Chicago), Acemoglu, Robinson y otros colegas muestran que los países que se han democratizado han visto incrementos del PIB per cápita de 20 por ciento.

La Academia Sueca es insistente en cuanto a que los galardonados han aportado conocimientos sobre por qué algunos países se enriquecen mientras otros se empobrecen o, aunque algo avancen, no consiguen acortar la brecha. Por qué el 20% más rico de las naciones hoy es 30 veces más rico que el 20% más pobre, con pruebas convincentes y un enfoque empírico innovador.

Por un lado, instituciones sociales orientadas al establecimiento de derechos y libertades fundamentales, con un Estado de derecho. Por otro, aquellas que son creadas o capturadas para extraer rentas y/o concentrar poderes, y tendientes a la arbitrariedad, sean de izquierda o de derecha. Difícil tener una economía moderna con instituciones pre-modernas.

Peor aún, cuando no hay instituciones o se están desintegrando, lo que, por ausencia, puede derivar en lo que vemos en muchas zonas de México: en el mundo de los criminales, la ley y las instituciones son suplantadas por la corrupción y la violencia.

En el propio paquete de divulgación del anuncio del Nobel se aborda el caso de la “historia de dos ciudades”: el estudio de caso de “los dos Nogales”, abordado por los laureados. ¿Por qué dos mitades de una misma ciudad, entre Arizona y Sonora, tienen condiciones de vida tan diferentes? Si el clima y la naturaleza son idénticos, y se comparten ancestros y rasgos culturales esenciales.

En las ciudades situadas al norte de la frontera no se padecen directamente fenómenos como los que refleja cotidianamente la prensa sobre las del sur, que exponen de cuerpo entero el inmenso desafío institucional en México y los efectos previsibles para la actividad económica. Como grupos criminales que pretenden cobrar su “arancel” por toda mercancía que entra al país, tal como cobran derecho de piso a comerciantes y todo tipo de empresas.

Esto último no sólo ocurre en la frontera, sino en muchas ciudades, mientras en el campo se extorsiona a productores. Una economía de rentas criminales que inclusive llegan a incidir en la inflación. En el sexenio pasado, la extorsión creció casi 37 por ciento. Todo esto refleja un agudo deterioro institucional.

Como refiere un análisis de Citibanamex a propósito del Nobel, hay indicadores de gobernanza, como los del Banco Mundial, que permiten evaluar la calidad de las instituciones en México y el mundo y sus efectos. Tienen que ver con el proceso para seleccionar gobiernos, supervisarlos y reemplazarlos; con participación ciudadana y estabilidad política; eficiencia gubernamental y calidad regulatoria; respeto de los ciudadanos y del Estado a las instituciones que rigen las interacciones económicas y sociales.

Claramente, no vamos por el camino correcto. Pasamos de ocupar lugares entre 70 y 150 en 1996, dependiendo del indicador, a entre 114 y 176 en 2022.

Tuvimos dos períodos relevantes de avance, como expone el análisis: el de la evolución de un régimen de partido dominante en la postrevolución y la transición democrática acelerada en los años 90. Es lo que estamos perdiendo, aceleradamente, desde el 2018, cuando entró en funciones un gobierno cuyo liderazgo ya había perfilado un claro desprecio por las instituciones.

En el sexenio pasado se liquidaron muchas instituciones: Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, Consejo de Promoción Turística, ProMéxico, Seguro Popular que cambió al INSABI, que también se canceló. 10 subsecretarías. 14 encuestas del Inegi. 390 fideicomisos de distinta índole.

INAI, Cofece, IFT, Coneval, CRE, CNH están ahora bajo amenaza.

El debilitamiento de las instituciones democráticas ha concentrado el poder político, pero, si las conclusiones de Acemoglu, Johnson y Robinson son correctas, el entorno y la perspectiva institucional no nos colocan en trayectoria de prosperidad.

Por lo pronto, la pasada administración, que figura por el desmantelamiento de instituciones, tuvo el peor desempeño en crecimiento del PIB en seis sexenios, con el ingreso per cápita estancado.

Debemos tomar conciencia de ello, como nación.