/ viernes 26 de enero de 2024

Día Mundial de la Educación Ambiental

El próximo 26 de enero se conmemorará, por 49 años consecutivos, el Día Mundial de la Educación Ambiental; esta fecha es el resultado del primer encuentro de la comunidad internacional en el Seminario Internacional de Educación Ambiental desarrollado en 1975 en Belgrado (Serbia) y que contó con la participación de 70 países. Desde entonces se reconoce a la Educación Ambiental (EA) como una herramienta cuyo fin es generar conciencia pública en torno al cuidado del medio ambiente que nos rodea.

Para ese momento se había celebrado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano, también conocida como Cumbre de Estocolmo de 1972 y que terminó con una Declaración de 26 principios. En ese marco de política ambiental se reconoció que el medio ambiente era el concepto utilizado para revisar lo relativo a la ecología, el hambre, la pobreza y la salud humana. Por primera vez en la historia, el tema ambiental se convertía en el foco de interés mundial y a su vez la educación ambiental se reconocía como un medio para visualizar los problemas ambientales y despertar el interés de la humanidad para evitar afectaciones al entorno humano.

La pregunta a responder hoy día es si después de casi 50 años, la conmemoración de la educación ambiental ha arrojado los resultados esperados. La meta era generar en la mayor población posible, un aumento de la conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y los recursos naturales. Esto tiene que ver con cambios en las actitudes y valores del ser humano pero también en las formas de los patrones de producción y consumo que imperaban, en esos años, y que estaban demostrando diversos problemas asociados al medio ambiente y la salud humana -la niebla tóxica en Londres (1952), el uso generalizado del DDT en los cultivos en Estados Unidos (1956), la contaminación por mercurio en la Bahía de Minamata en Japón (1955), la deforestación acelerada en el Amazonas en Brazil (1960), la marea negra en Francia (1978), por citar solo algunos de los grandes problemas ambientales de esas décadas-.

Con base en lo anterior la gran apuesta era generar una “conciencia colectiva por el cuidado ambiental”. Lamentablemente la evidencia demuestra que aún no logramos generar la conciencia pública ambiental esperada y que a pesar de los esfuerzos colectivos realizados, el nivel de corresponsabilidad y la prevención de los problemas ambientales, aún son pendientes en la agenda ambiental internacional.

Hoy mas que nunca debemos de tomar la educación ambiental con seriedad, los problemas globales del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la crisis hídrica y la seguridad alimentaria, provocan que desde todas las trincheras tengamos que actuar en torno a la solución de los mismos. Debemos de impulsar verdaderas herramientas de capacitación y de conciencia social para que cualquier persona pueda convertirse en “agente de cambio”. Así mismo los patrones de producción y consumo deben también virar hacia esquemas de economía circular.

Ya no es momento solo de socializar el concepto de sustentabilidad o el de sostenibilidad, hoy todos los países de la comunidad internacional deberían de tener rutas de acción trazadas y replicar las prácticas exitosas para frenar la tasa de deterioro ambiental que amenaza a la humanidad.

No todo es negativo, medio siglo de trabajo colectivo ha llevado a resultados puntuales, como el aumento sobre el conocimiento de los detonantes de los problemas ambientales, pero también respecto a las técnicas exitosas, ya sea como soluciones basadas en la naturaleza y soluciones basadas en la tecnología, que se deben de implementar para restar las externalidades negativas resultantes de los patrones de desarrollo, y también hay un cambio de actitud respecto a las cuestiones ambientales que, sea por moda o sea por urgencia, las nuevas generaciones sí están tomando con seriedad. El gran pendiente es lograr generalizar desde la primera infancia una mejor actitud con el medio ambiente y los recursos naturales para garantizar el no comprometer nuestro presente ni el futuro de las nuevas generaciones.

La educación ambiental no solo se debe de reconocer en la conmemoración de su día, se debe hacer de esta, una práctica transversal en el hogar, en la escuela, en el trabajo y en la comunidad. Solo así seremos agentes de cambio sostenibles.

El próximo 26 de enero se conmemorará, por 49 años consecutivos, el Día Mundial de la Educación Ambiental; esta fecha es el resultado del primer encuentro de la comunidad internacional en el Seminario Internacional de Educación Ambiental desarrollado en 1975 en Belgrado (Serbia) y que contó con la participación de 70 países. Desde entonces se reconoce a la Educación Ambiental (EA) como una herramienta cuyo fin es generar conciencia pública en torno al cuidado del medio ambiente que nos rodea.

Para ese momento se había celebrado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano, también conocida como Cumbre de Estocolmo de 1972 y que terminó con una Declaración de 26 principios. En ese marco de política ambiental se reconoció que el medio ambiente era el concepto utilizado para revisar lo relativo a la ecología, el hambre, la pobreza y la salud humana. Por primera vez en la historia, el tema ambiental se convertía en el foco de interés mundial y a su vez la educación ambiental se reconocía como un medio para visualizar los problemas ambientales y despertar el interés de la humanidad para evitar afectaciones al entorno humano.

La pregunta a responder hoy día es si después de casi 50 años, la conmemoración de la educación ambiental ha arrojado los resultados esperados. La meta era generar en la mayor población posible, un aumento de la conciencia sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y los recursos naturales. Esto tiene que ver con cambios en las actitudes y valores del ser humano pero también en las formas de los patrones de producción y consumo que imperaban, en esos años, y que estaban demostrando diversos problemas asociados al medio ambiente y la salud humana -la niebla tóxica en Londres (1952), el uso generalizado del DDT en los cultivos en Estados Unidos (1956), la contaminación por mercurio en la Bahía de Minamata en Japón (1955), la deforestación acelerada en el Amazonas en Brazil (1960), la marea negra en Francia (1978), por citar solo algunos de los grandes problemas ambientales de esas décadas-.

Con base en lo anterior la gran apuesta era generar una “conciencia colectiva por el cuidado ambiental”. Lamentablemente la evidencia demuestra que aún no logramos generar la conciencia pública ambiental esperada y que a pesar de los esfuerzos colectivos realizados, el nivel de corresponsabilidad y la prevención de los problemas ambientales, aún son pendientes en la agenda ambiental internacional.

Hoy mas que nunca debemos de tomar la educación ambiental con seriedad, los problemas globales del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la crisis hídrica y la seguridad alimentaria, provocan que desde todas las trincheras tengamos que actuar en torno a la solución de los mismos. Debemos de impulsar verdaderas herramientas de capacitación y de conciencia social para que cualquier persona pueda convertirse en “agente de cambio”. Así mismo los patrones de producción y consumo deben también virar hacia esquemas de economía circular.

Ya no es momento solo de socializar el concepto de sustentabilidad o el de sostenibilidad, hoy todos los países de la comunidad internacional deberían de tener rutas de acción trazadas y replicar las prácticas exitosas para frenar la tasa de deterioro ambiental que amenaza a la humanidad.

No todo es negativo, medio siglo de trabajo colectivo ha llevado a resultados puntuales, como el aumento sobre el conocimiento de los detonantes de los problemas ambientales, pero también respecto a las técnicas exitosas, ya sea como soluciones basadas en la naturaleza y soluciones basadas en la tecnología, que se deben de implementar para restar las externalidades negativas resultantes de los patrones de desarrollo, y también hay un cambio de actitud respecto a las cuestiones ambientales que, sea por moda o sea por urgencia, las nuevas generaciones sí están tomando con seriedad. El gran pendiente es lograr generalizar desde la primera infancia una mejor actitud con el medio ambiente y los recursos naturales para garantizar el no comprometer nuestro presente ni el futuro de las nuevas generaciones.

La educación ambiental no solo se debe de reconocer en la conmemoración de su día, se debe hacer de esta, una práctica transversal en el hogar, en la escuela, en el trabajo y en la comunidad. Solo así seremos agentes de cambio sostenibles.