/ sábado 5 de marzo de 2022

Disco Duro | ¿Rodeado de ángeles?

El miércoles pasado Luis Carriles publicó en estas páginas la columna “Andy y los sin calcetines”, un grupo de mirreyes de camisa abierta y zapatos sin calcetines, bebedores de champaña, que se dedican a arreglar broncas de proveedores en Pemex y dicen ser amigos de Andrés, el hijo del presidente López Obrador.

En juzgados está rebotando el nombre del ex consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, como parte de un entramado de extorsión de empresarios y personajes públicos, idéntico al que tuvo a su vez Enrique Peña Nieto en su sexenio, en esa misma posición.

El otro hijo del presidente, José Ramón, también ha estado, desde el 11 de febrero pasado, en el ojo del huracán público por su suntuoso estilo de vida, ligado de manera muy sospechosa al proveedor de Pemex, Baker Hughes.

La paraestatal Seguridad Alimentaria Mexicana, Segalmex, la pretendida nueva Conasupo, dirigida por el mentor del presidente, Ignacio Ovalle, no tiene cómo comprobar qué pasó con 5 mil millones de pesos mal ejercidos o desviados, de lo que ha dado cuenta la Auditoria Superior de la Federación. Manuel Bartlett e Irma Eréndira Sandoval no pudieron explicar convincentemente sus abultadas propiedades inmobiliarias.

El Presidente de la República, fiel a su costumbre, se bloquea, entra en negación y ataca a sus críticos, se asume rodeado de ángeles impolutos, incapaces de traicionar su confianza o de incurrir en debilidades o excesos. Voltea la narrativa y se dice igual de agredido que Francisco I. Madero previo a su martirologio.

Alguna vez dijo que en materia de corrupción sólo metía las manos al fuego por su esposa y su hijo más pequeño. En los hechos defiende a todo su entorno cercano, familiar y de gobierno. Supone que como él es austero y honesto, en automático todos los demás cercanos lo son sin mancha de duda.

Esta debilidad de carácter se entiende y es muy humana, pero tiende a sesgar su actuación. La lucha contra la corrupción es para él el eje de todo su trabajo, y hace bien, ningún presidente moderno le había entrado en serio a ese tema, pero cree que una vez que tomó posesión, aquella desapareció por arte de magia.

Creer que el pueblo es bueno, los ricos malos, los españoles tramposos, los medios completamente corruptos, su gobierno 100% honesto, su familia incapaz de un error de juicio, entre otras fijaciones suyas, son prejuicios que nublan su entendimiento y afectan su tarea de gobierno.

Entre esas creencia mágicas está la más peligrosa: la de que el Ejército es incorruptible, no tiene apetito de poder y es incapaz de violar derechos humanos. Que si lo hizo en el pasado fue por obedecer órdenes de los civiles que estaban al mando, es decir los ex presidentes neoliberales. Que la milicia son pueblo uniformado y por lo mismo incapaces de corromperse, o de vincularse con delincuentes, o de violar las garantías individuales de la ciudadanía.

Por esa garantía de honestidad es que les ha entregado todo: la seguridad pública, la administración de puertos, de carreteras, la construcción de sus obras más preciadas, su tren, su aeropuerto, reparten vacunas, gas, porque ellos son incapaces de fallarle. Nadie jamás haría negocios turbios ni se ensuciará las manos. No podrían, es impensable, son pueblo.

Y decimos nosotros que también son humanos, y capaces de tener manzanas podridas, que históricamente se ha documentado connivencia de encargados de zonas militares con delincuentes, que hubo un general Gutiérrez Rebollo un Quirós Hermosillo y similares, que existen cientos de carpetas de delitos cometidos por integrantes de las Fuerzas Armadas que ventilan diariamente los tribunales militares, que las comisiones de derechos humanos, entre ellas la nacional, no dejan de recibir quejas.

Es decir, que no por mucho idealizar al pueblo bueno y al Ejército resulta que tiene que ser cierto. No se duda de la integridad en general de la milicia, pero sí de lo que algunos de sus miembros puedan hacer y pensar si se sienten cubiertos por un manto de impunidad que les va a justificar lo que sea. Eso es muy riesgoso para el país, la seguridad y la democracia.

El miércoles pasado Luis Carriles publicó en estas páginas la columna “Andy y los sin calcetines”, un grupo de mirreyes de camisa abierta y zapatos sin calcetines, bebedores de champaña, que se dedican a arreglar broncas de proveedores en Pemex y dicen ser amigos de Andrés, el hijo del presidente López Obrador.

En juzgados está rebotando el nombre del ex consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, como parte de un entramado de extorsión de empresarios y personajes públicos, idéntico al que tuvo a su vez Enrique Peña Nieto en su sexenio, en esa misma posición.

El otro hijo del presidente, José Ramón, también ha estado, desde el 11 de febrero pasado, en el ojo del huracán público por su suntuoso estilo de vida, ligado de manera muy sospechosa al proveedor de Pemex, Baker Hughes.

La paraestatal Seguridad Alimentaria Mexicana, Segalmex, la pretendida nueva Conasupo, dirigida por el mentor del presidente, Ignacio Ovalle, no tiene cómo comprobar qué pasó con 5 mil millones de pesos mal ejercidos o desviados, de lo que ha dado cuenta la Auditoria Superior de la Federación. Manuel Bartlett e Irma Eréndira Sandoval no pudieron explicar convincentemente sus abultadas propiedades inmobiliarias.

El Presidente de la República, fiel a su costumbre, se bloquea, entra en negación y ataca a sus críticos, se asume rodeado de ángeles impolutos, incapaces de traicionar su confianza o de incurrir en debilidades o excesos. Voltea la narrativa y se dice igual de agredido que Francisco I. Madero previo a su martirologio.

Alguna vez dijo que en materia de corrupción sólo metía las manos al fuego por su esposa y su hijo más pequeño. En los hechos defiende a todo su entorno cercano, familiar y de gobierno. Supone que como él es austero y honesto, en automático todos los demás cercanos lo son sin mancha de duda.

Esta debilidad de carácter se entiende y es muy humana, pero tiende a sesgar su actuación. La lucha contra la corrupción es para él el eje de todo su trabajo, y hace bien, ningún presidente moderno le había entrado en serio a ese tema, pero cree que una vez que tomó posesión, aquella desapareció por arte de magia.

Creer que el pueblo es bueno, los ricos malos, los españoles tramposos, los medios completamente corruptos, su gobierno 100% honesto, su familia incapaz de un error de juicio, entre otras fijaciones suyas, son prejuicios que nublan su entendimiento y afectan su tarea de gobierno.

Entre esas creencia mágicas está la más peligrosa: la de que el Ejército es incorruptible, no tiene apetito de poder y es incapaz de violar derechos humanos. Que si lo hizo en el pasado fue por obedecer órdenes de los civiles que estaban al mando, es decir los ex presidentes neoliberales. Que la milicia son pueblo uniformado y por lo mismo incapaces de corromperse, o de vincularse con delincuentes, o de violar las garantías individuales de la ciudadanía.

Por esa garantía de honestidad es que les ha entregado todo: la seguridad pública, la administración de puertos, de carreteras, la construcción de sus obras más preciadas, su tren, su aeropuerto, reparten vacunas, gas, porque ellos son incapaces de fallarle. Nadie jamás haría negocios turbios ni se ensuciará las manos. No podrían, es impensable, son pueblo.

Y decimos nosotros que también son humanos, y capaces de tener manzanas podridas, que históricamente se ha documentado connivencia de encargados de zonas militares con delincuentes, que hubo un general Gutiérrez Rebollo un Quirós Hermosillo y similares, que existen cientos de carpetas de delitos cometidos por integrantes de las Fuerzas Armadas que ventilan diariamente los tribunales militares, que las comisiones de derechos humanos, entre ellas la nacional, no dejan de recibir quejas.

Es decir, que no por mucho idealizar al pueblo bueno y al Ejército resulta que tiene que ser cierto. No se duda de la integridad en general de la milicia, pero sí de lo que algunos de sus miembros puedan hacer y pensar si se sienten cubiertos por un manto de impunidad que les va a justificar lo que sea. Eso es muy riesgoso para el país, la seguridad y la democracia.