El mundo enfrenta un cambio estructural: la recesión en la Unión Europea será el próximo capítulo de la transformación económica y social global pero no el fin del cambio que se vive. El desequilibrio no se resolverá con ajustes al modelo económico y a las finanzas públicas.
La mutación es multidimensional. El 3 de octubre Branco Milanovic cuestionó sí la ONU “aún existe”: ¿Tiene su capacidad real de influir en la preservación de la paz?
La invasión a Ucrania, los ejercicios militares de China en Taiwán y los de Corea del Norte sobre el territorio de Japón abrieron un escenario no visto desde la Guerra Fría y han golpeado a una economía enferma por el Covid-19.
Durante la misma semana The Economist presentó su reflexión sobre que “una nueva era de la macroeconomía está emergiendo”: señala el fin del modelo de libre mercado y globalización”, el que condujo a “una trampa de bajo crecimiento” en la segunda década del siglo XXI.
The Economist menciona desequilibrios no vistos en “una generación” como la inflación de doble dígito y los efectos disruptivos que provoca la política monetaria, la caída global del rendimiento de activos y la afectación en el sistema de pensiones, modificaciones que llegan tarde y no son eficaces. El cambio real está llegando, con sus oportunidades y peligros.
La reflexión es correcta, aunque llega tarde y es incompleta: en 2010 Ian Bremmer en “El fin del libre mercado” planteó que el modelo capitalista estaba en crisis al no incorporar el papel del Estado en el funcionamiento de sistema económico.
Los fundamentalistas neoliberales subestimaron el rol del Estado: las crisis recurrentes de los últimos 20 años demostraron su error y el agotamiento de dicha visión. Bremmer tenía razón: el Capitalismo de Estado ocupó los espacios vacíos.
El ascenso del Capitalismo de Estado comandado por China generó un cuestionamiento sobre las instituciones que dieron forma a la globalización pero que están agotadas: Estados Unidos considera que la Organización Mundial de Comercio no tiene la capacidad de resolver las disputas que tiene sobre la competencia con China.
Lo que hace 15 años comenzó en sectores como el siderúrgico ya abarca a toda la manufactura: Europa y Estados Unidos han debido reconocer el valor de la política industrial para enfrentar a China, pero llegan con 30 años de retraso (salvo Alemania que nunca renunció a ella).
Durante el 2020 y el 2021 los Think Tank de Estados Unidos comenzaron a preguntarse si la política industrial estaba de regreso (Council on Foreing Relations, por ejemplo) cuando China, Vietnam, La India, Vietnam y Japón ya instrumentaban la tercera y cuarta fase de su estrategia industrial.
La OPEP avanza en sentido contrario: recorta su producción y provoca una nueva alza de precios: igual que hace 50 años cuando detonó una recesión que cambió el mundo. Hoy Estados Unidos se acerca a Venezuela para encontrar alternativas.
El presidente del Banco Mundial también señaló la “Crisis del Desarrollo” que se vive y la necesidad de crear “nuevas vías macro y microeconómicas”: está “deseoso de trabajar en la búsqueda de soluciones” pero no tiene las respuestas de política industrial. Occidente sigue en el siglo XX.
México debe analizar el escenario, el mundo cambia y el modelo económico nacional tendrá que encontrar su camino considerando las estrategias de sus socios estratégicos. Todo cambia, pero preserva parte de su pasado para ser eficaz, algo que se debe considerar.