Analista Económico
Los bancos centrales y gobiernos del mundo se encuentran inmersos en una dura batalla por recuperar el control sobre el rumbo de la economía y de sus finanzas públicas, algo que les fue arrebatado por la espiral inflacionaria que inició desde mayo del 2020 y que aún sigue causando estragos en la mayor parte de las naciones, excepto de algunas asiáticas como China.
Para recuperar el control los bancos centrales se encuentran dispuestos a “enfriar” el crecimiento del PIB mundial, la generación de empleo y los flujos de inversión productiva.
Con ello buscan corregir el error en el que incurrieron entre el 2020 y el 2021, cuando para atenuar el impacto recesivo del confinamiento económico causado por el Covid-19 optaron por relajar su política monetaria.
Tal es el punto de vista del exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervin King, cuando afirma que la inyección de liquidez realizada por los bancos centrales occidentales tuvo una consecuencia que era “previsible”: un aumento significativo en el dinero en circulación que se gastó en pocos bienes, un hecho que ocasionó la espiral inflacionaria que se vive y que es el preámbulo de una potencial recesión económica.
Janet Yellen, Secretaria del Tesoro en Estados Unidos, y Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, también consideran que el año pasado se cometió un error cuando se pensó que la presión inflacionaria sería transitoria, una percepción inadecuada que en México perduró hasta el primer semestre del 2022.
La consecuencia fue el inevitable endurecimiento de la política monetaria, un factor que perdurará, al menos, dos años más y que tendrá consecuencias adversas sobre la evolución del PIB mundial. Ethan Harris, responsable de investigación económica global de Bank of America es contundente: "estamos al borde de una recesión mundial".
La información económica disponible hasta el mes de noviembre muestra la tendencia que el PIB seguirá durante los siguientes seis meses.
El Índice Económico Semanal de Estados Unidos, publicado por la Reserva Federal hasta el 15 de diciembre pasado, tiene un aumento estimado de su PIB de sólo 0.64% para el cuarto trimestre del 2022.
Lo anterior es consistente con la perdida de fuerza que exhiben tanto su gasto en construcción como sus manufacturas (tanto las durables como las no durables). El debilitamiento del sector manufacturero estadounidense cobra la factura a otras economías: los pedidos a China han caído 40%, un hecho que muestra el implacable desplome de la demanda y una situación que alcanzará a México durante el primer trimestre del 2023.
Con ello Estados Unidos se une al debilitamiento del sector manufacturero global reportado por Standard & Poor’s en noviembre, cuando el 85% de los productos analizados exhibió una contracción en lo que se refiere a los nuevos pedidos realizados a nivel mundial.
Con el alza en las tasas de interés será complejo pensar en una reactivación económica en el corto plazo: el mercado laboral se verá comprometido en los meses por venir y con ello el consumo. El invierno económico se aproxima.
¿Qué hará México en dicho contexto? La reactivación de su mercado interno a través de una política industrial que aproveche ventajas como el “nearshoring” será clave para enfrentar la nueva ola recesiva global, de otra manera el PIB mexicano crecerá marginalmente en 2023: quizá uno por ciento, un desempeño que no será suficiente para vencer a la informalidad y a la precarización del mercado laboral.