El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) presentó su informe sobre el Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza (ITLP) y su mensaje fue claro: la precarización del mercado laboral se mantiene como uno de los principales retos que la economía mexicana debe superar para elevar el bienestar social.
De acuerdo con el Coneval, y con base en información del INEGI, durante el tercer trimestre del 2022 el 40.1% de la población ocupada se encuentra en situación de pobreza laboral. En otras palabras: a pesar de tener una ocupación laboral, el ingreso monetario que se desprende de su actividad productiva no es suficiente para adquirir una canasta alimentaria básica.
Como se puede inferir de lo anterior, la población enfrenta mayores complicaciones para cubrir necesidades como ropa, transporte, cuidado de la salud, educación o actividades deportivas.
De acuerdo con el Coneval lo anterior fue resultado del aumento en la inflación y la caída en el ingreso laboral promedio de la población ocupada. La situación fue aún más delicada en el entorno rural: el 53.2% de su población ocupada se encuentra en pobreza laboral (en el urbano fue 36%).
Lo anterior contrasta con el resultado de crecimiento económico presentado por el INEGI para el mismo tercer trimestre: un aumento atípico de 4.3%.
¿Cómo compaginar el vigoroso desempeño del crecimiento económico reportado por el INEGI al mismo tiempo que lo hace la pobreza laboral cuantificada por el Coneval?
Una explicación se encuentra en que las fuentes de crecimiento económico y de generación de empleo precario son diferentes. El motor del PIB radica en las grandes empresas y en las medianas que emplean a más de 100 trabajadores: el 60% del valor agregado de la economía nacional se genera en menos de 30 mil unidades productivas en tanto que la fuente de empleo precario se encuentra en los micronegocios, las pequeñas y medianas empresas que emplean a menos de 100 trabajadores.
El perfil productivo es la causa de sus rezagos o fortalezas. La mayor proporción de las unidades productivas con menos de 50 empleados son informales y pertenecen al comercio al menudeo: generan el 67% de la población ocupada, pero, en general, pagan menos de dos salarios mínimos.
Por el contrario, las empresas que impulsan el PIB dan empleo formal y pagan remuneraciones superiores a 3 salarios mínimos son las que tienen más de 100 empleados y tienen actividades no solamente dirigidas al mercado interno: también participan activamente en el sector exportador. Las empresas que generan entre 50 y 100 empleos son de baja productividad y viven entre la formalidad y la informalidad.
Las cifras de pobreza laboral constituyen un límite estructural para el modelo mexicano: se requiere incrementar la capacidad productiva de las empresas nacionales, eliminar la informalidad y crear una nueva base de emprendimiento basada en la innovación, el desarrollo tecnológico y el aumento en la calidad del sistema educativo. Ha sido la fórmula del éxito en países que mitigaron la pobreza durante los últimos 70 años.
La creación de un sistema productivo alejado de la informalidad representa el camino para eliminar las condiciones críticas de ocupación, la subocupación, la ausencia de contratos por escrito y la falta de prestaciones sociales y de acceso al sistema de salud.
El camino de México hacia el progreso económico y social parte de la eliminación de la precariedad laboral.