Los indicadores macroeconómicos del sector público (INEGI) son contundentes: el sector privado es la fuente fundamental de crecimiento porque entre el 2004 y el 2021 el promedio de variación del valor agregado de la economía interna fue 1.8% pero la parte generada por el sector público contabilizó una tasa negativa (- 0.3%) y la correspondiente al sector privado fue de 2.3%.
Así, la actividad productiva del sector privado se ha consolidado como el pilar del crecimiento nacional. No obstante, es evidente que su dinámica no tiene el vigor requerido para alcanzar un objetivo de crecimiento superior: para ello requiere de una mayor contribución de los sectores público y exportador. El primero debe elevar su capacidad transformadora y el segundo el contenido nacional de los insumos intermedios utilizados en la producción.
¿Cuál es la relevancia de lo anterior? La historia estadística proporcionada por el INEGI y por los diversos informes de finanzas públicas presentados al Congreso de la Unión durante los últimos 20 años permiten observar que el ejercicio del gasto público, en sus tres niveles, tiene un impacto marginal o hasta negativo sobre el crecimiento del país.
Las cifras del INEGI muestran que el valor agregado del sector público acumula siete años de tasas negativas: desde el 2014 no ha logrado elevar su capacidad productiva para garantizar que el gasto corriente y la inversión pública eleven su contribución al desempeño productivo de México.
La revisión del desempeño de estados y municipios permite señalar a estos últimos como los que tiene un mayor aporte al crecimiento, en tanto que la parte estatal mantiene un desempeño modesto: un promedio de crecimiento de sólo 0.7%.
El mayor rezago se encuentra en las empresas públicas: su promedio de crecimiento es de (-) 1.9% y acumulan ocho años en terreno negativo.
Su problema no fue la falta de recursos: durante el 85% de los años comprendidos entre el 2003 y el 2021 se tuvieron ingresos excedentes sobre lo presupuestado.
En conjunto lo descrito permite plantear que uno de los mayores desafíos que enfrenta el país no únicamente radica en canalizar más recursos al sector público, su reto es garantizar que el ejercicio presupuestal se traduzca en crecimiento: se debe incrementar su eficacia.
En este punto se debe recordar un hecho fundamental: la inversión y gasto público dependen de los ingresos tributarios y petroleros obtenidos por la actividad económica privada y la dotación de un recurso público finito. En otras palabras: existe un costo de oportunidad en su aplicación que debe justificarse con resultados en materia de crecimiento y desarrollo económico. Uno de los primeros beneficiados de ello son las propias finanzas públicas.
Por otra parte, debe considerarse la participación del sector externo en el crecimiento económico de México. Las estadísticas del INEGI permiten observar que la aportación del sector exportador a la generación de valor agregado es marginal: al tener una base maquiladora las exportaciones tienen un bajo contenido nacional (27% del total), una situación que no cambiará con el “nearshoring” salvo que se impulse lo Hecho en México.
En suma, los indicadores macroeconómicos del sector público y del sector externo muestran dos de los grandes pendientes del modelo económico: para revertir la inercia económica de México se debe elevar la eficacia del sector público y el contenido nacional de las exportaciones.