/ martes 12 de mayo de 2020

Economía USA | Pavorreales y buitres en el déficit

Ha pasado casi una década desde que publiqué la columna “Mitos de la austeridad”, en la que advertí que el alarmismo sobre el déficit iba a demorar la recuperación de la Gran Recesión, y eso fue lo que pasó. Por desgracia, ese tipo de alarmismo parece estar de vuelta.

Por lo tanto, parece que es un buen momento para poner el énfasis en dos factores clave. Uno es el económico: aunque tendremos enormes déficits presupuestarios durante los próximos años, provocarán un daño mínimo, si acaso. El otro es que, sin importar lo que digan, muy pocas figuras prominentes de la política o los medios son genuinos halcones del déficit. En cambio, lo que en esencia tenemos son pavorreales y buitres del déficit.

El término “pavorreal del déficit” lo acuñó el Centro para el Progreso Americano para representar a la gente que se pavonea y adopta una pose sobre el combate a los déficits sin ofrecer propuestas políticas realistas.

En años recientes, no hemos sabido mucho de los pavorreales del déficit aunque el déficit presupuestario, el cual disminuyó drásticamente durante la era de Obama, se disparó de nuevo con Donald Trump. Qué curioso, ¿no? Sin embargo, no cabe duda de que los veremos activos de nuevo si Joe Biden gana este noviembre.

¿Y los buitres del déficit? Es un término que uso para los políticos que explotan la angustia por las finanzas públicas, verdadera o imaginaria, para apoyar una agenda política reaccionaria.

¿Deberían preocuparnos los efectos de la COVID-19 en la deuda? No.

Es verdad que nos dirigimos hacia unas cifras exorbitantes. La semana pasada, la Oficina de Presupuesto del Congreso difundió proyecciones presupuestales y económicas preliminares para los próximos dos años que resultaron impactantes y poco sorprendentes al mismo tiempo.

El aumento dramático del desempleo hará que se desplomen los ingresos federales y también provocará un incremento radical en el gasto destinado a los programas de seguridad social, como el seguro de desempleo, Medicaid y los cupones para alimentos. Si agregamos los enormes paquetes de rescate que ha aprobado el Congreso, la oficina del presupuesto proyecta un déficit que aumentará de forma temporal a niveles que no habíamos visto desde la Segunda Guerra Mundial, y espera que la deuda federal aumente del 79 por ciento al 108 por ciento del PIB, lo cual suena aterrador.

No obstante, el gobierno podrá pedir prestado ese dinero a tasas de interés increíblemente bajas. De hecho, las tasas de interés reales —medidas sobre los bonos del tesoro protegidos contra la inflación— son negativas. Por lo tanto, la carga de la deuda adicional, medida según el aumento en los pagos de interés a nivel federal, será insignificante. Y no, no debemos preocuparnos por el pago de la deuda; nunca la pagaremos, y eso está bien.

La conclusión es que, en este preciso momento, lo único que debemos temer de los déficits es el temor mismo a los déficits. No les prestes atención a los pavorreales ni a los buitres: en estos días de pandemia, podemos y debemos gastar todo lo que sea necesario para limitar el daño.

Ha pasado casi una década desde que publiqué la columna “Mitos de la austeridad”, en la que advertí que el alarmismo sobre el déficit iba a demorar la recuperación de la Gran Recesión, y eso fue lo que pasó. Por desgracia, ese tipo de alarmismo parece estar de vuelta.

Por lo tanto, parece que es un buen momento para poner el énfasis en dos factores clave. Uno es el económico: aunque tendremos enormes déficits presupuestarios durante los próximos años, provocarán un daño mínimo, si acaso. El otro es que, sin importar lo que digan, muy pocas figuras prominentes de la política o los medios son genuinos halcones del déficit. En cambio, lo que en esencia tenemos son pavorreales y buitres del déficit.

El término “pavorreal del déficit” lo acuñó el Centro para el Progreso Americano para representar a la gente que se pavonea y adopta una pose sobre el combate a los déficits sin ofrecer propuestas políticas realistas.

En años recientes, no hemos sabido mucho de los pavorreales del déficit aunque el déficit presupuestario, el cual disminuyó drásticamente durante la era de Obama, se disparó de nuevo con Donald Trump. Qué curioso, ¿no? Sin embargo, no cabe duda de que los veremos activos de nuevo si Joe Biden gana este noviembre.

¿Y los buitres del déficit? Es un término que uso para los políticos que explotan la angustia por las finanzas públicas, verdadera o imaginaria, para apoyar una agenda política reaccionaria.

¿Deberían preocuparnos los efectos de la COVID-19 en la deuda? No.

Es verdad que nos dirigimos hacia unas cifras exorbitantes. La semana pasada, la Oficina de Presupuesto del Congreso difundió proyecciones presupuestales y económicas preliminares para los próximos dos años que resultaron impactantes y poco sorprendentes al mismo tiempo.

El aumento dramático del desempleo hará que se desplomen los ingresos federales y también provocará un incremento radical en el gasto destinado a los programas de seguridad social, como el seguro de desempleo, Medicaid y los cupones para alimentos. Si agregamos los enormes paquetes de rescate que ha aprobado el Congreso, la oficina del presupuesto proyecta un déficit que aumentará de forma temporal a niveles que no habíamos visto desde la Segunda Guerra Mundial, y espera que la deuda federal aumente del 79 por ciento al 108 por ciento del PIB, lo cual suena aterrador.

No obstante, el gobierno podrá pedir prestado ese dinero a tasas de interés increíblemente bajas. De hecho, las tasas de interés reales —medidas sobre los bonos del tesoro protegidos contra la inflación— son negativas. Por lo tanto, la carga de la deuda adicional, medida según el aumento en los pagos de interés a nivel federal, será insignificante. Y no, no debemos preocuparnos por el pago de la deuda; nunca la pagaremos, y eso está bien.

La conclusión es que, en este preciso momento, lo único que debemos temer de los déficits es el temor mismo a los déficits. No les prestes atención a los pavorreales ni a los buitres: en estos días de pandemia, podemos y debemos gastar todo lo que sea necesario para limitar el daño.