Así que Donald Trump ahora le llama a la Covid-19 “el virus chino”. Por supuesto: el racismo y culpar a otros por sus propios fracasos son las características que definen presidencia.
Pero si vamos a ponerle un apodo, es mejor referirse a este virus como la Pandemia de Trump. Es cierto, el virus no se originó en Estados Unidos. Pero la respuesta de Estados Unidos a la amenaza ha sido catastróficamente lenta e inadecuada, y la bolita se detiene con Trump, quien minimizó la amenaza y desalentó la acción hasta hace unos cuantos días.
Les dejaré las políticas sanitarias a los expertos. En cuanto a las políticas económicas, sugiero tres principios. Primero, centrarnos en las dificultades, no en el PIB. Segundo, dejar de preocuparnos por los incentivos para trabajar. Tercero, no confiar en Trump.
Respecto al primer punto: muchas de las pérdidas de empleos que experimentaremos en los próximos meses no sólo serán inevitables, sino en realidad deseables. Nosotros queremos que los trabajadores que están o podrían estar enfermos se queden en casa, para “aplanar la curva” de la propagación del virus.
Queremos cerrar total o parcialmente los grandes establecimientos comerciales, como las plantas de autos, que podrían actuar como placas de Petri humanas.
Queremos cerrar los restaurantes, los bares y los establecimientos de venta minorista que no son de necesidad básica.
Ahora, seguramente habrá pérdidas de empleos adicionales e innecesarias ocasionadas por una caída en el gasto de los consumidores y las empresas, razón por la cual deberíamos implementar un estímulo general importante. Sin embargo, las políticas no pueden, y no deberían, evitar la pérdida generalizada y temporal de fuentes laborales.
Lo que las políticas pueden hacer es reducir las dificultades que enfrentan quienes están provisionalmente sin trabajo. Eso significa que necesitamos gastar mucho más en programas como la licencia por enfermedad con goce de sueldo, las prestaciones para el desempleo, los cupones de comida y Medicaid que ayude a los estadounidenses en desgracia, que necesitan mucha más ayuda de la que obtendrán de una dádiva de dinero en efectivo en general. Este gasto también proveería un estímulo, pero esa es una preocupación secundaria.
Esto me lleva a mi segundo punto. Los sospechosos habituales ya están objetando que ayudar a los estadounidenses necesitados reduce su incentivo para trabajar. Ese es un pésimo argumento incluso en los buenos tiempos, pero es absurdo ante una pandemia.
Por último, en relación con Trump: en los últimos días la televisión estatal, digo Fox News, y los comentaristas de la derecha han pasado de manera abrupta de desechar a la Covid-19 por ser un engaño liberal a exigir que se acaben todas las críticas al Presidente en un momento de emergencia nacional.
Esto no debería sorprendernos. No obstante, aquí es donde la historia de la pandemia de Trump se vuelve relevante. Demuestra que incluso cuando las vidas estadounidenses están en riesgo, las políticas de este gobierno sólo tienen que ver con Trump, lo que piensa que lo hace verse bien, sin importar el interés nacional.