La convergencia de dos tendencias globales me parece preocupante: la transición energética hacia un futuro bajo en carbono y la diversificación económica del crimen organizado transnacional. Sobre la primera, poco más del 70% del litio extraído se utiliza para producir baterías a nivel mundial. Más aún, se espera que en los próximos años la demanda global del litio supere la oferta. Sobre la segunda tendencia, los grupos delictivos han creado economías ilícitas a base de múltiples recursos naturales: la tala ilegal en países de América Latina, el comercio de carbón vegetal en Somalia, el robo de petróleo en Nigeria y la extracción de minerales y metales preciosos como el ámbar en Ucrania, el mineral de hierro en México o el oro en Colombia y Sudáfrica.
Hace dos años, el Journal of Illicit Economies and Development tuvo a bien publicar un artículo de quien escribe, como parte de un análisis de riesgo mayor –y, desde luego, con la autorización del cliente. En él, se analiza la industria del litio en Zimbabue –el mayor productor de África y el sexto del mundo–, al tiempo que se identifican las variables estructurales que podrían facilitar la creación de una economía ilícita a base de este mineral crítico –y escaso en los años venideros. Concretamente, dichas variables fueron las siguientes:
- El aumento de infraestructura vinculada a la explotación del litio en Zimbabue, como resultado de una política de Estado de ese país africano.
- Una reconfiguración de poder al interior del ZANU-PF –el partido hegemónico en el país– y, por lo tanto, del régimen político en su conjunto.
- La ‘emancipación’ de los grupos del crimen organizado, como resultado de una eventual reconfiguración del régimen político.
- El arraigo de las economías ilícitas en la sociedad zimbabuense (particularmente, la kukiya-kiya).
- El aumento de la demanda mundial de litio. En especial, el interés de compañías chinas de hacer más resistentes sus cadenas de suministro del litio, mediante la diversificación a países de África.
El monitoreo de estas variables será fundamental para anticipar cualquier intento de los grupos delictivos en Zimbabue de crear y mantener una economía ilícita a base del litio. Más aún, la confluencia de las variables arriba señaladas podrían aumentar la volatilidad política, la conflictividad social y la violencia en ese país africano, particularmente en aquellas localidades ricas en litio.
Ahora, esta valoración da testimonio de cómo los factores estructurales promueven la actividad del crimen organizado en cualquier país. Por ello, resulta limitado estudiar a los grupos del crimen organizado exclusivamente en sus medios, formas y fines específicos. En cambio, el crimen organizado –en este caso en Zimbabue–, forma parte de una realidad social al tiempo que es una consecuencia de dinámicas políticas, geopolíticas y económicas.
Identificar patrones entre países es útil en la medida en que se interpretan en un contexto específico. Desde el año pasado, en un proyecto similar, hemos analizado la región del llamado triángulo del litio en Argentina, Bolivia y Chile. Y la preocupación es la misma: realizar una evaluación del riesgo en torno a la explotación del litio, a fin de anticipar o mitigar problemáticas socio-políticas y retos en materia de seguridad relacionados con este proceso productivo crítico. Sorprenden las similitudes.
Discanto: Ragnar Kjartansson, The Visitors.
Senior Advisor en Miranda Partners