/ jueves 16 de noviembre de 2023

El acuario del mundo no es nuestro

El oceanógrafo francés, Jacques Cousteau, llamó al Mar de Cortés, el acuario del mundo, por su diversidad biológica, belleza natural y aguas cristalinas. Fue Francisco de Ulloa el que le dió su nombre en 1539, en honor de Hernán Cortés, quien fue quien bautizó a la península adyacente como California.

Desde el 15 de julio del 2005, las islas que conforman el Mar de Cortés fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Hoy este cuerpo de agua que se encuentra entre la Península de Baja California y los Estados de Sonora y Sinaloa, no es reconocido, increíblemente, como parte de nuestro territorio nacional. Desde 1965 el diputado panista, Salvador Rosas Magallón, propuso que se reconociera a nivel constitucional, a este Golfo, como parte integrante del territorio mexicano. Sin embargo, de una manera sorprendente, el Congreso no ha actuado para que esta propuesta se concrete.

En algo que parecería muy extraño, hoy las aguas que constituyen al Golfo se consideran internacionales. Esto obviamente puede tener graves consecuencias. De acuerdo con el antiguo tratado de la Mesilla suscrito en 1853 y, todavía vigente en nuestros días, entre nuestro país y Estados Unidos, el vecino del norte tendría derecho de paso por este Golfo sin necesidad de consultar a las autoridades mexicanas. Nuestra soberanía, por lo tanto, estaría en riesgo de ser violada en cualquier momento. Esta situación es, desde luego, inadmisible.

En una visita a Mexicali, recientemente el Presidente López Obrador dijo demagógicamente que iba a proponer que se cambiara el nombre de Mar de Cortés a Golfo de California. Lo hizo, desde luego, como parte de su propio resentimiento hacia ese pueblo hermano que es España, pero también con la intención de explotar ese mismo sentimiento que desgraciadamente se alberga en muchos de nuestros compatriotas. En ese sentido, se trata de un comentario que busca explotar las emociones más bajas y poco soldarias en nuestra sociedad.

Llamarle Mar de Cortés, Golfo de California o Mar Bermejo a este cuerpo de agua es lo de menos y no debería ser un tema que pueda polarizar a la ciudadanía, como lo intenta el Presidente.

Lo que debería ser un prioridad para el gobierno y para la sociedad mexicana es que esta situación de vulnerabilidad nacional y de ambigüedad jurídica internacional sea trascendida. Por lo pronto, el Presidente debe impulsar una reforma constitucional para que se refleje, de manera inequívoca en los artículos 27, 42 y 48 de la Constitución, que este Golfo sea considerado parte del territorio mexicano. Eso sí sería una verdadera aportación para mantener nuestra integridad territorial ante posibles reclamos de otras naciones.

Lo que desató el asombro de Jacques Cousteau hace años debe ser hoy una causa de unidad nacional. Esperemos que se actúe en consecuencia.

El oceanógrafo francés, Jacques Cousteau, llamó al Mar de Cortés, el acuario del mundo, por su diversidad biológica, belleza natural y aguas cristalinas. Fue Francisco de Ulloa el que le dió su nombre en 1539, en honor de Hernán Cortés, quien fue quien bautizó a la península adyacente como California.

Desde el 15 de julio del 2005, las islas que conforman el Mar de Cortés fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Hoy este cuerpo de agua que se encuentra entre la Península de Baja California y los Estados de Sonora y Sinaloa, no es reconocido, increíblemente, como parte de nuestro territorio nacional. Desde 1965 el diputado panista, Salvador Rosas Magallón, propuso que se reconociera a nivel constitucional, a este Golfo, como parte integrante del territorio mexicano. Sin embargo, de una manera sorprendente, el Congreso no ha actuado para que esta propuesta se concrete.

En algo que parecería muy extraño, hoy las aguas que constituyen al Golfo se consideran internacionales. Esto obviamente puede tener graves consecuencias. De acuerdo con el antiguo tratado de la Mesilla suscrito en 1853 y, todavía vigente en nuestros días, entre nuestro país y Estados Unidos, el vecino del norte tendría derecho de paso por este Golfo sin necesidad de consultar a las autoridades mexicanas. Nuestra soberanía, por lo tanto, estaría en riesgo de ser violada en cualquier momento. Esta situación es, desde luego, inadmisible.

En una visita a Mexicali, recientemente el Presidente López Obrador dijo demagógicamente que iba a proponer que se cambiara el nombre de Mar de Cortés a Golfo de California. Lo hizo, desde luego, como parte de su propio resentimiento hacia ese pueblo hermano que es España, pero también con la intención de explotar ese mismo sentimiento que desgraciadamente se alberga en muchos de nuestros compatriotas. En ese sentido, se trata de un comentario que busca explotar las emociones más bajas y poco soldarias en nuestra sociedad.

Llamarle Mar de Cortés, Golfo de California o Mar Bermejo a este cuerpo de agua es lo de menos y no debería ser un tema que pueda polarizar a la ciudadanía, como lo intenta el Presidente.

Lo que debería ser un prioridad para el gobierno y para la sociedad mexicana es que esta situación de vulnerabilidad nacional y de ambigüedad jurídica internacional sea trascendida. Por lo pronto, el Presidente debe impulsar una reforma constitucional para que se refleje, de manera inequívoca en los artículos 27, 42 y 48 de la Constitución, que este Golfo sea considerado parte del territorio mexicano. Eso sí sería una verdadera aportación para mantener nuestra integridad territorial ante posibles reclamos de otras naciones.

Lo que desató el asombro de Jacques Cousteau hace años debe ser hoy una causa de unidad nacional. Esperemos que se actúe en consecuencia.

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