La Universidad, UNAM, ha iniciado un nuevo período de clases y actividades académicas después de dos años de padecer los estragos de la pandemia. En mi caso retomar el podio académico implica revaluar la importancia del Derecho, de su sentido y trascendencia. Y no he encontrado mejor guía y referencia al respecto que el extraordinario libro de Piero Calamandrei intitulado El Elogio de los Jueces Escrito por un Abogado (Ediciones Jurídicas Europa América, Buenos Aires, 1980), donde leo lo siguiente: “Para encontrar la Justicia es necesario serle fiel, como todas las divinidades sólo se manifiesta a quien cree en ella”. Mi pregunta es de qué manera transmito esto a mis alumnos, es decir, la fidelidad a la Justicia. Yo creo al respecto que hay que remontarse a los orígenes de la Filosofía del Derecho, a su edad de oro expresada en los textos platónicos, donde están las raíces de nuestra cultura. En efecto, el Derecho es cultura, pero no cultura especializada en una de las múltiples ramas del Derecho sino cultura general, universal e inspirada en los grandes valores del espíritu. Y aquí me encuentro con que el Derecho Penal tutela y consagra valores que rebasando sus propias fronteras hallan su fuente en la libertad inherente a nuestra especie. De tal manera que la fidelidad a la Justicia es una especie de libertad universal a la que Sócrates llamó cósmica (ver en los Diálogos platónicos su Apología). Pero, repito, el reto es que los alumnos lo capten, lo capturen intelectualmente transformándolo en idea real y concreta que genere, en la aplicación del Derecho, la fidelidad de la que habla Calamandrei.
Ahora bien, la Justicia llega a uno cuando se cree en ella, o sea, que no existe lo que no es creíble por nosotros. Los molinos de viento de Don Quijote son gigantes porque eso cree Don Quijote. Su fe descubre, crea y hace que lo molinos se vuelven el mal a vencer. Litigar en los tribunales por razones baladíes, sin ideales y sin compromiso con los valores superiores del espíritu, que son los de la cultura humana, es, admitir que nuestro destino carece de aliento y que se mueve al impulso de lo meramente circunstancial. Lo que nos lleva a ver con claridad que tenemos la capacidad y potencia de generar lo positivo, que no llega de afuera de nosotros. En consecuencia, creer en la Justicia es creer en nosotros mismos. Es confirmar y reafirmar nuestro destino. En suma, hay una especie de unidad entre nosotros y lo que el Derecho es y significa. Por eso, y a propósito, cuando se habla de una persona o individuo con ideales no hay que perder de vista que esa condición ideal tiene en el Derecho un punto de referencia único. Sepa el alumno de Derecho, pues, que la Justicia es una revelación de lo que somos. La Justicia es el Bien. Vir Bonus
Hagamos que lo entiendan, lo sientan y lo comprendan los alumnos de la Facultad Derecho de la Universidad, UNAM.
PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM
PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL
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