Me enseñó “La Báez” que los dichos son sabidurías condensadas en pocas palabras. Y tal vez tenga razón. Si bien es cierto que “no hay que sudar calenturas ajenas”, también es innegable que “también en Corea del Sur hace aire". Imposible no recordar a Mario Benedetti y su poema El sur también existe, inmortalizado por Joan Manuel Serrat en aquellos versos que dicen: "...con su corno francés/y su academia sueca/su salsa americana/y sus llaves inglesas con todos sus misiles/y sus enciclopedias". Y continúa Benedetti: "Pero aquí abajo, abajo/cerca de las raíces/es donde la memoria/ningún recuerdo omite". Conocí a Benedetti ya en la universidad, donde mis compañeros de banca, Morelos Torres y Edgardo Bermejo, lo recitaban cada vez que un nuevo amor llegaba a sus vidas. Y, vaya, lo recitaban mucho.
Hoy, 15 de octubre, la prensa, las redes y todo medio de comunicación han hecho eco de los comentarios de John Banville sobre la escritora surcoreana Han Kang, sugiriendo que debería retirarse el Nobel de Literatura que ella ha ganado por no celebrar el premio. Este comentario pone de manifiesto una visión colonialista y eurocéntrica que sigue impregnando el ámbito literario y cultural. Podemos ver cómo la postura de Banville refleja una tendencia más amplia de supremacía cultural occidental, mostrando las diversas capas de la crítica y los egoísmos intelectuales fecundos y arbitrarios que florecen en las mesas de reflexión haciendo gala de Narciso, en los cafés, donde no se lee, se relee y se reinterpreta lo que lo que ya se ha dicho. Y si alguien pide una opinión política, no faltará quien, con tono afectado, diga: "¿Cómo le pide eso a un pobre poeta?". Pero pensemos que esos son los menos, para el bien de nuestra tarde.
John Banville, nacido en Wexford, Irlanda, en 1945, es uno de los escritores más importantes de la literatura contemporánea en lengua inglesa. Su estilo lírico y complejo ha sido elogiado por la profundidad psicológica de sus personajes y por su enfoque en temas como la memoria, la identidad y la naturaleza elusiva de la realidad. Entre sus obras más destacadas se encuentra El mar, que le valió el prestigioso Premio Booker en 2005, y Regreso a Birchwood (1973), una de sus primeras novelas. También es conocido por escribir novelas de misterio bajo el seudónimo de Benjamin Black. A lo largo de su carrera, Banville ha sido aclamado por su erudición y su defensa de una literatura seria y de fondo lo que le otorga una autoridad incuestionable en los círculos literarios. Pero por esta misma posición puede derivar en actitudes elitistas y eurocéntricas, como las que exhibe en sus comentarios sobre Han Kang.
El ataque de Banville hacia Han Kang debe ser visto desde la óptica de las relaciones de poder entre las culturas occidentales y no occidentales. Banville no se si ha leído la obra de Kang, pero eso no le impide calificar su decisión de no celebrar el Nobel como “idiota e infantil”. Esta descalificación es una forma de violencia simbólica, donde Banville utiliza su posición de escritor consagrado para invalidar la postura ética y política de una autora que proviene de una tradición cultural diferente.
Este tipo de crítica resuena con la historia de las relaciones coloniales, donde las culturas dominantes han impuesto sus valores sobre las colonias, deslegitimando las creencias de los otros. Banville, implícitamente, sostiene que la única forma válida de ser un escritor responsable es adaptándose a las expectativas occidentales. Para él, la negativa de Han Kang a celebrar el premio es una desviación ridícula. Sin embargo, desde una perspectiva no occidental, el gesto de Kang cobra un sentido profundo. Como autora que ha abordado el dolor humano y el trauma, su rechazo a celebrar es una forma de subvertir el ritual del reconocimiento, para visibilizar la incongruencia de celebrar en medio de la violencia y la guerra que aún afectan a tantas partes del mundo. La postura de Kang no es "infantil", sino un acto consciente de resistencia ante el espectáculo del éxito literario.
Banville afirma que los artistas tienen “la responsabilidad de ser responsables en el mundo”, pero esta afirmación está cargada de ambigüedades. Para Banville, parecería que la responsabilidad de un escritor consiste en cumplir con las expectativas de solemnidad y comportamiento fijadas en Occidente. Para Han Kang, sin embargo, la responsabilidad radica en mantenerse fiel a los valores éticos que guían su obra y no desvincular el arte de las tragedias contemporáneas.
En el fondo, la crítica de Banville refleja una visión limitada del arte, desestimando toda acción que no se ajuste a las normas literarias occidentales. Esta mirada eurocéntrica desconoce las tradiciones de resistencia que han caracterizado a literaturas de muchas partes del mundo. Desde Chinua Achebe hasta Gabriel García Márquez, muchos autores han usado el arte no solo para retratar la realidad, sino para desafiar las estructuras de poder que perpetúan la injusticia. Han Kang, con su decisión de no celebrar el Nobel, se inscribe en esta tradición, usando su posición para criticar el sistema. No dudo que aquí alguien diga: ¡Que intenso…!
Cuando Banville sugiere que debería quitarse el Nobel a Han Kang, está ejerciendo un acto de control simbólico donde Occidente decide quién es digno de reconocimiento y bajo qué condiciones. Lo que está en juego no es solo la celebración del Nobel, sino la capacidad de los autores no occidentales de definirse sin ajustarse a los moldes impuestos por Occidente.
Han Kang, con su resistencia, nos recuerda que el arte y la vida no están separados, y que el verdadero poder del arte reside en su capacidad de confrontar y resistir las estructuras de poder que perpetúan el sufrimiento humano. Como diría Benedetti: "lo que era un imposible/que todo el mundo sepa/ que el sur también existe".