A veces no logramos percibir cómo el estilo de vida de la actualidad nos puede fácilmente orillar al aislamiento; una persona puede hacer todo desde trabajar, hacer el súper, hacer ejercicio, ir de compras y recibir comida de un restaurante sin tener que poner un pie fuera de casa. Y a pesar de la practicidad que esto implica (principalmente en ciudades con caos vial constante) el acostumbrarnos a vivir nuestra vida sin interacciones humanas es altamente nocivo para nosotros. Parece mentira, pero hoy en día algo tan básico como la interacción social es algo que, si no intentamos cultivar, podemos fácilmente perder.
Y no significa que no podamos optar ocasionalmente el tiempo a solas. Sino que, al renunciar a experiencias colectivas, podemos estar perdiendo un tipo de felicidad única para el ser humano: a esto le llamamos efervescencia colectiva.
La efervescencia colectiva es un concepto sociológico acuñado por Émile Durkheim. Según Durkheim, una comunidad o sociedad puede a veces reunirse y comunicar simultáneamente el mismo pensamiento y participar en la misma acción. Tal acontecimiento provoca la efervescencia colectiva que entusiasma a los individuos y sirve para unir al grupo. Él sostiene que el concepto parte de la dicotomía básica que las religiones plantean entre lo profano y lo sagrado, y que viene directamente de la vida de las primeras tribus que habitaron el planeta. En su modo de vida las tareas profanas se referían a lo cotidiano y doméstico como la caza y la recolección. Sin embargo, en las ocasiones en las que toda la tribu se reunía se volvían sagradas, y el alto nivel de energía asociado con estos eventos se dirige a objetos físicos o personas que también se vuelven sagrados.
Y a pesar de que ya no nos dedicamos a la caza y a la recolección, el concepto básico del poder que surge de la convivencia humana es quizá más vigente que nunca. En un estudio, los investigadores compararon las mediciones biométricas de personas que vieron el mismo musical en un laboratorio y en vivo en el escenario. Descubrieron que, durante la actuación, la frecuencia cardíaca de las personas subía y bajaba mucho, lo que demuestra que ser parte de una audiencia en vivo realmente puede hacer que sientas más emociones. En comparación con quienes vieron el musical en casa, la audiencia en vivo experimentó cambios más intensos en la frecuencia cardíaca.
En pocas palabras, la efervescencia colectiva se trata de un sentimiento de unidad y alegría que surge cuando las personas se unen. Y probablemente muchos de nosotros tengamos un cálido recuerdo como éste siendo sorprendidos en un evento deportivo o cantando al unísono con miles de desconocidos en un concierto.
Los científicos sociales han especulado que los rituales colectivos generan beneficios que exceden sus costos al reforzar los vínculos sociales y la solidaridad grupal, pero la evidencia cuantitativa de estas conjeturas es escasa. Y a pesar de que parece que éste tipo de rituales colectivos se hacen cada vez más inaccesibles (en términos de los costos de los eventos masivos como conciertos y eventos deportivos) lo más importante de esto es saber lo importante que es mantenernos conectados con otros seres humanos.
En una época en la que parece que nuestras divisiones pesan mucho más que cualquier otro aspecto en nuestras relaciones sociales, y cuando muchas veces perdemos a personas queridas por diferencias de opinión, el intentar mantener la fe en la humanidad a través de éste tipo de conexiones es quizá más importante que nunca.
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