/ miércoles 17 de julio de 2024

El Cefereso 16: una realidad brutal

Privar a una persona de su libertad no es sinónimo de tortura, ni tampoco lo es, de malos tratos o de condiciones degradantes. No es sinónimo de falta de atención ni de dignidad.

El punitivismo nos ha llevado a deshumanizar a los presos. Sin tener en cuenta sus historias y situaciones personales, la falta de necesidades básicas, de oportunidades y ambientes adversos en los que crecieron y se desarrollaron.

Ese mismo punitivismo nos ha hecho cerrar los ojos ante una realidad brutal, y es que, no podemos pensar que las personas privadas de su libertad son una “sociedad” aparte, ni debemos actuar como si es un mundo aparte.

Hablemos de la situación del Cefereso 16 en Morelos: en mayo del 2020, se reportó la muerte de una de las reclusas, catalogada como suicidio, el pasado 2 de julio, dos mujeres más se quitaron la vida, sumando 17 muertes de las cuales, 13 han ocurrido en el último año.

El Instituto Federal de la Defensoría Pública, emitió un llamado a las autoridades correspondientes para que se revisaran actos de tortura que se reportan que viven las mujeres privadas de la libertad y que pudieron haber originado las muertes recientes.

El principio de “austeridad republicana” del presidente Andrés Manuel López Obrador ha provocado el traslado de cientos de personas de unas cárceles a otras. El Cefereso 16 de Morelos recibió a cientos de mujeres que venían de otros penales y se han documentado graves violaciones de derechos humanos. Cabe mencionar que el 47% de las mujeres que se encuentran en el Cefereso de Morelos no tienen una sentencia, es decir, se encuentran en prisión preventiva.

Los estándares internacionales en materia penal sobre la protección de los derechos humanos exigen un trato digno, alojamiento y acceso a servicios básicos de calidad, el respeto al debido proceso, la protección contra la tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, atención médica y de salud mental.

De esto último, poco se habla y poco se atiende. La salud mental ha ido ocupando, en las últimas décadas, un lugar cada vez más prioritario de atención. No deben ser la excepción, las personas privadas de su libertad. Es el deber de las autoridades correspondientes estar al tanto de la salud mental de los presos y atender esta necesidad, pues la repetición de casos de suicidio y/o muertes en condiciones como las que se reportan en el Cefereso 16 de Morelos muestra una grave falla sistemática en el cuidado, supervisión y eficiencia del trabajo de las autoridades.

Dostoyevski escribió que: “el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos” y Nelson Mandela dijo: “nadie conoce realmente cómo es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles. Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”.

Somos una sociedad y velar por la dignidad de todas y todos, nos hace nos hace más fuertes como comunidad, más humanos como individuos y nos permite avanzar hacia un mundo más justo, seguro y compasivo. No cerremos los ojos ante la realidad tan desgarradora que se vive en las cárceles.

Privar a una persona de su libertad no es sinónimo de tortura, ni tampoco lo es, de malos tratos o de condiciones degradantes. No es sinónimo de falta de atención ni de dignidad.

El punitivismo nos ha llevado a deshumanizar a los presos. Sin tener en cuenta sus historias y situaciones personales, la falta de necesidades básicas, de oportunidades y ambientes adversos en los que crecieron y se desarrollaron.

Ese mismo punitivismo nos ha hecho cerrar los ojos ante una realidad brutal, y es que, no podemos pensar que las personas privadas de su libertad son una “sociedad” aparte, ni debemos actuar como si es un mundo aparte.

Hablemos de la situación del Cefereso 16 en Morelos: en mayo del 2020, se reportó la muerte de una de las reclusas, catalogada como suicidio, el pasado 2 de julio, dos mujeres más se quitaron la vida, sumando 17 muertes de las cuales, 13 han ocurrido en el último año.

El Instituto Federal de la Defensoría Pública, emitió un llamado a las autoridades correspondientes para que se revisaran actos de tortura que se reportan que viven las mujeres privadas de la libertad y que pudieron haber originado las muertes recientes.

El principio de “austeridad republicana” del presidente Andrés Manuel López Obrador ha provocado el traslado de cientos de personas de unas cárceles a otras. El Cefereso 16 de Morelos recibió a cientos de mujeres que venían de otros penales y se han documentado graves violaciones de derechos humanos. Cabe mencionar que el 47% de las mujeres que se encuentran en el Cefereso de Morelos no tienen una sentencia, es decir, se encuentran en prisión preventiva.

Los estándares internacionales en materia penal sobre la protección de los derechos humanos exigen un trato digno, alojamiento y acceso a servicios básicos de calidad, el respeto al debido proceso, la protección contra la tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes, atención médica y de salud mental.

De esto último, poco se habla y poco se atiende. La salud mental ha ido ocupando, en las últimas décadas, un lugar cada vez más prioritario de atención. No deben ser la excepción, las personas privadas de su libertad. Es el deber de las autoridades correspondientes estar al tanto de la salud mental de los presos y atender esta necesidad, pues la repetición de casos de suicidio y/o muertes en condiciones como las que se reportan en el Cefereso 16 de Morelos muestra una grave falla sistemática en el cuidado, supervisión y eficiencia del trabajo de las autoridades.

Dostoyevski escribió que: “el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos” y Nelson Mandela dijo: “nadie conoce realmente cómo es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles. Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada”.

Somos una sociedad y velar por la dignidad de todas y todos, nos hace nos hace más fuertes como comunidad, más humanos como individuos y nos permite avanzar hacia un mundo más justo, seguro y compasivo. No cerremos los ojos ante la realidad tan desgarradora que se vive en las cárceles.