/ lunes 27 de noviembre de 2023

El Espectador | Baja California: ambiciones, traiciones y puñetazos políticos

En la tierra árida de la política bajacaliforniana, el partido Morena se debate en una encarnizada contienda interna, marcada por ambiciones desmedidas, traiciones insospechadas y estrategias maquiavélicas que amenazan con desgarrar el tejido mismo de la democracia. El epicentro de esta tormenta política se encuentra en las figuras de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda y su esposo, el expanista Carlos Alberto Torres Torres, cuyos movimientos estratégicos han desencadenado una serie de reacciones y resistencias dentro de las filas morenistas.

El hervidero político desplegado por Ávila Olmeda y Torres Torres en la región ha tomado tintes de confrontación directa, especialmente al buscar acaparar candidaturas a elección popular para sus leales. En este terreno, se revela la alianza inusual entre la gobernadora de Morena y el expanista, quien ostenta la curiosa distinción de ser ahijado del expresidente Felipe Calderón. Este matrimonio político no solo ha encendido las alarmas entre los militantes de Morena, sino que también ha causado estragos al forjar alianzas con desertores del PAN, como Gerardo Álvarez y el exalcalde Jorge Ramos.

La maquinaria política dirigida por Ávila Olmeda y Torres Torres no solo busca consolidar poder, sino también bloquear el derecho legítimo de las alcaldesas de Mexicali y Tijuana a buscar la reelección. Un claro ejemplo de esta estrategia es el respaldo de la gobernadora al exboxeador Erick El Terrible Morales para la alcaldía de Tijuana. Sin embargo, la actual alcaldesa Montserrat Cabello, respaldada por la legitimidad de su derecho a la reelección, ha demostrado su fuerza al propinar un contundente cruzado en las encuestas, dejando a Morales tambaleándose en las cuerdas políticas, como cuando enfrentaba a Marco Antonio Barrera.

Pero la inquietud entre los morenistas no se limita al terreno electoral. La sombra del pasado emerge con la propuesta de El Terrible de reinstalar a Julián Leyzaola en la secretaría de seguridad de Tijuana. Un personaje con antecedentes oscuros, Leyzaola es señalado por violaciones a los derechos humanos durante su mandato en 2010, arrojando una sombra inquietante sobre las decisiones de quienes respaldan su retorno al poder.

Los militantes de Morena en Baja California también ven con desagrado la manera en que Carlos Torres Torres ha poblado la administración estatal con figuras panistas, ocupando puestos que podrían haber sido destinados a verdaderos seguidores del partido guinda que se encuentran desempleados. Esta práctica ha encendido los ánimos y ha dejado un sabor amargo entre los miembros de Morena, que observan con escepticismo la genuinidad de las intenciones de quienes deberían representar los ideales del partido.

En este escenario de intrigas y maniobras, Morena Baja California enfrenta una encrucijada crucial. ¿Prevalecerá la cohesión interna del partido sobre las ambiciones individuales y las alianzas inverosímiles? La respuesta, aun en ciernes, dibuja el retrato de un partido que se debate entre la lealtad a sus principios y las tentaciones del poder. En este ring político, los puñetazos no son solo metafóricos, sino que amenazan con dejar cicatrices indelebles en el futuro de Morena en la región.


En la tierra árida de la política bajacaliforniana, el partido Morena se debate en una encarnizada contienda interna, marcada por ambiciones desmedidas, traiciones insospechadas y estrategias maquiavélicas que amenazan con desgarrar el tejido mismo de la democracia. El epicentro de esta tormenta política se encuentra en las figuras de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda y su esposo, el expanista Carlos Alberto Torres Torres, cuyos movimientos estratégicos han desencadenado una serie de reacciones y resistencias dentro de las filas morenistas.

El hervidero político desplegado por Ávila Olmeda y Torres Torres en la región ha tomado tintes de confrontación directa, especialmente al buscar acaparar candidaturas a elección popular para sus leales. En este terreno, se revela la alianza inusual entre la gobernadora de Morena y el expanista, quien ostenta la curiosa distinción de ser ahijado del expresidente Felipe Calderón. Este matrimonio político no solo ha encendido las alarmas entre los militantes de Morena, sino que también ha causado estragos al forjar alianzas con desertores del PAN, como Gerardo Álvarez y el exalcalde Jorge Ramos.

La maquinaria política dirigida por Ávila Olmeda y Torres Torres no solo busca consolidar poder, sino también bloquear el derecho legítimo de las alcaldesas de Mexicali y Tijuana a buscar la reelección. Un claro ejemplo de esta estrategia es el respaldo de la gobernadora al exboxeador Erick El Terrible Morales para la alcaldía de Tijuana. Sin embargo, la actual alcaldesa Montserrat Cabello, respaldada por la legitimidad de su derecho a la reelección, ha demostrado su fuerza al propinar un contundente cruzado en las encuestas, dejando a Morales tambaleándose en las cuerdas políticas, como cuando enfrentaba a Marco Antonio Barrera.

Pero la inquietud entre los morenistas no se limita al terreno electoral. La sombra del pasado emerge con la propuesta de El Terrible de reinstalar a Julián Leyzaola en la secretaría de seguridad de Tijuana. Un personaje con antecedentes oscuros, Leyzaola es señalado por violaciones a los derechos humanos durante su mandato en 2010, arrojando una sombra inquietante sobre las decisiones de quienes respaldan su retorno al poder.

Los militantes de Morena en Baja California también ven con desagrado la manera en que Carlos Torres Torres ha poblado la administración estatal con figuras panistas, ocupando puestos que podrían haber sido destinados a verdaderos seguidores del partido guinda que se encuentran desempleados. Esta práctica ha encendido los ánimos y ha dejado un sabor amargo entre los miembros de Morena, que observan con escepticismo la genuinidad de las intenciones de quienes deberían representar los ideales del partido.

En este escenario de intrigas y maniobras, Morena Baja California enfrenta una encrucijada crucial. ¿Prevalecerá la cohesión interna del partido sobre las ambiciones individuales y las alianzas inverosímiles? La respuesta, aun en ciernes, dibuja el retrato de un partido que se debate entre la lealtad a sus principios y las tentaciones del poder. En este ring político, los puñetazos no son solo metafóricos, sino que amenazan con dejar cicatrices indelebles en el futuro de Morena en la región.