por Rina Mussali
La carrera suprema entre potencias centrales por el liderato global mantiene en suspenso el juego de las relaciones internacionales y la gobernanza global. El acomodo de actores, los intereses antagónicos, el tejido de transacciones y el sentido de las negociaciones entre países sistémicos y regionales nos transmiten información clave sobre el comportamiento colectivo en la política internacional y los contextos intrincados que favorecen una comprensión no estática de la terca realidad.
La invasión de Rusia a Ucrania y la guerra entre Israel y Hamás arrojan ciertos parámetros explicativos sobre cómo se cifra la efervescente geopolítica global. Hay varios puntos que debemos de desmadejar sobre estas dos conflictivas asimétricas y dispares que presentan algunos vasos comunicantes que nos facilitan la interpretación geopolítica y el análisis global.
La República Islámica de Irán está inserto de manera explícita e intrínseca en esta composición. Mientras que suministra material bélico a Moscú, respalda de forma intelectual, financiera y militar a Hamás, - este último grupo que gobierna Gaza y quien perpetró los atroces ataques terroristas del pasado 7 de octubre en Israel, cimbrando una nueva catarsis en Medio Oriente.
El juego de interdependencias prosigue. Junto a Rusia y China, Irán se ha comprometido a apuntalar la multipolaridad global, detener el dominio de Occidente y abogar por una mayor paridad en las relaciones internacionales en sintonía con las políticas del Kremlin de apostarle al mandato alauita de Bashar al-Assad en Siria. Israel ha expresado su preocupación en torno a la expansión de la influencia regional iraní a través de las milicias en Yemen, Irak y Líbano, con la encomienda de fortalecer el poderío chiita en el mundo árabe.
En ese tenor, la salida de tropas estadounidenses de Siria bajo el mandato de Trump benefició a Rusia. Marco Rubio y Lindsey Graham, destacados legisladores republicanos, etiquetaron el acto como un “error colosal y con repercusiones significativas”, pues vulneró a Israel frente a Teherán dejando un vacio geopolítico apetitoso para Moscú y Beijing, un motivo más para que Israel se acercara estratégicamente a Arabia Saudita (el otro gran rival de Irán) mediante los Acuerdos de Abraham, hoy frenado por la guerra con Hamás.
En este rompecabezas destaca que la Rusia sancionada por Occidente necesite de Riad en la OPEP para impulsar el alza de los precios internacionales del petróleo a cambio de reducciones en la oferta energética. Ahí se apuntó el viaje de la semana pasada de Putin a la capital saudí y a Dubái, en el que líder ruso abogó por liderar las negociaciones de paz entre Israel y Hamás. Aunque Moscú se abstuvo de condenar el ataque de Hamás, se cuidó de dejar entreabiertos los canales diplomáticos con Israel. Sabe que su beneficio más inmediato es que Irán le continúe abasteciendo de drones al tiempo que pretende disuadir a Benjamín Netanyahu de suministrar armamento a Europa, a sabiendas que éste puede terminar en el mercado ilegal y en última instancia en manos de Hamás para utilizarlo en su frente contra Israel.
Ciertamente, la guerra entre Israel y Hamás es un acontecimiento favorable a los intereses de Moscú, porque distrae la atención internacional de su propia invasión en Ucrania y potencialmente obliga a EE.UU. a tomar decisiones sobre la priorización de la asistencia financiera en materia de seguridad a Tel Aviv o Kiev. El mismo rechazo de los contendientes republicanos de seguir financiando a Selensky es una victoria importantísima para Putin. En cambio, Biden buscará desesperadamente incrementar su gasto de emergencia para financiar la guerra en Ucrania, mientras que los republicanos le piden un canje geopolítico: concesiones en la frontera con México y mutaciones significativas en la política migratoria a cambio de continuar apoyando a Kiev.
De esta manera la geopolítica global también alcanza a México. Nuesto país como quinceava economía del mundo está obligada a comprender y sortear las rivalidades entre potencias centrales y regionales, a propósito de acreditar los paralelismos a su favor. La política exterior mexicana debe servir para el beneficio tangible de los mexicanos.
Coordinadora de la Unidad de Estudio y Reflexión Rusia-Ucrania, COMEXI.