/ jueves 1 de julio de 2021

El laberinto de la salud mental

Cynthia Ramírez Manríquez


El padre, la película dirigida por Florian Zeller y protagonizada por Anthony Hopkins y Olivia Colman, podría leerse en clave de terror, pero la realidad es mucho más abrumadora: El padre trae el tema de la demencia a un primer plano, presentando la realidad desorientadora y aterradora que experimenta una persona que vive con demencia.


La demencia, la condición que se retrata en la película, es causada comúnmente por la enfermedad de Alzheimer, una enfermedad progresiva que altera la función de las células cerebrales y, debido a la naturaleza neurodegenerativa, las personas con este diagnóstico experimentan un deterioro progresivo de la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Gradualmente pierden la capacidad para realizar tareas diarias y otras funciones físicas básicas, lo que finalmente conduce a la muerte.


La película, que fue nominada a seis Óscar y ganó dos, es tan impactante a nivel personal, que puede ayudar a iniciar conversaciones significativas a nivel de formulación de políticas públicas relacionadas con la salud mental.


Hoy, por ejemplo, los países invierten solo el 2% de sus presupuestos de salud para condiciones mentales (aún cuando por cada dólar invertido en la ampliación de tratamientos para ansiedad o depresión, se obtendrían rendimientos de hasta 5 dólares en cuanto a la mejora de la salud y la productividad). En México, de acuerdo con el CIEP, el presupuesto estimado para esta área ha disminuido entre 2015 y 2020. El director de la OMS, Tedros Ghebreyesus ha dicho que: “No hay salud sin salud mental”, a eso habría que sumarle que tampoco habrá salud mental sin presupuesto…


Por otro lado, desarrollar nuevos medicamentos es fundamental para abordar la enfermedad de Alzheimer, pero el proceso de lograr terapias innovadoras exitosas es tan complejo como la propia enfermedad y lo que muchas veces pasamos por alto es que detrás de cada medicamento que efectivamente logra llegar a los pacientes, hay muchos más que no lo hicieron. Las tasas de fracaso han sido más altas en el desarrollo de fármacos contra el Alzheimer que en casi cualquier otra enfermedad. En el cáncer, uno de cada cinco medicamentos completa los estudios clínicos con éxito; en el Alzheimer, es uno de cada 200.


Pese a estos enormes desafíos hoy existen más de 145 terapias en desarrollo, entre ellas, 39 para depresión, 37 para esquizofrenia y 14 para trastornos de ansiedad. Y recientemente la FDA aprobó la primera terapia innovadora, desde 2003, para la enfermedad de Alzheimer y quizá, más significativo aún, es que es el primer tratamiento dirigido a la fisiopatología subyacente de la enfermedad: la presencia de placas de beta amiloide en el cerebro. Además, en estos días la FDA también ha otorgado la designación de “terapia prioritaria” (breakthrough therapy) a un anticuerpo en investigación para el tratamiento del Alzheimer. Estas son estupendas noticias para las personas que han vivido en carne propia o en las de sus seres queridos la angustia que tan efectivamente lleva Anthony Hopkins a la pantalla. Hay esperanza de un futuro libre de esta devastadora enfermedad.


Directora de comunicación de AMIIF