/ viernes 15 de noviembre de 2024

El PAN marca Yunes

El pasado domingo 10, el PAN llevó a cabo la elección para elegir a su nueva dirigencia nacional después de una gestión desastrosa por parte de Marko Cortés, en la que la Organización Política perdió popularidad, enfrentó divisiones internas, careció de liderazgo, se desconectó de la ciudadanía y no tuvo estrategia electoral en las elecciones presidenciales.

Al igual que el PRI, que ha sido cooptado por una burocracia en la que un pequeño grupo encabezado por Alejandro Moreno Cárdenas (Alito), se han apoderado de los cargos partidistas y de representación popular totalmente distanciados de la militancia de base; el PAN ha dejado atrás su pasado democrático para convertirse en una rancia camarilla dominada por un pequeño grupo de burócratas partidistas que controlan el padrón de militantes, el más pequeño entre todos los partidos políticos del país. Estos burócratas reciben el nombre de “padroneros” y no permiten la libre afiliación a la organización, son ellos los que registran a sus empleados, amigos y familiares o, como los Yunes en Veracruz, “afilian” a ciudadanos de zonas marginadas sin que sepan para qué prestan su credencial de elector, pero conforman un número importante de electores internos para definir los cargos regionales y nacionales del Partido.

Esta insana práctica inició en la época de Gustavo Madero y se incrementó en la dirigencia de Ricardo Anaya (lástima de inteligencia) para poder asegurar que él mismo pudiera ser candidato a la Presidencia. Ya conocido el camino, Marko Cortés hizo de este modelo una práctica muy rentable para asegurar el control del partido sin necesidad de mostrar capacidad ni liderazgo. Así, llevó al partido a una alianza con el PRI del impresentable Alito, con quien cómodamente negoció prebendas para sus intereses particulares como candidaturas, notarias y puestos menores de la administración pública.

Como bien sabemos, la oposición fue derrotada en las pasadas elecciones, sin embargo, los partidos no pudieron articular una defensa razonable de la evidente alteración de las cifras porque no prepararon una estructura electoral que defendiera el voto en casillas y evitara fraudes. Conforme pasaron los días se observaron actas de casilla donde ganaba la oposición, pero que en los resultados electrónicos aparecía como perdedora, también se han demostrado innumerables votos planchados (boletas electorales sin doblar para introducir en las casillas) o casillas zapato, por poner algunos ejemplos. Esto hay que agradecérselo a líderes ineptos como Marko Cortés.

Sin poder defender la elección, el PAN tampoco pudo ni supo evitar la sobrerrepresentación en las Cámaras y, como la cereza del pastel, el voto que permitió la destrucción de la SCJN provino del PAN, un aliado y protegido de Marko Cortés, el senador Miguel Ángel Yunes que, junto a su papá, es dueño del padrón panista veracruzano. Este acto debió haber motivado a la dirigencia del PAN a depurar su padrón de falsos militantes antes de proceder a un cambio de dirigencia. No lo hizo porque los padroneros ya tenían decidido el cambio a favor de Jorge Romero, proveniente del mismo grupo y principal padronero de la CDMX.

Ante esta situación, se dio una elección de pantomima con resultados ya cantados. Originalmente se apuntaron Damián Zepeda, Kenia López Rabadán, Adriana Dávila y Jorge Romero. Damián Zepeda, conocedor de las maniobras internas, al ver cómo venía la cargada se bajó muy temprano del proceso. Kenia López, mujer de gran inteligencia y coraje, hubiera sido una gran dirigente, pero sucumbió ante su propia institucionalidad y dejó la competencia. Sólo Adriana Dávila tuvo los arrestos para enfrentar al rancio aparato de la burocracia panista.

Las campañas internas de los dos candidatos no pudieron ser más distintas; mientras Dávila visitó cientos de municipios buscando un diálogo directo con la militancia y presentándose en cuanto medio le dio oportunidad, Romero se reunía en las ciudades importantes de los Estados para negociar los votos con los padroneros a cambio de posiciones.

Los dueños del PAN nunca repararon en el talón de Aquiles del nuevo dirigente. La 4T lo acusa de irregularidades inmobiliarias durante su gestión como alcalde en Benito Juárez y lo señalan de encabezar una pandilla de funcionarios que se beneficiaron ilegalmente de permisos y autorizaciones denominados como “el cartel inmobiliario”. Más allá de la dudosa veracidad de este señalamiento, lo real es que al igual que hizo el PRI con Ricardo Anaya, el gobierno de Sheinbaum no va a soltar a Romero con estas acusaciones y lo tendrá contra las cuerdas tratando de limpiar su imagen. Lo más grave será que no tendrá tiempo para plantear una estrategia política y mucho menos podrá ser un vocero calificado, perjudicando al partido y al país urgido de una oposición fuerte. Morena está celebrando tener a un dirigente del principal partido de oposición tan fácilmente cuestionable.

Habrá que observar muy de cerca los movimientos que hará la candidata “derrotada”, Adriana Dávila, quién calificó al esquema de los padroneros como el modelo con el código genético marca Yunes y señaló contundentemente la falta de equidad, legitimidad y certeza del proceso. Fue enfática en decir que de ese modelo corrupto solo medran unos cuantos.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación

El pasado domingo 10, el PAN llevó a cabo la elección para elegir a su nueva dirigencia nacional después de una gestión desastrosa por parte de Marko Cortés, en la que la Organización Política perdió popularidad, enfrentó divisiones internas, careció de liderazgo, se desconectó de la ciudadanía y no tuvo estrategia electoral en las elecciones presidenciales.

Al igual que el PRI, que ha sido cooptado por una burocracia en la que un pequeño grupo encabezado por Alejandro Moreno Cárdenas (Alito), se han apoderado de los cargos partidistas y de representación popular totalmente distanciados de la militancia de base; el PAN ha dejado atrás su pasado democrático para convertirse en una rancia camarilla dominada por un pequeño grupo de burócratas partidistas que controlan el padrón de militantes, el más pequeño entre todos los partidos políticos del país. Estos burócratas reciben el nombre de “padroneros” y no permiten la libre afiliación a la organización, son ellos los que registran a sus empleados, amigos y familiares o, como los Yunes en Veracruz, “afilian” a ciudadanos de zonas marginadas sin que sepan para qué prestan su credencial de elector, pero conforman un número importante de electores internos para definir los cargos regionales y nacionales del Partido.

Esta insana práctica inició en la época de Gustavo Madero y se incrementó en la dirigencia de Ricardo Anaya (lástima de inteligencia) para poder asegurar que él mismo pudiera ser candidato a la Presidencia. Ya conocido el camino, Marko Cortés hizo de este modelo una práctica muy rentable para asegurar el control del partido sin necesidad de mostrar capacidad ni liderazgo. Así, llevó al partido a una alianza con el PRI del impresentable Alito, con quien cómodamente negoció prebendas para sus intereses particulares como candidaturas, notarias y puestos menores de la administración pública.

Como bien sabemos, la oposición fue derrotada en las pasadas elecciones, sin embargo, los partidos no pudieron articular una defensa razonable de la evidente alteración de las cifras porque no prepararon una estructura electoral que defendiera el voto en casillas y evitara fraudes. Conforme pasaron los días se observaron actas de casilla donde ganaba la oposición, pero que en los resultados electrónicos aparecía como perdedora, también se han demostrado innumerables votos planchados (boletas electorales sin doblar para introducir en las casillas) o casillas zapato, por poner algunos ejemplos. Esto hay que agradecérselo a líderes ineptos como Marko Cortés.

Sin poder defender la elección, el PAN tampoco pudo ni supo evitar la sobrerrepresentación en las Cámaras y, como la cereza del pastel, el voto que permitió la destrucción de la SCJN provino del PAN, un aliado y protegido de Marko Cortés, el senador Miguel Ángel Yunes que, junto a su papá, es dueño del padrón panista veracruzano. Este acto debió haber motivado a la dirigencia del PAN a depurar su padrón de falsos militantes antes de proceder a un cambio de dirigencia. No lo hizo porque los padroneros ya tenían decidido el cambio a favor de Jorge Romero, proveniente del mismo grupo y principal padronero de la CDMX.

Ante esta situación, se dio una elección de pantomima con resultados ya cantados. Originalmente se apuntaron Damián Zepeda, Kenia López Rabadán, Adriana Dávila y Jorge Romero. Damián Zepeda, conocedor de las maniobras internas, al ver cómo venía la cargada se bajó muy temprano del proceso. Kenia López, mujer de gran inteligencia y coraje, hubiera sido una gran dirigente, pero sucumbió ante su propia institucionalidad y dejó la competencia. Sólo Adriana Dávila tuvo los arrestos para enfrentar al rancio aparato de la burocracia panista.

Las campañas internas de los dos candidatos no pudieron ser más distintas; mientras Dávila visitó cientos de municipios buscando un diálogo directo con la militancia y presentándose en cuanto medio le dio oportunidad, Romero se reunía en las ciudades importantes de los Estados para negociar los votos con los padroneros a cambio de posiciones.

Los dueños del PAN nunca repararon en el talón de Aquiles del nuevo dirigente. La 4T lo acusa de irregularidades inmobiliarias durante su gestión como alcalde en Benito Juárez y lo señalan de encabezar una pandilla de funcionarios que se beneficiaron ilegalmente de permisos y autorizaciones denominados como “el cartel inmobiliario”. Más allá de la dudosa veracidad de este señalamiento, lo real es que al igual que hizo el PRI con Ricardo Anaya, el gobierno de Sheinbaum no va a soltar a Romero con estas acusaciones y lo tendrá contra las cuerdas tratando de limpiar su imagen. Lo más grave será que no tendrá tiempo para plantear una estrategia política y mucho menos podrá ser un vocero calificado, perjudicando al partido y al país urgido de una oposición fuerte. Morena está celebrando tener a un dirigente del principal partido de oposición tan fácilmente cuestionable.

Habrá que observar muy de cerca los movimientos que hará la candidata “derrotada”, Adriana Dávila, quién calificó al esquema de los padroneros como el modelo con el código genético marca Yunes y señaló contundentemente la falta de equidad, legitimidad y certeza del proceso. Fue enfática en decir que de ese modelo corrupto solo medran unos cuantos.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación