No hay modo de que los malabarismos legaloides de jueces, magistrados y ministros puedan echar abajo la reforma constitucional del Poder Judicial. Y si jurídicamente no es posible, tampoco lo es políticamente. Y a esas dos batallas perdidas hay que sumar la derrota en el frente de la opinión pública.
La mayoría ciudadana sabe y comprende que la única motivación de aquellos personajes es la conservación de sus inmorales e indefendibles privilegios económicos.
De modo que la ministra Norma Piña y sus secuaces se han metido en un callejón sin salida. Todo lo que han hecho y hagan de aquí en adelante en este sentido es inútil y, además, contraproducente para su mezquina causa.
Y se ve a leguas que, como se dice popularmente, le están buscando tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro. Que se trata de una obvia estratagema de provocación, que busca desatar una respuesta represiva del gobierno de Claudia Sheinbaum.
Pretenden que la Presidenta dé un paso en falso. Que recoja el guante del desafío y que inicie un conflicto jurídico y político con el corrupto y desprestigiado Poder Judicial.
Pero, como es obvio, están pinchando en hueso. Sheinbaum no les va a seguir el perverso juego. Nada hará que no se ajuste al marco de la ley y de la norma constitucional.
Debe, simplemente, como lo está haciendo, cumplir con su deber y con su mandato popular y democrático. Y dejar, como lo está haciendo, que el Poder Judicial se ahorque solito. Que se suicide si quiere, porque de todos modos ya está muerto.
Digamos que las elecciones del 2 de junio pasado dejaron sin agua la pecera en la que nadaba a sus anchas el corrupto pez del Poder Judicial. Y sin corrupción la vida no es vida.
Como caídos en una arena movediza, jueces, magistrados y ministros, mientras más se mueven más se hunden en el fango. Y están arrastrando con ellos a una gran parte de los simples empleados que se han prestado a las maniobras de sus jerarcas.
No van a ser reprimidos, no van a ser desaparecidos, no van a ser encarcelados, no van a ser despedidos, no van a ser sancionados. Lo aconsejable sería rectificar. Pero la codicia y la soberbia son muy malas consejeras, como lo demuestran un día sí y otro también Norma Piña y sus secuaces en todos los niveles de ese Poder en ruinas.
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