/ lunes 2 de diciembre de 2024

El que contamina paga

En los últimos años, las brechas de desigualdad entre los superricos y el resto de la población se han acentuado considerablemente. Mientras que los cinco hombres más ricos de México crecieron su fortuna en un 82.5% durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, 43 millones de mexicanos siguen viviendo en pobreza y 8 millones viven en pobreza extrema. Esto devela uno de los grandes problemas que dejó el legado de la vieja política y que los gobiernos de Morena se han negado a solucionar: la enorme injusticia fiscal.

Las fortunas multimillonarias, que son protegidas por las leyes de nuestro país, muchas de ellas impulsadas por los dueños de las mismas, han ido en aumento porque no se les ha querido tocar ni con el pétalo de una rosa y porque se ha perpetuado un marco normativo que favorece a unos pocos sobre al resto de la población.

Al mismo tiempo, los superricos son los responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 en el planeta. El 1% más rico de la población contamina más que las dos terceras partes de las personas más pobres. Y se pone peor, pues son las personas más desfavorecidas las que más se ven afectadas por los efectos del cambio climático. Quienes más contaminan son los principales responsables del aumento sostenido de la temperatura, sequías severas que afectan el sustento de vida de millones de personas y fenómenos meteorológicos que han devastado ciudades enteras, como es el caso de los huracanes Otis y John en Acapulco. No solo eso, de acuerdo con Oxfam, las emisiones de los patrones de transporte, consumo y producción del 1% más rico de la población, están directamente relacionadas con más de 15 mil muertes anuales en el mundo.

No podemos separar la crisis climática de la crisis socioeconómica que enfrentamos como país. Existe una estrecha relación entre la desigualdad y la emergencia climática. Por eso, el primer gran paso para lograr un piso más parejo, es impulsar una Reforma Fiscal progresiva. Una en la que los ricos paguen más y que, de manera subsidiaria, apueste por el bienestar de todas las personas, y también del planeta. Es por esto que decidimos meter una iniciativa para crear un impuesto del 30% sobre la tenencia de helicópteros, jets y yates. Vehículos que solo un puñado de personas puede tener y, con eso, contamina más que el resto de los mexicanos en toda su vida. Tomando en cuenta la cantidad de estos vehículos de lujo que existen en México, se podrían recaudar cerca de 350,000 millones de pesos.

No necesitamos más impuestos para los pequeños y medianos empresarios, necesitamos impuestos para los ultra ricos y las transnacionales. Necesitamos justicia fiscal, y la necesitamos ahora. Sin una reforma fiscal progresiva para financiar un Estado social, no habrá Estado social, ni combate a la desigualdad, ni disminución de la pobreza así de fácil. Ni se podrá salvar al mundo como lo propone la Presidenta Sheinbaum reforestando al país o enfrentando la crisis del agua.

En Movimiento Ciudadano le hicimos una promesa a las juventudes y niñeces de México: vamos cuidar de ellos y de su futuro. La justicia intergeneracional va de la mano de la justicia fiscal. Una que logre redistribuir la riqueza y evitar que solo unos pocos tengan un patrimonio digno, condenando a las nuevas generaciones. Esta iniciativa es parte de esa lucha, es parte de proteger y procurar su futuro y el planeta que habitamos.

En los últimos años, las brechas de desigualdad entre los superricos y el resto de la población se han acentuado considerablemente. Mientras que los cinco hombres más ricos de México crecieron su fortuna en un 82.5% durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, 43 millones de mexicanos siguen viviendo en pobreza y 8 millones viven en pobreza extrema. Esto devela uno de los grandes problemas que dejó el legado de la vieja política y que los gobiernos de Morena se han negado a solucionar: la enorme injusticia fiscal.

Las fortunas multimillonarias, que son protegidas por las leyes de nuestro país, muchas de ellas impulsadas por los dueños de las mismas, han ido en aumento porque no se les ha querido tocar ni con el pétalo de una rosa y porque se ha perpetuado un marco normativo que favorece a unos pocos sobre al resto de la población.

Al mismo tiempo, los superricos son los responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 en el planeta. El 1% más rico de la población contamina más que las dos terceras partes de las personas más pobres. Y se pone peor, pues son las personas más desfavorecidas las que más se ven afectadas por los efectos del cambio climático. Quienes más contaminan son los principales responsables del aumento sostenido de la temperatura, sequías severas que afectan el sustento de vida de millones de personas y fenómenos meteorológicos que han devastado ciudades enteras, como es el caso de los huracanes Otis y John en Acapulco. No solo eso, de acuerdo con Oxfam, las emisiones de los patrones de transporte, consumo y producción del 1% más rico de la población, están directamente relacionadas con más de 15 mil muertes anuales en el mundo.

No podemos separar la crisis climática de la crisis socioeconómica que enfrentamos como país. Existe una estrecha relación entre la desigualdad y la emergencia climática. Por eso, el primer gran paso para lograr un piso más parejo, es impulsar una Reforma Fiscal progresiva. Una en la que los ricos paguen más y que, de manera subsidiaria, apueste por el bienestar de todas las personas, y también del planeta. Es por esto que decidimos meter una iniciativa para crear un impuesto del 30% sobre la tenencia de helicópteros, jets y yates. Vehículos que solo un puñado de personas puede tener y, con eso, contamina más que el resto de los mexicanos en toda su vida. Tomando en cuenta la cantidad de estos vehículos de lujo que existen en México, se podrían recaudar cerca de 350,000 millones de pesos.

No necesitamos más impuestos para los pequeños y medianos empresarios, necesitamos impuestos para los ultra ricos y las transnacionales. Necesitamos justicia fiscal, y la necesitamos ahora. Sin una reforma fiscal progresiva para financiar un Estado social, no habrá Estado social, ni combate a la desigualdad, ni disminución de la pobreza así de fácil. Ni se podrá salvar al mundo como lo propone la Presidenta Sheinbaum reforestando al país o enfrentando la crisis del agua.

En Movimiento Ciudadano le hicimos una promesa a las juventudes y niñeces de México: vamos cuidar de ellos y de su futuro. La justicia intergeneracional va de la mano de la justicia fiscal. Una que logre redistribuir la riqueza y evitar que solo unos pocos tengan un patrimonio digno, condenando a las nuevas generaciones. Esta iniciativa es parte de esa lucha, es parte de proteger y procurar su futuro y el planeta que habitamos.