Por: Eduardo Vázquez
La crisis actual por la falta de acceso al agua y al saneamiento ya afecta a 3 de cada 10 personas en el mundo, situación que se ha agravado a consecuencia de la pandemia mundial por COVID-19.
De acuerdo con el informe Progress on household drinking water, sanitation and hygiene 2000 – 2020 (“Progresos en materia de agua para el consumo, el saneamiento y la higiene en los hogares”) publicado en días recientes por la Organización Mundial de la Salud y UNICEF, antes del año 2030, millones de personas en todo el mundo no podrán acceder a una fuente de agua para atander sus necesidades básicas de supervivencia.
Este reporte señala que, por lo menos, mil 900 millones de personas en el mundo no pueden cumplir con la medida mínima de lavarse las manos para prevenir enfermedades, además se señala que a más de un año de la pandemia, tres de cada 10 personas del mundo no pueden lavarse las manos con agua y jabón en sus hogares.
Pese a que el lavado de manos es una de las formas más efectivas de evitar la transmisión de la COVID-19 y de otras enfermedades infecciosas, el reporte hace incapié en la necesidad de reforzar las inversiones en agua y saneamiento para garantizar el acceso a una fuente de agua potable segura y, con ello, hacer de la higiene una prioridad mundial, que a su vez permita controlar los efectos de la pandemia y limitar las muertes por infecciones gastrointestinales.
Esta radiografía expuesta por la OMS y UNICEF sobre el avance del acceso al agua y al saneamiento en el mundo, es un llamado de alerta para todas las naciones, incluído nuestro país, dado que los recursos hídricos se encuentran sumamente amenazados por el crecimiento demográfico, la sobreexplotación y contaminación, su uso ineficiente, la deforestación, y los efectos cada vez más graves del cambio climático.
El informe señala asimismo la necesidad de impulsar programas y políticas públicas que garanticen el acceso al agua y el saneamiento, y la urgencia de triplicar los recursos económicos para dotar de mayor infraestructura y servicios a las poblaciones.
En el caso de México, el tema de las inversiones se vuelve relevante, dada la tendencia de los últimos años de constantes reducciones en el presupuesto del sector del agua, lo cual ha limitado la capacidad de ampliar y dar mantenimiento a la infraestructura necesaria, así como dotar servicios adecuados y eficientes a la población.
De acuerdo con datos del Consejo Consultivo del Agua, para estar en posibilidad de cumplir con los conceptos inherentes al derecho humano al agua en calidad y cantidad aceptables, así como con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas a los que México se ha comprometido, se tendría que destinar en los próximos 10 años un presupuesto de 40 mil millones de pesos anuales.
Estas inversiones contribuirían, sin duda, a resolver un tema de equidad y justicia social al ayudar a dotar agua potable a más de 10 millones de personas que no cuentan aún con las condiciones mínimas de acceso al agua y saneamiento de manera segura para sus necesidades básicas. Los rezagos más dramáticos se presentan en comunidades rurales con menos de 250 habitantes, en las cuales se asienta la población en pobreza extrema, y son las mujeres y los niños quienes más padecen estas limitaciones.
La circunstancia excepcional que estamos viviendo alrededor de la pandemia, ha dejado clara la importancia del acceso al agua. Debemos tener siempre presente el profundo vínculo entre agua y salud y, por tanto, la necesidad sumar esfuerzos entre todos los sectores y la ciudadanía en general, para atender este reto por sus efectos en bienestar y desarrollo de las personas y comunidades.