/ jueves 18 de febrero de 2021

El retorno de EU como líder mundial

Por: Jorge Álvarez Fuentes, Asociado COMEXI

@JAlvarezFuentes

Han transcurrido las primeras semanas de la presidencia de Joe Biden y la administración demócrata ha puesto sin efecto, rápidamente, una serie de decisiones equivocadas de política interior y de política exterior, adoptadas por el gobierno de Donald Trump. En Washington parece no haber tiempo a perder para enfrentar los enormes desafíos de recuperar la vida democrática y la decencia política, resolver con la urgencia que las circunstancias imponen, tanto la grave crisis sanitaria derivada del coronavirus como la recesión económica, y atender, sin demora, la difícil situación interna de convivencia social y racial. Aunado a ello, está la complejísima e incierta agenda internacional, plagada de amenazas. Se trata pues, no sólo de revertir los errores del pasado, sino de acometer múltiples esfuerzos internos de gobernabilidad, y de trazar una ruta permanente respecto de los intereses y principios estadounidenses, cuya ejecución y recorrido arrojen, lo más pronto posible, resultados concretos que permitan lograr que la superpotencia recupere su proyección, sentido de dirección, prestigio y credibilidad, para poder asumir el papel global que le corresponde en los asuntos mundiales. Porque, hoy por hoy, ningún otro país, por importante que sea, tiene la capacidad de ocupar el lugar que tienen los Estados Unidos en la agenda internacional; aun si actualmente no son tan poderosos como fueron antaño, luego de que en los últimos 4 años ocurrieran una contracción estratégica, un extravío ideológico y un repliegue militar.

En los más altos niveles de decisión del nuevo gobierno estadounidense, está claro que no bastará solamente con recuperar la fuerza y vigor de su democracia y la capacidad de liderazgo, volver a ser un interlocutor confiable, un jugador constructivo y decisivo en los foros multilaterales, regresando a la Organización Mundial de la Salud o a la Organización Mundial de Comercio, volviendo a ser parte del Acuerdo de Paris, lo que hará que los Estados Unidos, en efecto, se sienten a la cabeza de la mesa de los asuntos mundiales. Siendo tiempos tan aciagos en materia de salud, crecimiento económico, comercio, o combate al cambio climático o seguridad. Será necesario también una actuación coherente y previsible que mantenga la competencia abierta y la cooperación con China, evitando ambas economías entrar en conflicto, junto con la construcción de una agenda amplia, confiable con Rusia, dada la rivalidad existente entre los tres, así como el restablecimiento de medidas de confianza y bases sólidas para dialogar y cooperar con los países aliados, amigos y vecinos.

El mundo, empezando por los EU enfrenta, ahora más que nunca, retos internacionales colosales. Ahí están, entre otros, la impostergable acción colectiva para lograr en menos de un decenio la descarbonización de la economía global, y resolver la emergencia climática; la proliferación de las armas de destrucción masiva y la urgencia de poner fin a las amenazas existentes de una posible destrucción nuclear; el incremento constante, sin precedente, de millones de refugiados y desplazados en el mundo, y su flagrante desatención, como consecuencia de conflictos recurrentes, formas de persecución, exclusión y marginación, y de graves y constantes violaciones de derechos humanos; la agudización de los desencuentros políticos, geopolíticos y económicos entre la Unión Europea y Rusia, junto con las inevitables y prolongadas repercusiones negativas del Brexit y su afectación negativa sobre las instituciones europeas; la creciente desconfianza en Turquía como un aliado occidental; la persistencia de diversas formas de extremismo radical, junto con nuevas y distintas amenazas provenientes del terrorismo internacional; la postergación de los conflictos existentes en el Medio Oriente, empezando por condenar a los palestinos a la desesperanza, junto el mantenimiento del status quo en situaciones catastróficas como las de Siria, Yemen y Libia, además de la regresión autoritaria y el colapso en algunos países árabes; el difícil intento por salvar el acuerdo nuclear con Irán, más allá de la imposición y prolongación de las sanciones; la indispensable colaboración internacional para combatir la diversificación y ampliación de las operaciones y organizaciones criminales transnacionales; los riesgos del expansionismo marítimo de China y las recurrentes tensiones, en torno a Taiwán, Hong Kong, Myanmar, Cachemira y Nagorno Karabaj, entre otros.

El porvenir de millones de estadounidenses, al igual que el de miles de millones de personas en el mundo, reclama el retorno lucido, coherente y sensato del liderazgo de los Estados Unidos, como la principal nación en el concierto internacional, una capaz de predicar con el ejemplo y de desplegar acciones en corresponsabilidad con otras naciones para avanzar unidas, sin retroceder, en la construcción de la paz, la sustentabilidad y la seguridad humana.

Por: Jorge Álvarez Fuentes, Asociado COMEXI

@JAlvarezFuentes

Han transcurrido las primeras semanas de la presidencia de Joe Biden y la administración demócrata ha puesto sin efecto, rápidamente, una serie de decisiones equivocadas de política interior y de política exterior, adoptadas por el gobierno de Donald Trump. En Washington parece no haber tiempo a perder para enfrentar los enormes desafíos de recuperar la vida democrática y la decencia política, resolver con la urgencia que las circunstancias imponen, tanto la grave crisis sanitaria derivada del coronavirus como la recesión económica, y atender, sin demora, la difícil situación interna de convivencia social y racial. Aunado a ello, está la complejísima e incierta agenda internacional, plagada de amenazas. Se trata pues, no sólo de revertir los errores del pasado, sino de acometer múltiples esfuerzos internos de gobernabilidad, y de trazar una ruta permanente respecto de los intereses y principios estadounidenses, cuya ejecución y recorrido arrojen, lo más pronto posible, resultados concretos que permitan lograr que la superpotencia recupere su proyección, sentido de dirección, prestigio y credibilidad, para poder asumir el papel global que le corresponde en los asuntos mundiales. Porque, hoy por hoy, ningún otro país, por importante que sea, tiene la capacidad de ocupar el lugar que tienen los Estados Unidos en la agenda internacional; aun si actualmente no son tan poderosos como fueron antaño, luego de que en los últimos 4 años ocurrieran una contracción estratégica, un extravío ideológico y un repliegue militar.

En los más altos niveles de decisión del nuevo gobierno estadounidense, está claro que no bastará solamente con recuperar la fuerza y vigor de su democracia y la capacidad de liderazgo, volver a ser un interlocutor confiable, un jugador constructivo y decisivo en los foros multilaterales, regresando a la Organización Mundial de la Salud o a la Organización Mundial de Comercio, volviendo a ser parte del Acuerdo de Paris, lo que hará que los Estados Unidos, en efecto, se sienten a la cabeza de la mesa de los asuntos mundiales. Siendo tiempos tan aciagos en materia de salud, crecimiento económico, comercio, o combate al cambio climático o seguridad. Será necesario también una actuación coherente y previsible que mantenga la competencia abierta y la cooperación con China, evitando ambas economías entrar en conflicto, junto con la construcción de una agenda amplia, confiable con Rusia, dada la rivalidad existente entre los tres, así como el restablecimiento de medidas de confianza y bases sólidas para dialogar y cooperar con los países aliados, amigos y vecinos.

El mundo, empezando por los EU enfrenta, ahora más que nunca, retos internacionales colosales. Ahí están, entre otros, la impostergable acción colectiva para lograr en menos de un decenio la descarbonización de la economía global, y resolver la emergencia climática; la proliferación de las armas de destrucción masiva y la urgencia de poner fin a las amenazas existentes de una posible destrucción nuclear; el incremento constante, sin precedente, de millones de refugiados y desplazados en el mundo, y su flagrante desatención, como consecuencia de conflictos recurrentes, formas de persecución, exclusión y marginación, y de graves y constantes violaciones de derechos humanos; la agudización de los desencuentros políticos, geopolíticos y económicos entre la Unión Europea y Rusia, junto con las inevitables y prolongadas repercusiones negativas del Brexit y su afectación negativa sobre las instituciones europeas; la creciente desconfianza en Turquía como un aliado occidental; la persistencia de diversas formas de extremismo radical, junto con nuevas y distintas amenazas provenientes del terrorismo internacional; la postergación de los conflictos existentes en el Medio Oriente, empezando por condenar a los palestinos a la desesperanza, junto el mantenimiento del status quo en situaciones catastróficas como las de Siria, Yemen y Libia, además de la regresión autoritaria y el colapso en algunos países árabes; el difícil intento por salvar el acuerdo nuclear con Irán, más allá de la imposición y prolongación de las sanciones; la indispensable colaboración internacional para combatir la diversificación y ampliación de las operaciones y organizaciones criminales transnacionales; los riesgos del expansionismo marítimo de China y las recurrentes tensiones, en torno a Taiwán, Hong Kong, Myanmar, Cachemira y Nagorno Karabaj, entre otros.

El porvenir de millones de estadounidenses, al igual que el de miles de millones de personas en el mundo, reclama el retorno lucido, coherente y sensato del liderazgo de los Estados Unidos, como la principal nación en el concierto internacional, una capaz de predicar con el ejemplo y de desplegar acciones en corresponsabilidad con otras naciones para avanzar unidas, sin retroceder, en la construcción de la paz, la sustentabilidad y la seguridad humana.