Por: Kenneth Smith Ramos, Asociado COMEXI y ex Jefe Negociador TMEC
El 1º. de julio será un gran día en la historia de nuestro país. La entrada en vigor del TMEC marcará el inicio de una nueva era en las relaciones económicas de México con EEUU y Canadá. Casi tres años después de que iniciaran las negociaciones para la modernización del TLCAN, ha llegado la hora de poner en marcha lo que sin duda es el Tratado de Libre Comercio más avanzado en el mundo.
El TMEC no solo preserva el libre comercio al interior de América del Norte, sino que añade 12 capítulos nuevos que lo modernizan, con disciplinas que son fundamentales para el funcionamiento de la economía global hoy en día. Capítulos como el que ayudará a internacionalizar a las PYMES para que aprovechen la red de TLCs de México, y otros como Comercio Digital, Anticorrupción, Buenas Prácticas Regulatorias, y Empresas Propiedad del Estado, contribuirán a fortalecer la competitividad de México y nos colocan a la vanguardia de las reglas del comercio internacional.
Adicionalmente, el Tratado fortalece las disciplinas de corte social en materia de la defensa de los derechos de los trabajadores, la protección y conservación del medio ambiente, y el empoderamiento económico de la mujer.
Pero quizás el factor más importante es el hecho de que a través de las reglas del TMEC, se abre el camino hacia el México que queremos construir para las próximas décadas. Me refiero a elementos muy concretos que fortalecerán nuestra economía, plasmados, por ejemplo, en las reglas que facilitan el comercio y el crecimiento de la economía digital, o que promueven la innovación y el desarrollo tecnológico a través de la protección de los derechos de propiedad intelectual.
Podemos decir que el objetivo principal del TLCAN fue lograr la eliminación de las barreras “tradicionales” al comercio, principalmente los aranceles y los obstáculos técnicos al comercio. En gran medida se logró, sobre todo por la eliminación total de los aranceles entre México y EEUU. Sin embargo, en el TMEC el objetivo principal se vuelve el impulso a la competitividad regional.
La competencia económica a nivel mundial es feroz, y dinámica. Es decir, estamos inmersos en un proceso de globalización que es constante e inevitable, y dentro del cual la innovación y el desarrollo tecnológico son las piedras angulares.
México puede convertirse en un polo de atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) para los sectores de manufactura avanzada que definirán el futuro del desarrollo industrial en el mundo. Asimismo, México puede propiciar el despegue de la economía digital, a través de la cual podremos acercar a cientos de miles de pequeños emprendedores a los beneficios del comercio internacional.
Pero nada de esto sucederá en automático. El TMEC es una condición necesaria, pero no suficiente, para convertir estas oportunidades en una realidad. La apertura comercial de México debe de ir acompañada de políticas públicas a nivel doméstico que generen un ambiente propicio a los negocios y a la inversión. En un mundo globalizado, la transparencia y el respeto a los compromisos internacionales son esenciales para reducir el riesgo-país y brindar confianza a los inversionistas.
La generación de valor en sectores de punta, y la capacidad de dar ese salto tecnológico que nos ofrece el TMEC, dependerán de la capacidad del Gobierno de México de implementar políticas que le apuesten a la economía del futuro, y que no volteen hacia el pasado. Energía renovable vs carbón y combustóleo; protección a las inversiones vs consultas públicas sin fundamento legal; reguladores independientes vs monopolios (del estado o privados) e injerencia política.
Estas son las disyuntivas que enfrenta el país y que aún estamos a tiempo de resolver.El TMEC generará enormes oportunidades para el comercio y la inversión.Pero sobre todo, nos obligará a vernos en el espejo y decidir si estamos dispuestos a llevar a cabo los cambios internos que se requieren para convertirnos en el país del futuro.
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