/ martes 3 de diciembre de 2024

Empresas militares privadas

Por Rogelio Sifuentes Marín / Estudiante del Doctorado en Seguridad Internacional de la Universidad Anáhuac México

A lo largo de la historia, el apoyo de fuerzas capaces de complementar o reemplazar el esfuerzo militar estatal ha sido una constante en la dinámica del poder, desde grandes reinos e imperios hasta ejércitos regulares modernos. Entre estas fuerzas se encuentran los mercenarios, contratistas privados y más recientemente, las Empresas Militares y de Seguridad Privadas.

En la actualidad, estas entidades enfrentan un rechazo generalizado debido a su controvertida reputación y las violaciones a los derechos humanos que han cometido, como es el caso de la empresa estadounidense Blackwater (ahora Academi) y su implicación en eventos como la masacre de la plaza Nisour, en Bagdad , Irak (2007), donde murieron 17 civiles cuando se escoltaba un convoy diplomático. Más recientemente, la participación del Wagner Group en la invasión rusa de Ucrania causó polémica, pues además de utilizar la infraestructura del gobierno ruso y ser sospechoso de cometer crímenes de guerra, sus líderes se sublevaron durante 24 horas contra el gobierno del Presidente de Rusia Vladimir Putin.

En contrapeso, la historia también nos provee de ejemplos en los que la actuación de estas empresas militares de seguridad privada han tenido un impacto significativo y, en algunos casos, positivo. Un ejemplo fue la sudafricana Executive Outcomes (EO) y su participación durante la guerra civil de Sierra Leona (1995-1997), contratada por el gobierno de este país para repeler a los insurgentes del Frente Revolucionario Unido (RUF), los cuales tenían métodos distintivos para sembrar el miedo entre civiles, como llevar a cabo amputaciones sistemáticas de partes del cuerpo de hombres, mujeres y niños. EO logró liberar Freetown, la capital, y asegurar áreas estratégicas en un tiempo récord de diez días, contribuyendo así a la estabilización del país de manera rápida y efectiva.

Tal evento suscitó reflexiones sobre el potencial de estas empresas militares de seguridad privada como una alternativa eficaz para desempeñar un papel crucial a la hora de apoyar a las Naciones Unidas, prestando la capacidad de reacción rápida que necesitaba evitar genocidios como el de Ruanda (1994), tal como lo sugirió Kofi Annan, séptimo secretario general de las Naciones Unidas (1997-2006) y anteriormente jefe del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU.

Otro ejemplo destacado, que da contrapeso al uso de fuerzas militares privadas, es el rol que desempeñó en Nigeria (2015) la empresa STTEP International (Specialised Tasks, Training, Equipment and Protection), con oficinas en Alemania, Francia, Reino Unido y Malta. Esta multinacional, cuyo CEO fue también fundador de Executive Outcomes, fue contratada por el gobierno nigeriano para combatir a Boko Haram, grupo clasificado como terrorista internacional, conocido en las noticias internacionales por el secuestro de 276 niñas de la población de Chibok, en el noreste del país.

El éxito inicial de STTEP marcó un hito en el uso de estas fuerzas, ya que no solo se empleó en un rol de apoyo logístico y entrenamiento de tropas gubernamentales, sino que fue el primer caso de su utilización de una en la lucha directa contra el terrorismo.

En este contexto, estas fuerzas militares privadas pueden ser concebidas no sólo como entidades empresariales orientadas al lucro, sino también como actores de apoyo estratégico, facilitadores de operaciones de mantenimiento de la paz o apoyo contra actores no estatales violentos, como grupos terroristas.

Estas capacidades multifacéticas plantean la necesidad de un diálogo que articule la cooperación entre los sectores público, privado, académico y legal en un marco de discusión abierta, ya que no solo invita a repensar su rol en la seguridad internacional, sino también a explorar y ponerlas en la balanza como un recurso para afrontar los problemas complejos que definen nuestra época.


Por Rogelio Sifuentes Marín / Estudiante del Doctorado en Seguridad Internacional de la Universidad Anáhuac México

A lo largo de la historia, el apoyo de fuerzas capaces de complementar o reemplazar el esfuerzo militar estatal ha sido una constante en la dinámica del poder, desde grandes reinos e imperios hasta ejércitos regulares modernos. Entre estas fuerzas se encuentran los mercenarios, contratistas privados y más recientemente, las Empresas Militares y de Seguridad Privadas.

En la actualidad, estas entidades enfrentan un rechazo generalizado debido a su controvertida reputación y las violaciones a los derechos humanos que han cometido, como es el caso de la empresa estadounidense Blackwater (ahora Academi) y su implicación en eventos como la masacre de la plaza Nisour, en Bagdad , Irak (2007), donde murieron 17 civiles cuando se escoltaba un convoy diplomático. Más recientemente, la participación del Wagner Group en la invasión rusa de Ucrania causó polémica, pues además de utilizar la infraestructura del gobierno ruso y ser sospechoso de cometer crímenes de guerra, sus líderes se sublevaron durante 24 horas contra el gobierno del Presidente de Rusia Vladimir Putin.

En contrapeso, la historia también nos provee de ejemplos en los que la actuación de estas empresas militares de seguridad privada han tenido un impacto significativo y, en algunos casos, positivo. Un ejemplo fue la sudafricana Executive Outcomes (EO) y su participación durante la guerra civil de Sierra Leona (1995-1997), contratada por el gobierno de este país para repeler a los insurgentes del Frente Revolucionario Unido (RUF), los cuales tenían métodos distintivos para sembrar el miedo entre civiles, como llevar a cabo amputaciones sistemáticas de partes del cuerpo de hombres, mujeres y niños. EO logró liberar Freetown, la capital, y asegurar áreas estratégicas en un tiempo récord de diez días, contribuyendo así a la estabilización del país de manera rápida y efectiva.

Tal evento suscitó reflexiones sobre el potencial de estas empresas militares de seguridad privada como una alternativa eficaz para desempeñar un papel crucial a la hora de apoyar a las Naciones Unidas, prestando la capacidad de reacción rápida que necesitaba evitar genocidios como el de Ruanda (1994), tal como lo sugirió Kofi Annan, séptimo secretario general de las Naciones Unidas (1997-2006) y anteriormente jefe del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU.

Otro ejemplo destacado, que da contrapeso al uso de fuerzas militares privadas, es el rol que desempeñó en Nigeria (2015) la empresa STTEP International (Specialised Tasks, Training, Equipment and Protection), con oficinas en Alemania, Francia, Reino Unido y Malta. Esta multinacional, cuyo CEO fue también fundador de Executive Outcomes, fue contratada por el gobierno nigeriano para combatir a Boko Haram, grupo clasificado como terrorista internacional, conocido en las noticias internacionales por el secuestro de 276 niñas de la población de Chibok, en el noreste del país.

El éxito inicial de STTEP marcó un hito en el uso de estas fuerzas, ya que no solo se empleó en un rol de apoyo logístico y entrenamiento de tropas gubernamentales, sino que fue el primer caso de su utilización de una en la lucha directa contra el terrorismo.

En este contexto, estas fuerzas militares privadas pueden ser concebidas no sólo como entidades empresariales orientadas al lucro, sino también como actores de apoyo estratégico, facilitadores de operaciones de mantenimiento de la paz o apoyo contra actores no estatales violentos, como grupos terroristas.

Estas capacidades multifacéticas plantean la necesidad de un diálogo que articule la cooperación entre los sectores público, privado, académico y legal en un marco de discusión abierta, ya que no solo invita a repensar su rol en la seguridad internacional, sino también a explorar y ponerlas en la balanza como un recurso para afrontar los problemas complejos que definen nuestra época.