/ jueves 5 de septiembre de 2024

Entre la ocurrencia y el autoritarismo

La injusticia es humana, pero más humana es la lucha contra la injusticia.

Bertolt Brecht

El presidente López Obrador está llegando a sus últimos días confundiendo molinos con gigantes. Sus expresiones, describiendo la situación del país rayan en la fantasía. Sus “mañaneras” y lo dicho en su sexto informe de gobierno muestran lo alejado que está de la realidad y el cinismo para mentir sin reparo. El discurso quedó desfasado de los problemas que atraviesa la población, y ese fue su mayor logro: edificar una narrativa dicotómica que cautivó a un ejército de seguidores, la cual denostaba según la ocasión, ya fueran jueces, ex presidentes, columnistas o periodistas y cualquiera que mostraba la incapacidad de su gobierno.

Los saldos de la administración obradorista nada tienen que ver con el mundo medible y tangible. La violencia expansiva lo desmiente y el anémico sistema de salud lo confronta y exhibe. Su mundo no alcanza a ver otra cosa que no sea la que verbaliza y desarrolla para la autocomplacencia.

La ceremonia del pasado primero de septiembre en el Zócalo, recordando el añejo ritual priista del “día del presidente”, fue un circo de dos pistas: en las primeras filas gobernadores leales aplaudiendo a rabiar, secretarios incondicionales gritando consignas repetidas y, a un costado, políticos chapulines-variopintos festejando esa cosa llamada “cuarta transformación”, un cuadro que refleja la sumisión al máximo líder. Atrás, muy atrás, el “pueblo” de creyentes y aquellos forzados a ir por los mendrugos que les lanza para que lo adoren, completan la función.

Claro, frente a Palacio, sin que nadie le haga sombra, solo él, el gran Tlatoani que perdona y condena, que recibe salvas de tronantes porras de esas masas sedientas de sus bendiciones, a quienes pone a votar que su palabra es única e irrepetible, cercana a lo divino.

Pero, falta un detalle, coronar su legado con la reforma al Poder Judicial. Por ello, las infanterías morenistas, habilitadas como diputados, se desvelaron y fueron estoicas con tal de satisfacer y darle su “regalo” al máximo líder, ya en el Senado harán lo mismo otros de la misma estirpe. Los impresentables coordinadores de Morena en ambas cámaras recibirán la ansiada palmada de su jefe.

Por su parte, la heredera Sheinbaum, sin criterio propio, prisionera y vigilada por la mirada de su inventor avala todo. Es de ornato. Así la quería AMLO. Y parece gozar con su papel. Tiempos duros se avecinan. La justicia popular pasará por la horca a cualquiera que se oponga al nuevo régimen autoritario. ¿Quién sigue en este vendaval dogmático e inquisitorio?

@pedro_penaloz

La injusticia es humana, pero más humana es la lucha contra la injusticia.

Bertolt Brecht

El presidente López Obrador está llegando a sus últimos días confundiendo molinos con gigantes. Sus expresiones, describiendo la situación del país rayan en la fantasía. Sus “mañaneras” y lo dicho en su sexto informe de gobierno muestran lo alejado que está de la realidad y el cinismo para mentir sin reparo. El discurso quedó desfasado de los problemas que atraviesa la población, y ese fue su mayor logro: edificar una narrativa dicotómica que cautivó a un ejército de seguidores, la cual denostaba según la ocasión, ya fueran jueces, ex presidentes, columnistas o periodistas y cualquiera que mostraba la incapacidad de su gobierno.

Los saldos de la administración obradorista nada tienen que ver con el mundo medible y tangible. La violencia expansiva lo desmiente y el anémico sistema de salud lo confronta y exhibe. Su mundo no alcanza a ver otra cosa que no sea la que verbaliza y desarrolla para la autocomplacencia.

La ceremonia del pasado primero de septiembre en el Zócalo, recordando el añejo ritual priista del “día del presidente”, fue un circo de dos pistas: en las primeras filas gobernadores leales aplaudiendo a rabiar, secretarios incondicionales gritando consignas repetidas y, a un costado, políticos chapulines-variopintos festejando esa cosa llamada “cuarta transformación”, un cuadro que refleja la sumisión al máximo líder. Atrás, muy atrás, el “pueblo” de creyentes y aquellos forzados a ir por los mendrugos que les lanza para que lo adoren, completan la función.

Claro, frente a Palacio, sin que nadie le haga sombra, solo él, el gran Tlatoani que perdona y condena, que recibe salvas de tronantes porras de esas masas sedientas de sus bendiciones, a quienes pone a votar que su palabra es única e irrepetible, cercana a lo divino.

Pero, falta un detalle, coronar su legado con la reforma al Poder Judicial. Por ello, las infanterías morenistas, habilitadas como diputados, se desvelaron y fueron estoicas con tal de satisfacer y darle su “regalo” al máximo líder, ya en el Senado harán lo mismo otros de la misma estirpe. Los impresentables coordinadores de Morena en ambas cámaras recibirán la ansiada palmada de su jefe.

Por su parte, la heredera Sheinbaum, sin criterio propio, prisionera y vigilada por la mirada de su inventor avala todo. Es de ornato. Así la quería AMLO. Y parece gozar con su papel. Tiempos duros se avecinan. La justicia popular pasará por la horca a cualquiera que se oponga al nuevo régimen autoritario. ¿Quién sigue en este vendaval dogmático e inquisitorio?

@pedro_penaloz

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